El 15 de marzo de 2019, 1,6 millones de estudiantes de 125 países y más de 2.000 ciudades se manifestaron para reclamar acciones urgentes y decisivas contra la crisis climática. Sólo en España, más de 20.500 estudiantes se manifestaron en más de 80 ciudades.
El cambio climático se está acelerando mucho más de lo que podíamos imaginar hace diez años y, por el momento, le estamos dejando ganar la carrera. Desde principios de los años 90, han ido arrancando esfuerzos internacionales, nacionales y regionales. Sin embargo, la trayectoria actual de la reducción de emisiones, a pesar de los compromisos del Acuerdo de París, ha perdido completamente el rumbo. Se necesitaría multiplicar por cinco el esfuerzo actual para evitar una subida de la temperatura mayor de 1.5 °C. Peor aún, estamos ya 1 °C por encima de los niveles preindustriales y caminamos hacia un planeta que aumentará su temperatura por encima de 3 °C durante la mayor parte de la vida de nuestros hijos e hijas, muy lejos de lo que se considera seguro.
Lo que nuestros jóvenes nos están diciendo es lo que la ciencia nos ha ido confirmando durante muchos años. No queda tiempo. El cambio climático ya no es una amenaza en ciernes. Es una crisis existencial cuyo impacto ya estamos sintiendo, desde sequías extremas en Honduras, incendios forestales devastadores en California o el blanqueo de los corales en Australia, hasta la creciente intensidad de tifones en Filipinas y las islas del Pacífico, olas de calor históricas en Japón y las trágicas inundaciones recientes en Mozambique. Naciones Unidas calcula que entre 250 y 1000 millones de personas se convertirán en refugiados climáticos en los próximos 50 años; cada año, entre 5 y 20 millones de personas podrían perder su hogar si no detenemos rápidamente el cambio climático.
El movimiento global de Jóvenes por el Clima está haciendo la parte más difícil: alzarse contra la inercia del sistema actual para proteger no sólo su futuro sino también el nuestro. Nuestros hijos e hijas nos han dado el impulso. Responder a este impulso es nuestra responsabilidad moral como adultos.
Madres, padres, familias, otros cuidadores y todos aquellos que nos preocupamos por la siguiente generación nos alzamos con y por nuestras hijas e hijos. Apoyamos a la comunidad científica, cuya evaluación del impacto climático observado en estos años y proyectado para el futuro requiere una acción inmediata. Por todo ello, demandamos acciones, políticas y medidas urgentes mucho más ambiciosas, acordes con un futuro en el que la temperatura no aumente más de 1,5 °C. Exigimos que se implemente el Acuerdo de París y el informe especial del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) sobre el Calentamiento Global de 1,5 °C. Esto no sólo significa que tendremos que reducir nuestras emisiones mundiales a cero, sino también que esta reducción se debe producir lo antes posible. Además, los países deberían llevar a cabo estas medidas sobre la base de la equidad.
Nuestros hijos e hijas están haciendo un trabajo valiente de concienciación y movilización de la opinión pública a nivel mundial sin precedentes. Nos han dado esperanza. Ahora nos corresponde actuar, porque la esperanza sin acción es sólo ilusión. Queramos o no, juntos somos las últimas generaciones que podemos asumir el reto de estabilizar nuestro clima y evitar un catastrófico cambio climático.
El impulso está creciendo. Sin embargo, sólo continuará si lo alimentamos con nuestras acciones. Apoyar a los estudiantes en su huelga global por el clima ha sido un primer paso. Como familias comprometidas, tenemos que liderar y actuar con determinación desde ya para garantizarles un futuro seguro. Como ciudadanos y ciudadanas, debemos darle a sus voces el poder de nuestros votos. Como actores económicos, necesitamos tomar decisiones de consumo que prioricen el medio ambiente. El cambio climático no va a desaparecer sin más por el hecho de no querer verlo o seguir negándolo. El clima solo se estabilizará si apoyamos, presionamos y finalmente votamos por medidas políticas y candidaturas comprometidas con el objetivo del 1,5 °C. La catástrofe climática se puede prevenir si educamos, inspiramos y permitimos actuar a más gente. Sólo tendremos éxito si nos organizamos y movilizamos a todos los niveles de la sociedad.
Madres y padres, estamos en todos los ámbitos sociales: en las aulas como docentes, en los campos como agricultores y granjeros, en las fábricas como operarios, en los hospitales curando, en las salas de reuniones como altos y altas ejecutivas, entre los representantes ejecutivos y legislativos electos. Tenemos el poder de construir este futuro seguro, justo y limpio para nuestros hijos e hijas y para todos nosotros.
La contención del cambio climático provocado por el ser humano debe convertirse en el mayor logro de este siglo. Juntos y juntas, estamos preparados.