Por Oscar Ugarteche
La segunda guerra mundial fue desatada con unos del lado del autoritarismo, la supremacía blanca, el cristianismo, y los valores germánicos. “Alemania primero” era el lema de aquellos. Del otro estaban los que peleaban por la libertad, la justicia y la dignidad humana en contra de eso. Esta era la época de la lucha contra la intervención extranjera en los países. Contra la presencia alemana en Italia, Francia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Suecia y Noruega. Contra la invasión a los países de Europa del este. Fue una guerra a favor de la democracia y la tolerancia, la libertad de expresión y la libertad de autodeterminación.
Terminada la guerra mundial Estados Unidos definió su política como de seguridad y desarrollo y en nombre de ambas cosas promovió golpes de Estado y respaldó dictadores de diversas tallas, definidos como sátrapas, gobernantes que gobernaban rodeados de su familia, para beneficio de su familia, y de manera arbitraria. La reacción en América latina a esta política emergió el 23 de agosto de 1960 cuando se hizo la VII reunión de Cancilleres de la OEA en Costa Rica para asegurar el aislamiento de Cuba, en ese momento considerado una amenaza continental, como Venezuela ahora.
Dijo, entonces, el Canciller Peruano Porras Barrenechea, a contrapelo de la mayoría de los cancilleres del continente:
“La doctrina y la praxis del interamericanismo están basadas, desde el Congreso de Panamá, en el mantenimiento del principio de no intervención y en la defensa del sistema democrático. La anacrónica doctrina de Monroe, que tuvo como finalidad impedir la intervención europea en América, que cumplió una función defensiva en algunos casos y se arrogó prerrogativas de tutela moral, ha sido sustituida por pactos multilaterales como los enderezados en la actualidad a impedir cualquier intervención extracontinental, pero, sobre todo, a desarrollar nuestras propias instituciones y disfrutar de nuestra independencia.”( https://larepublica.pe/politica/841871-el-memorable-discurso-de-raul-porras-barrenechea-en-defensa-de-cuba-ante-eeuu)
La interrogante de lo que parece una intervención ad portas es a favor de qué están los cancilleres. ¿Quién está defendiendo la libertad, la justicia y la dignidad humana? ¿Trump? ¿Bolton? Quien esto lee, ¿También lee los diarios y ve los noticiarios? Estamos seguros que la política exterior liderada por un partido político en el poder que se ha mostrado racista, xenófobo, antipamericanista, que quiere poner un muro al sur para detener a los latinoamericanos “porque llevamos drogas, violencia y muerte”, ¿es la que los gobiernos latinoamericanos quieren darle soporte? El muro y el espíritu Panamericanista están enfrentados. El Grupo de Lima gira en torno al último e ignora el primero. Este es un momento de pedirle coherencia.
El tema no es Maduro y su gobierno. El tema es si hay derecho que otros intervengan para sacar a un gobierno que a ellos no les gusta. Con ese argumento se metieron militarmente a Irak y a Libia y acabaron matando a los mandatarios de dichos países y fabricaron crisis humanitarias de dimensiones dantescas. Quizás la población de esos países no estaba de acuerdo con estas invasiones en nombre de la democracia y quizás salieron perjudicados y quizás por eso hay migraciones masivas de esas zonas. Quizás. Es posible que invadir un país porque no me gusta su gobierno sea una nueva forma de defender la democracia y la tolerancia, la libertad de expresión y la libertad de autodeterminación. También es posible que eso sea la barbarie de la debilidad del poder real. La inconsistencia Estadounidense es indefendible y es un error que el grupo de Lima actúe como si fuera coherente apoyar a un gobierno que insulta permanentemente a los latinoamericanos en público, insiste en poner un muro, lo declara de emergencia nacional, y al mismo tiempo apoyar a ese país frente a una república democrática con un gobierno fallido pero que la población quiere. Sería más consistente pedir que Estados Unidos le retire sus represalias financieras que le han estrangulado las exportaciones y el manejo financiero, en lugar de hablar de ayuda humanitaria. ¿No? Con la lógica aplicada a Venezuela ahora se hubiera invadido al Perú en 1992 cuando 3.5 millones de personas habían emigrado, el PIB se había contraído 35%, llevábamos 70,000 muertos de una guerra fratricida y la hiperinflación campeaba. Los peruanos resolvimos las cosas entre nosotros con grandes desacuerdos entre nosotros y allí sigue estando el País.
Es posible que echar un gobierno con los nuevos métodos como en Haití u Honduras, sea positivo pero también quizás, posiblemente, las migraciones de ambos países al norte sean resultado de esas intervenciones que empeoraron las condiciones de vida de la población. Los intentos desde el 2002 por sacar a Chávez primero fracasaron porque la derecha venezolana no está a la altura del reto que le pone Washington. No se entiende ni siquiera entre sí, no digamos con la oposición. Ninguna nación tiene derecho a meterse en la vida soberana de otra nación. Como dijo Benito Juárez a propósito de la intervención francesa a México, “el respeto al derecho ajeno es la paz.” Los neoconservadores americanos no están defendiendo los valores supremos sino los más pedestres del petróleo, convenciendo al resto que lo hacen por la democracia. Un gobierno basado en la política del odio racial y la fragmentación social, no puede ser un gobierno que defienda la democracia en ninguna parte del mundo y esto los cancilleres de América latina lo deben tener en cuenta.
Oscar Ugarteche, economista peruano, es investigador titular Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM. SNI/CONACYT.-