Por Eduardo Yentzen
Entrego estas ideas que no alcanzan a dar una visión estructurada del tema, sino más bien perspectivas, convicciones y provocaciones para una conversación, y con la motivación de postular una convivencia de género armónica, que tiene su posibilidad desde el desarrollo personal, y que requiere dar un marco para esa convivencia desde el paradigma holístico.
Les confieso que antes de publicar este texto, lo mostré a las mujeres más cercanas a mí, para asegurarme que no me odiarían por mis ideas; y en particular a ‘ella’ para asegurarme que no me patearía, o no me quitaría la palabra, o no me condenaría a no besarme nunca más.
¿Qué visualizamos como fin deseado en las relaciones de género?
Me tocó vivir el feminismo radical de la emancipación de la mujer, cuando asistí a un curso en la universidad de San Diego el año 75. ¡Cómo nos odiaban esas feministas!
Desde ese entonces pienso que la cosa no va por ahí. Que el tema no debe mirarse desde el paradigma de la liberación, sino el de la convivencia.
Después de la idea de emancipación surgió -por fortuna- la conceptualización de la equidad de género.
En los ochentas, a partir de ser uno de los presentadores de unos libros de la FLACSO sobre una mirada a la realidad más profunda de los varones, conocí más a fondo ‘los dolores del proveedor’, lo que fortaleció mi convicción.
Y me lo han reafirmado cientos de conversaciones con varones y damas, y años de ofrecer terapia individual y de grupo, donde lo que palpitaba es el anhelo de convivencia (digamos pacífica, digamos amorosa, digamos tolerante) entre mujer y hombre. Es que quizás los hunos pudieron decir ‘puedo pasarme sin los chinos’, pero difícilmente hombres y mujeres podemos decir lo mismo uno respecto del otro.
Examinemos entonces algunas ideas que están en juego en este complejo tema.
La emancipación de la mujer
Es evidente históricamente una dominación del hombre sobre la mujer. Pero el relato se centra en dos dominaciones: la de la fuerza física que tiene en su límite la agresión y la violencia; y las discriminaciones en los derechos laborales y políticos; es decir, resistencia del acceso de la mujer a estos mundos.
En lo que es la violencia física y en general el abuso, la meta es suprimirlo. En las restricciones en lo laboral y político –a los derechos- la meta es igualdad de derechos.
Ahora bien, en el tema de la agresión y el abuso, ha surgido el tema del abuso y agresión psicológica, que no contiene la ventaja física del hombre sobre la mujer, y que incluye también la relación de género entre padres e hijos.
Desde la demanda de derechos la mujer piensa en: tú lo haces, ¿por qué no yo? La referencia de la mujer es ser como el hombre, en todo lo que a la mujer no se le permita ser como el hombre. Pero en ese camino pierden la referencia a sí mismas, la referencia al deseo propio real, y a la propia realización personal.
La equidad de género
La meta de la equidad es poder llegar a hacer una declaración subjetiva, libremente expresada, de satisfacción común respecto de las posibilidades de hacer cada uno lo que busca y lo que lo realiza.
A este fin se concurre voluntariamente y se logra a través de procesos de conciencia.
¿Cómo determinar que se está en una condición de equidad?
Se determina si ambas partes -en condiciones en las que no hay ninguna cohersión- declaran que el otro no ejerce una dominación que le inhiban en su búsqueda de realización personal.
Lograr una pareja o dos personas de distinto género una claridad respecto de estar en una condición de equidad requiere un alto grado de desarrollo personal.
¿Qué genero posee el poder?
Hombres y mujeres poseen poderes distintos, en distintos campos, no siendo claros los parámetros para una definición de quien tiene el poder entre los géneros.
Ahora bien, ya pensar la relación de género en términos de poder es una distorsión, que se conecta con la necesidad de poder y no con la condición de género.
Es decir, las distorsiones en las relaciones de género son distorsiones psicológicas.
Así, por ejemplo, en el tema más visible del abuso y la agresión física -en distintas intensidades- del hombre hacia la mujer, éste debiera verse desde la enfermedad psicológica de la agresión, y no desde el tema de género. Plantear que el hombre que golpea lo hace porque es psicológicamente enfermo, no porque es hombre. Esto último sólo le da ventaja física. La agresión de la mujer es también por enfermedad psicológica, y la ejerce desde una condición de inferioridad física.
