La crisis de la izquierda en España, contexto y realidad.
Por José María Sánchez Ródenas (Anonimous Rebellis).
Para entender los posicionamientos de la izquierda en España hay que asumir que no ha sido ajena al fenómeno que se ha producido en toda Europa durante el último cuarto del siglo. Fenómeno que ha supuesto un desplazamiento teórico y estratégico que, por un lado, ha situado a la Izquierda Comunista (primero el PCE e IU y después también Podemos) en el espacio de la Socialdemocracia, en un intento por recuperar su discurso y su legado respecto al Estado del Bienestar, y por otro, a la Izquierda Socialdemócrata (PSOE) en el espacio del Social-Liberalismo, en un intento de resituarse frente a una derecha ultraliberal, ocupando un espacio asumible por sus bases y por los poderes económicos.
Este desplazamiento de los partidos de la izquierda clásica se ha ido produciendo en el marco del colapso del proyecto socialdemócrata europeo que, tras un proceso de desgaste producido por su paulatina pérdida de referencias ideológicas y la falta de credibilidad de su discurso, entra en crisis en toda Europa poniéndose en cuestión su supervivencia y viabilidad.
El fracaso de la Socialdemocracia provoca en toda Europa una crisis generalizada en los espacios de la izquierda y, con él, los intentos de reubicarse para sobrevivir. En este contexto, hablar de izquierdas en España, como si existieran numerosas formaciones viables, no deja de ser un ejercicio retórico porque realmente los dos modelos de la izquierda clásica reseñados anteriormente, el social-liberal representado por el Partido Socialista y el neosocialdemócrata representado por Izquierda Unida y Podemos, son los únicos que pueden tener opciones parlamentarias que les permitan en algún caso gobernar coaligados. Las restantes formaciones que se sitúan a la izquierda de lo que hemos denominado como neo-socialdemocracia, y que a menudo se arrogan un marchamo de autenticidad y pureza revolucionaria, en realidad son marginales, minoritarias e irrelevantes, y no sólo por sus escasas o nulas posibilidades electorales, sino porque, además, representan a las viejas estrategias estalinistas o trotskistas desfasadas históricamente en Europa desde el final de la guerra fría, y totalmente fuera de contexto en la actualidad.
La constatación de que Podemos ha resultado un proyecto fallido
El proyecto con el que nace Podemos pretendía, más que ocupar uno de los espacios de la izquierda clásica con representación parlamentaria, definir un nuevo espacio alternativo y regenerador. Con la experiencia que nos ha dado la militancia, hoy puede afirmarse que en sus orígenes Podemos se basó en el equilibrio entre dos líneas de acción política que, compartiendo los principios ideológicos de la socialdemocracia clásica, diferían claramente en el discurso y en la estrategia política a seguir.
La primera línea, la representada por Pablo Iglesias, líder indiscutible de la formación y proveniente de la Juventudes Comunistas, hacía hincapié en el carácter de izquierdas de Podemos. La segunda línea, la representada por Íñigo Errejón, ideólogo sin un pasado partidista, hacía hincapié en la transversalidad y el carácter populista de Podemos. El equilibrio entre ambas líneas de acción, materializado en una organización política abierta, fresca e innovadora donde la pluralidad y la transparencia era sus señas de identidad por encima de la ideología, generó una oleada de ilusión y de adhesión en amplios sectores de la ciudadanía, – desde los abstencionistas más escépticos de la izquierda, los desengañados del Partido Socialista e Izquierda Unida, ecologistas y feministas, hasta funcionarios, autónomos, trabajadores, universitarios, jóvenes de futuro incierto o pensionistas – lo que permitió a Podemos obtener cinco millones de votos en la elecciones generales del 20D (20 de diciembre de 2015).
La rotura del equilibrio entre ambas lineas de acción en Podemos, iniciada con la coalición electoral con IU para las elecciones generales del 26J –26 de junio de 2016–, donde se perdieron más de un millón y medio de votos, y materializada en el Congreso de Vistalegre II con la purga del errejonismo, supusieron el principio del fin de Podemos.
Su evolución hacia una organización excesivamente vertical y monolítica, escorada ya claramente hacia una izquierda neo-socialdemócrata, pero con un viejo, por conocido, discurso neocomunista muy cercano a Izquierda Unida, y muy alejado del discurso de izquierda transversal e innovadora de sus orígenes, han provocado irremediablemente que Podemos haya ido perdiendo credibilidad y apoyo popular, al mismo ritmo que abandonaban la formación una gran mayoría de sus fundadores. La realidad es que como partido político, con apenas cinco años de vida, ha envejecido antes de llegar a la adolescencia, y el resultado previsible es que finalmente Podemos se convierta en un proyecto fallido, algo que podría constatarse después de las próximas elecciones generales del 28 de abril.
