En su primer mandato como Presidente, Putin logró la defenestración de la primitiva clase dominante proveniente de la época de Yeltsin (oligarcas), corrupta camarilla mafiosa equivalente a un miniestado dentro del Estado Ruso (el 36% de las grandes fortunas concentrarían en sus manos el equivalente al 25% del PIB, de la que serían paradigmas Berezovksy y Jodorkovski, acusados de evasión y fraude contra el Estado y obligados a exiliarse en el extranjero), procediendo a su sustitución por sujetos de probada lealtad a su persona, sin veleidades políticas y con el único afán de lucro rápido.
Claves del oficialismo
Putin habría conseguido la desaparición de la oposición propia de los países democráticas y la instauración del oficialismo: doctrina política que conjuga las ideas expansionistas del nacionalismo ruso, las bendiciones de la todopoderosa Iglesia Ortodoxa, los impagables servicios del FSB (sucesor del KGB), la exuberante liquidez monetaria conseguida por las empresas energéticas (GAZPROM) y parte del ideario jruschoviano simbolizado en un poder Presidencialista con claros tintes autocráticos. Gobierno sustentado en sólidas estrategias de cohesión (manipulación de masas mediante el férreo control de los medios de comunicación), la represión de las minorías refractarias, el culto a la personalidad y el dogmatismo ideológico, a pesar de lo cual, Putin contaría con la aprobación de más del 60% de la población rusa.
En la esfera económica, Putin estableció como prioridad tras su primer nombramiento como Presidente en el año 2000, la Modernización de Infraestructuras de Transporte y Energéticas y el Desarrollo de Nuevas Tecnologías, (aeroespacial; robótica; bio-medicina; bio-combustibles y nano-tecnología) aprovechando la exuberante liquidez proporcionada por los ingresos del petróleo pero tras la fracasada ofensiva de los países BRICS para cambiar de patrón monetario mundial y sustituir el papel del dólar como moneda de referencia , asistiremos a una reforma monetaria consistente en dejar flotar libremente al rublo en los mercados internacionales y así evitar la continuada sangría de divisas del Banco de Rusia en sus esfuerzos por mantener la paridad del rublo, con unas reservas estimadas de 428.600 millones $, (la más baja desde 2010), medidas calcadas del economismo jruscheviano.
La Guerra Fría 2.0
La división de Ucrania en dos mitades casi simétricas (quedando el Sur y Este del país -incluida Crimea- bajo la órbita rusa mientras el Centro y Oeste de la actual Ucrania navegarán tras la estela de la UE), significó “de facto” el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría Rusia-EEUU basado en el principio de “acción-reacción”, produciéndose por parte de EEUU la implementación de la estrategia kentiana en el plano económico con el objetivo confeso de asfixiar a la economía rusa. En este contexto, asistimos a la imposición de sanciones comerciales por parte de EEUU y la UE contra Rusia tras la crisis de Ucrania que supusieron una aumento en las partidas de gasto en la compra de equipos, componentes y electrónica occidentales, aunado con la jugada maestra del hundimiento del precio de los hidrocarburos hasta los 40 $/barril, medida que contó con Arabia Saudí como colaborador necesario y que significó un misil en la línea de flotación de la supervivencia económica del Gobierno de Putin así como serias dificultades para conseguir financiación externa a pesar de la subida de tipos de interés del Banco Central Ruso hasta la barrera ionosférica del 10,5%.
El Gobierno ruso para el 2019 proyecta un crecimiento del PIB del 2%, una inflación del 4% y una tasa de paro cercana al 5%, datos esperanzadores que sin embargo no podrán obviar la pérdida de poder adquisitivo de la ciudadanía rusa así como la drástica reducción del sector público y la consiguiente merma de las prestaciones sociales implementadas por el Gobierno de Medvédev que habría hecho oscilar en sus valores a la existencia misma de la clase media. Los recortes habrían provocado la agudización de la fractura social al quedar amplias capas de la población obligadas a vivir en umbrales de pobreza y depender de los subsidios sociales (20 millones de personas), debiendo destinar amplias partidas de las reservas para subsanar el rampante Déficit del Plan de Pensiones y quedando así diluidos los efectos benéficos de sus objetivos de impulsar la Vivienda y Sanidad Públicas, Reducción de Impuestos y el Cambio de tendencia Demográfica. Así, la población de Rusia rozaría los 150 millones y adolece de un crecimiento negativo desde 1.991 que se ha traducido en una reducción de 5 millones de personas en la última década.