En definitiva, los conflictos de género entre hombre y mujer surgen de que ambos somos víctimas de una condición humana subnormal.
La resistencia del hombre a la entrada de la mujer al mundo del trabajo.
Veamos este tema socialmente visible. Aquí la argumentación de una inhabilidad de la mujer para el trabajo, o que tenga menor capacidad intelectual, es tan obviamente un argumento falso, que necesitamos tratar de descubrir las razones más reales.
Un argumento habitual de por qué el hombre resiente el ingreso de la mujer al trabajo, es porque proveer el ingreso monetario es su fuente de poder.
Pero veamos la expresión cotidiana de este tema. El hombre recibe su ingreso mensual. Pero ¿quién decide en qué se usa el dinero? Pienso que acá se dan todas las variantes posibles, que hablan de los distintos grados de dominio entre hombre y mujer en cada hogar.
Es en su uso en donde está el meollo de las disputas en las relaciones de pareja, y en esas disputas ni mucho menos predomina siempre el que genera el ingreso.
Exigencias patriarcales al rol masculino
Si hacemos un listado de los deberes del rol masculino: no puede fallar en el abastecimiento del hogar, debe dar la sensación de estar seguro, capaz de sacrificarse, no quebrarse frente los problemas, no dejar sus responsabilidades por las emociones, ser resistente al trabajo duro (jornadas extensas, falta de sueño, fatiga, enfermedad, tensión nerviosa), no mostrar debilidad ni dolor, resistir hasta el límite de sus capacidades.
El orden económico industrial creó la familia patriarcal. Desde el género masculino proveyendo a la tribu, se pasa al hombre individual proveyendo a una familia. Los roles de género son impuestos por el poder.
Las dificultades del varón pospatriarcal
Antes el espacio laboral era protegido, había continuidad laboral, previsión decente, lealtad con la empresa. Ahora la economía global es de baja permanencia, contratos volátiles, y con trabajadores de ambos géneros, en un contexto de flexibilización de roles. Todo esto quita sustentabilidad a la familia nuclear patriarcal.
La vivencia del hombre pospatriarcal, sin soporte económico y laboral para cumplir su rol, ve minada su autoestima. Queda desprovisto de su fuente de valor, derivada de lo funcional. Y las dificultades para proveer ingresos se viven como incapacidades personales.
Las mujeres pospatriarcales critican del varón: lejanía física y emocional, violencia psicológica y física, escaso involucramiento en la crianza, no responder económicamente tras la separación, paternidad no asumida en los embarazos adolescentes…
Los hombres critican de la mujer: la desvaloración a su rol paterno, la disposición a distanciar de ellos a los hijos tras la separación, el rechazo por no proveer aunque se trate de condiciones objetivas de imposibilidad.
Cuando se postula en la convivencia pospatriarcal la equidad en las tareas del hogar, lo silenciado es quién determina qué es lo que hay que hacer.
Preguntas sobre las relaciones de género
* El rol patriarcal de la mujer en el hogar, en lo general, siendo todo lo pesado que pueda ser, es cumplible. El del hombre depende de circunstancias externas y no siempre es cumplible. Pero se juzga como si fuera su falta no cumplirlo.
* Si la mujer es el género débil, si es inferior, ¿cómo ha conquistado a tan avasalladora velocidad los derechos que reclama? ¿Cómo los hombres han puesto tan débil resistencia al avance arrollador de las mujeres en el mundo del trabajo?
* Si el hombre es violento bajo los efectos del alcohol, ¿por qué para la mujer el enemigo es el hombre y no el alcohol?
Reflexiones sobre las relaciones de género
* El hombre se acoraza para salir a la caza, a la guerra, a la política, al deporte. Coraza es dureza exterior. No firmeza interior. La coraza protege un corazón frágil. La firmeza interior requiere madurez emocional que el hombre no adquiere porque es llevado a bloquear sus emociones desde chico.
* Si no hay sentimiento de impotencia, de subordinación, no hay impulso a dominar.