El futuro político de Íñigo Errejón, y sus posibilidades de ser una alternativa a Podemos con independencia de su resultado en Madrid
La situación de Podemos y la decisión de Íñigo Errejón de, unilateralmente, encabezar una candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid en una plataforma electoral formando tándem con la alcaldesa Manuela Carmena, ha disparado las especulaciones de los medios de comunicación en general y de los politólogos en particular, respecto a las posibilidades de que Errejón pueda encabezar un nuevo proyecto político alternativo a Podemos, en un futuro próximo, sí los resultados que obtenga en Madrid le son favorables.
En principio, dada la previsible presentación de varias candidaturas de formaciones políticas a la izquierda del Partido Socialista, al menos las de Podemos e Izquierda Unida, y la consiguiente fragmentación del voto de izquierdas, no parece muy factible que Errejón pueda alcanzar su objetivo de presidir la Comunidad de Madrid; pero si los resultados de los socialistas en las Elecciones Generales del 28 de abril son suficientemente buenos como para mejorar sus resultados en Madrid, consiguiendo frenar el avance de la derecha, Íñigo Errejón podría perfectamente ser vicepresidente con el candidato socialista Ángel Gabilondo como presidente. Y con estas expectativas no somos pocos los que opinamos que, con independencia del su indudable compromiso personal con su candidatura, Madrid es para Íñigo Errejón, ante todo, un banco de pruebas donde ensayar, ya al margen de Podemos, una estrategia política y electoral de mayor alcance.
En este sentido, con independencia de sus resultados en Madrid, la alternativa que Íñigo Errejón podría representar para la izquierda en España, tiene que ver con la construcción de un nuevo proyecto superador de la fracasada partitocracia neo-socialdemócrata, ahora representada por Podemos e Izquierda Unida.
Un proyecto alternativo al Podemos fallido y superador de su esclerosis ideológica en el sentido de asumir que la dialéctica Izquierda-Derecha, vigente en la vieja Europa de los bloques de la guerra fría, se ha diluido en la actual Europa globalizada, donde la pérdida de soberanía de los Estados en favor de los poderes económicos trasnacionales anula, en gran medida, la capacidad transformadora de la izquierda. Un proyecto, partidista o apartidista, en el que sin renunciar ni abandonar los principios de la izquierda socialdemócrata, haga de la transversalidad el eje que incorpore a la realidad política la dialéctica Arriba-Abajo, y que sirva como herramienta para permitir la consecución de un objetivo prioritario, el de configurar un movimiento o un frente amplio en torno al cual se articule una mayoría progresista por el cambio, capaz de llegar a la Presidencia del Gobierno.
Una mayoría donde los partidos políticos no sean ya los únicos actores del cambio, dada su limitada capacidad para conseguirlo, sino que permita la incorporación de todo tipo de movimientos sociales, en plano de igualdad con los partidos, que devuelvan la ilusión y el protagonismo a la ciudadanía, empoderándola para impulsar su capacidad transformadora, y convirtiéndola, de hecho, en el motor que empuje y obligue al Estado a realizar unas políticas para las mayorías, y no para las minorías que representan los poderes económicos de la oligarquía dominante.
Y si hay que buscar unas referencias de hacia donde debería orientarse cualquier proyecto alternativo, coherente con los principios defendidos por Íñigo Errejón, basta con no perder de vista las persistentes manifestaciones de los pensionistas, o la huelga feminista del pasado 8 de marzo, que constituyen una lección de la capacidad de respuesta de la ciudadanía cuando toma conciencia de su fuerza para transformar la realidad que les oprime. Y es que en la transversalidad de estas movilizaciones y en el apartidismo de las mismas, algo que ya se produjo en 2011 con el Movimiento 15M, está la esencia de cualquier proyecto superador del Podemos fallido que pretenda recuperar la ilusión de una ciudadanía decepcionada con los partidos políticos, y que sólo se movilizará si se siente la verdadera protagonista de la lucha por la solución de sus problemas cotidianos, educación, empleo, igualdad, pensiones, sanidad, vivienda, medio-ambiente, etc. Porque en el fondo la clave está en avanzar en el tránsito de la paternalista democracia participativa de los partidos de la izquierda clásica, incluido Podemos, a un modelo de democracia representativa que aumente la capacidad de intervención de los ciudadanos sobre las decisiones que afectan a sus condiciones de vida.
José María Sánchez Ródenas (Anonimous Rebellis) es arquitecto e inscrito en Podemos