El G3 como “primus inter pares” en la gobernanza mundial.
La irrupción del affaire Snowden ofreció a Putin la oportunidad de aparecer ante los ojos del mundo como adalid de la defensa de los Derechos Humanos, diluyendo de paso su imagen de represor en el conflicto checheno. Así, Putin apostó desde un principio por un decidido apoyo al régimen sirio de Al-Assad y a Irán con el objetivo de fijar su posición como colaborador ineludible en la búsqueda de un acuerdo global para todo el Oriente PROME, consciente de que jugaba con ventaja ante la incapacidad de EE UU y sus aliados europeos de marcar la iniciativa en los conflictos de Oriente Medio y Próximo (Egipto, Siria, Palestina e Irán), con lo que aprovechó la gran oportunidad que se le presentó de recuperar la influencia internacional que Rusia había perdido en los últimos años.
La jugada maestra de Putin convenciendo a Assad para que entregue todo su arsenal de armas químicas y el escaso apoyo internacional recibido por Obama para iniciar su operación militar contra Siria, forzará a las partes implicadas a una nueva Conferencia de Ginebra que levantará acta de la división “de facto” de Siria en tres partes (rememorando la Guerra de Laos y los Acuerdos de Ginebra de 1.954 con Jruschov), con lo que la crisis siria se limitaría de momento a una puesta en escena en la que los actores participantes usarán el escenario sirio como banco de pruebas para un posterior conflicto a gran escala que englobará a Israel y Egipto y que podría reeditar la Guerra de los Seis Días en el horizonte del próximo quinquenio. Como contrapartida, asistiremos a la división de Ucrania en dos mitades casi simétricas y separadas por el meridiano 32 Este, quedando el Sur y Este del país (incluida Crimea) bajo la órbita rusa mientras el Centro y Oeste de la actual Ucrania navegarán tras la estela de la UE, lo que de facto simbolizará el finiquito del Mundo Unipolar con EE.UU. como gendarme mundial y la entronización del G3 (EEUU,Rusia y China) como “primus inter pares” en la gobernanza mundial.
Putin y el atavismo de Pedro el Grande
Putin estableció como prioridad tras su primer nombramiento como Presidente en el año 2000, la Modernización de las Fuerzas Armadas, Infraestructuras de Transporte y Energéticas y el Desarrollo de Nuevas Tecnologías, (aeroespacial; robótica; bio-medicina; bio-combustibles y nano-tecnología) con un presupuesto hasta el 2020 que alcanzaría la cifra ionosférica de 410.000 millones de euros. Ello, aunado con la rampante corrupción de las élites y la implementación de nuevos y gravosos impuestos a la ciudadanía, habría provocado el nacimiento de una creciente corriente de denuncia de la corrupción, del militarismo y de la carestía de la vida que tendría como iceberg las recientes protestas convocadas por el movimiento “Fondo de Lucha contra la Corrupción” liderada por el bloguero Alekséi Navalni.
Así, EEUU quiere evitar a toda costa que Putin se perpetúe en el poder hasta el 2024, no siendo descartable una Revolución de Colores alentada por EE.UU. que movilizará a la sociedad rusa para protestar contra la carestía de la vida y la implementación de la censura en Internet, pudiendo reeditarse los disturbios y protestas sucedidas con Jruschov (represión del levantamiento de obreros de Novocherkaask, 1962). Asimismo, se estaría gestando una trama endógena con el objetivo confeso de debilitar el otrora poder omnímodo de Putin en el Partido y en la Administración y posteriormente lograr su defenestración política mediante un golpe de mano incruento, lo que impedirá la gestación de la Nueva Gran Rusia, fruto del atavismo de Pedro el Grande.