* El modelo masculino posmoderno es el de la publicidad, audaz y seductor: no ya rudo y maloliente sino fino y elegante. No requiere audacia para la guerra sino para el negocio. Al enemigo ya no se le mata, sólo se lo quiebra. Este modelo masculino lo puede ejercer la mujer.
La dominación en el origen
Han existido dos grandes espacios de acción para el ser humano: el del trabajo para proveer para el sustento material, y el de la administración del hogar y cuidado de los hijos.
¿En cuál está el poder? ¿En el de la producción de los seres o en el de la producción del sustento para los seres?
Si aceptamos la hipótesis de una era matriarcal previa a la patriarcal, habría que asumir que la mujer en la era matriarcal, género dominante, envía al hombre a conseguir el sustento.
El hombre a lo largo de la historia, construye allí su reino, sus religiones, sus ejércitos, su organización política. Levanta su reino en ese otro territorio, fuera del territorio del dominio matriarcal, y lo va llenando de un poder.
En el espacio del poder matriarcal, actualmente la casa, el hombre es el rey niño, no hace nada, no decide nada, es atendido y valorizado simbólicamente mientras provea y permanezca pasivo, excepto para arreglar las goteras.
En el trabajo y en el bar el hombre respira libre.
Por ello resiente la entrada de la mujer al mundo del trabajo. Entonces, ¿por qué ha tenido tan poco poder para resistirlo?
Lo sorprendente para mí es que la mujer haya deseado ocuparlo. ¿Se obnubiló con la apariencia de importancia del mundo masculino? ¿O fue manipulada por el poder económico así como la publicidad la manipuló para llevarla –por ejemplo- a fumar?
Al entrar la mujer al mundo laboral, manteniendo la antigua cultura de roles de género, pasó a hacer una doble jornada. De allí surge la demanda de pedir al hombre ejercer roles femeninos en el hogar.
En este contexto estamos y requerimos un nuevo orden.
La convivencia de género desde el paradigma holístico
Hombres solos, mujeres solas, hijos sin familia, alta conflictividad de género, niños desatendidos entregados a las instituciones, incremento en daño psicológico y adicciones, este es el panorama actual, de la convivencia nuclear pospatriarcal.
Necesitamos un marco de orden para armonizar la convivencia de género pospatriarcal.
Principio básico: los géneros son esencialmente iguales: las diferencias funcionales son adjetivos e irrelevantes como factores de diferenciación.
Las funciones de género pueden cambiar. Si la mujer dice, ¿por qué no puedo trabajar?, ¿por qué no puedo ser dirigente o presidenta?, ¿por qué no puedo ser económicamente independiente y aspirar a igualdad de remuneración?, etc.; por cierto que puede. Y si el hombre se pregunta: ¿por qué tengo que ser proveedor exclusivo?, ¿por qué tengo que pagar en las citas?, ¿por qué no puedo expresar mis emociones?, ¿por qué tengo que ser autoritario?; por cierto puede cambiar todo eso. Son sólo fijaciones adjetivas, no esenciales.
Entonces ¿cómo organizamos la convivencia?
La familia nuclear va en baja, pero la aceptación social y la existencia de vínculos homosexuales y lesbianos genera la aparición de otro tipo de núcleos familiares que sube un poco la cifra. Pero hay una enormidad de hogares mononucleares.
El drama es económico, y también hay drama en el cuidado y atención a los hijos. El Estado entra cada vez más tempranamente a tomar la responsabilidad sobre los niños para que los adultos trabajen. El amor institucional es distinto al amor paternal, aunque hay amores paternales que matan.
Se requiere una nueva estructura nuclear. Pero hay una rigidez muy grande en no aceptar otra que la familia nuclear. La vida en mini comunidades resulta enormemente práctica y llena de ventajas, pero existe una alta dosis de prejuicios para aceptar este tipo de vida. Sin embargo han existido como soluciones para la juventud durante mucho tiempo, bajo la figura de casas compartidas.
Requerimos mucha flexibilidad de mente, mucha apertura de criterio, para organizar la nueva forma de convivencia. El desarrollo personal o los procesos de conciencia son las disciplinas con herramientas para aportar a la flexibilidad y apertura de mente.