Paul Spoonley, Universidad de Massey para The Conversation
Esta noche, la policía de Nueva Zelanda sigue respondiendo a los acontecimientos tras los tiroteos en dos mezquitas en el centro de Christchurch. El nivel de amenaza a la seguridad nacional se ha elevado a un nivel muy alto. Mezquitas a lo largo de Nueva Zelanda han cerrado sus puertas y la policía está pidiendo a la gente que se abstenga de visitarlas.
Hasta ahora, 49 personas han sido asesinadas. De acuerdo a reportes de los medios de comunicación, 41 personas murieron por heridas de bala en la mezquita Masjid Al Noor en Deans Avenue; otros murieron en una segunda mezquita cercana.
Cuatro personas, tres hombres y una mujer, han sido detenidos por tener conexión con los tiroteos. Un hombre de aproximadamente 20 años ha sido acusado de asesinato.
En las horas posteriores a los ataques, la Primera Ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern aclaró que se trataba de un ataque terrorista de “violencia extraordinaria y sin precedentes” que nunca había sucedido en Nueva Zelanda.
Ella dijo que las opiniones extremistas no eran bienvenidas e iban en contra de los valores de Nueva Zelanda y que no reflejaban a Nueva Zelanda como nación.
Es uno de los días más oscuros para Nueva Zelanda. Muchas de las personas afectadas por este acto de extrema violencia provendrán de nuestras comunidades de refugiados y migrantes. Nueva Zelanda es su hogar. Ellos somos nosotros.
Ella tiene razón. Las encuestas de opinión pública, como las encuestas anuales de actitud de la Fundación Asia New Zealand, tienden a mostrar que la mayoría de neozelandeses están a favor de la diversidad y ven a la inmigración, en este caso desde Asia, como algo que produce diversos beneficios para el país.
Pero la política extremista, incluyendo la política nacionalista extremista y la política de la supremacía blanca que parecen estar en el núcleo de este ataque hacia los musulmanes, han formado parte de nuestra comunidad por mucho tiempo.
Historia de la supremacía blanca
Realicé investigaciones en Reino Unido acerca del Frente Nacional y el Partido Nacional Británico a finales de los años 70. Cuando regresé a Nueva Zelanda, me dijeron explícitamente, incluso por parte de las autoridades encargadas de monitorear el extremismo, que no teníamos grupos similares aquí. Pero no me tardé en descubrir todo lo contrario.
A lo largo de la década de 1980, investigué a más de 70 grupos locales que encajaban en la definición de ser de extrema derecha. La ciudad que albergaba a muchos de estos grupos era Christchurch. Hay una mezcla de grupos skinhead, neonazis y nacionalistas extremistas. Algunos eran tradicionales en su ideología, con una fuerte base de antisemitismo y una creencia en la supremacía de la “raza británica”. Otros invertían los argumentos de la nacionalidad Maori para argumentar a favor del separatismo para mantener la “raza blanca pura”.
Y sí, hubo violencia. El asesinato de un transeúnte inocente de 1989, Wayne Motz en Christchurch por parte de un skinhead quien más tarde caminó hacia una estación de policía y se suicidó de un disparo. Las fotografías de su internamiento mostraban a sus amigos realizando saludos nazis. En un incidente separado, un mochilero coreano y un hombre gay fueron asesinados por razones ideológicas.
Las cosas han cambiado. Los años 90 proporcionó el internet y las redes sociales. Y eventos como los atentados terroristas del 11 de Septiembre cambiaron el enfoque – el antisemitismo se complementaba ahora con la islamofobia.
Discurso de odio en línea
Los terremotos y la reconstrucción subsiguiente han transformado significativamente la demografía étnica de Christchurch y la volvió más multicultural – y más positiva en cuanto a esta diversidad. Es irónico que este terrorismo tenga lugar en esta ciudad, a pesar de su historia de extremismo de extrema derecha anterior.
Tendemos a no pensar demasiado en la presencia de grupos racistas y supremacistas blancos, hasta que hay algún incidente público como la profanación de tumbas judías o una marcha de hombres con camisa negra (en su mayoría hombres) que afirman su «derecho a ser blancos». Tal vez, nos sentimos cómodos pensando, como ha dicho el primer ministro, que no son parte de nuestra nación.
El año pasado, como parte de un proyecto para examinar la incitación al odio, miré lo que algunos neozelandeses decían en Internet. No tardó mucho en descubrirse la presencia de comentarios de odio y antimusulmanes. Sería un error calificar estos puntos de vista y comentarios de generalizados, pero Nueva Zelanda no está exenta de islamofobia.
De vez en cuando salía a la luz, como en el ataque a una mujer musulmana en un aparcamiento de Huntly.
El fin de la inocencia colectiva
Esto se hizo aún más evidente en 2018. El YouTuber canadiense, Stefan Molyneux, desató un debate público (junto con Lauren Southern) sobre su derecho a la libertad de expresión. Gran parte de los comentarios del público parecen pasar por alto o aprobar sus opiniones extremas sobre lo que él considera como la amenaza planteada por el Islam.
Y luego hubo la protesta pública a favor de la libertad de expresión que se produjo al mismo tiempo, y los carteles que nos advierten de la llegada de la ley Sharia o de los carteles de «Tommy Libre». Este último se refiere a Tommy Robinson, un activista de larga data (véase el líder de la Liga de Defensa Inglesa) que fue sentenciado a prisión – y luego puesto en libertad en apelación – por desacato a la corte, esencialmente por atacar a los musulmanes ante los tribunales.
Hay mucha evidencia de puntos de vista islamofóbicos locales, especialmente en línea. Hay, y ha habido durante mucho tiempo, individuos y grupos que defienden los puntos de vista de la supremacía blanca. Tienden a amenazar con la violencia; rara vez han actuado de acuerdo con esas opiniones. También hay una ingenuidad entre los neozelandeses, incluidos los medios de comunicación, sobre la necesidad de ser tolerantes con los intolerantes.
No existe necesariamente una relación directa entre la presencia de la islamofobia y lo que ha ocurrido en Christchurch. Pero este ataque debe poner fin a nuestra inocencia colectiva.
Independientemente del tamaño de estas comunidades extremistas, siempre representan una amenaza para nuestro bienestar colectivo. La cohesión social y el respeto mutuo deben ser reafirmados y trabajados continuamente.
Paul Spoonley, Pro Vicerrector, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad de Massey
Este artículo ha sido reeditado de The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.
Traducción del inglés de Antonella Ayala