Ella Tennant, Keele University para The Conversation
A medida que marcamos el Día Internacional de la Mujer después de un año de reiterada atención de los medios de comunicación a los problemas de desigualdad de género, podría ser que existan amenazas más importantes que enfrentan las mujeres y la supervivencia de nuestro planeta que simples palabras. Pero después de las campañas de #MeToo, la denuncia de la brecha salarial por género y la reciente publicación de muchas más investigaciones que ponen en tela de juicio la idea de que nuestro cerebro se diferencia de acuerdo al género, es sorprendente ver como la “ceguera de género”, descrita como «el enfoque de la talla única para todos los hombres» en el diseño y la cultura tecnológica, sigue vigente.
Mientras tanto se ignora la igualdad de contribución por parte de las mujeres a la sociedad y la cultura. Las mujeres visibles – que se encuentran a la luz pública, o que denuncian el trato desigual- son sometidas a escrutinio y son tratadas de una manera en la que, sospechosamente, no se trata a los hombres.
Los escolares del tema de género han argumentado que el inglés es una lengua hecha por los hombres para los hombres con el único propósito de representar y perpetuar su punto de vista. Nuestro enfoque para ver el mundo se formó por las tradiciones patriarcales y esto se evidencia en la as áreas del arte, la cultura y la sociedad. No es sorpresivo entonces, ver que se marque a las mujeres como descarriadas y deficientes, o peor, que se las vuelva invisibles. En Women and Power, Mary Beard discute “innumerables ejemplos de los intentos de excluir por completo a la mujer del discurso público “.
Las palabras que usamos juegan un rol en esto ya que el lenguaje tiene el poder de perpetuar el determinismo de género y de este modo marginalizar a las mujeres. Pero nuestras palabras pueden también ser usadas de una manera inclusiva para promover la igualdad y la justicia social. Ya que no puede ser justo que existan más términos derogatorios para las mujeres y niñas que para los hombres y los niños (puta, zorra, solterona, bruja, son algunos ejemplos), así como el continuo uso de palabras o formas genéricas –hombre, humanos- que se supone que incluyen a todos y que designan a los seres humanos en general. Mientras que “mujer” es usado como una etiqueta, es una categoría con criterio limitante.
De todos modos, cualquier discusión acerca del enlace entre el lenguaje y la discriminación de género a menudo resulta en los comentarios predecibles de la naturaleza trivial del asunto. Esta actitud es lo que ayuda a prolongar el poder y la autoridad masculina a costa de las mujeres.
Definiendo el estatus
El lenguaje define la posición de las mujeres como inferior en relación a los hombres. A diferencia de otras lenguas, el inglés no es in idioma con género – pero el género as a menudo usado arbitrariamente para algunas cosas. La investigación cognitiva sugiere que el lenguaje y la manera en la que se lo usa tienen una profunda influencia en nuestro modo de ver el mundo.
La manera en la que nos comunicamos con otros puede ser influenciada por varias cosas, incluyendo la relación que existe entre los hablantes, su edad, nivel social y género. Si vemos al lenguaje como una práctica social, la manera en la que las palabras –habladas o escritas- son recibidas e interpretadas por el receptor revela mucho acerca de cómo se establecen y se refuerzan las relaciones de poder.
Hasta la asignación de nombres y títulos puede verse como un acto de poder. Un nombre o una etiqueta denotan el nivel social de una persona y a las mujeres aún se las califica según su estado civil o “títulos de nobleza” – Sra. o Srta., “Mrs o Ms”- a pesar del hecho de que existen otras opciones.
A pesar de que Srta. o “Ms”, la manera en la que muchas mujeres prefieren que se dirijan a ellas, se ofrece como una elección de entre un número de formas y menús, no es la forma predeterminada de uso. La alternativa “Mx” en inglés está adquiriendo popularidad entre las comunidades transgénero y no binarias y se puede usar por cualquiera como una manera de ir más allá de las etiquetas de género. Un entrevistado en un podcast lo explico así:
Lo agradable de “Mx” como un título es que no te dice nada acerca de la persona. No te dice su género; no te dice su estado civil; no te dice sus cualidades u otros. En el sentido más amplio posible, es para todos.
Sin embargo, parece que este término todavía no se ha manifestado en la comunicación general, y las mujeres tienden a ser abordadas en función de su género aparente y las suposiciones y condicionamientos culturales del hablante. Estas suposiciones pueden también ser enfrentadas con el uso de pronombres de género neutral o preferido. Las alternativas más populares –junto con “they”- son “ze” o “hir”, de la utopía feminista de ciencia ficción de 1976 de Marge Percy, Woman on the Edge of Time.
Cientos de otras posibilidades están disponibles y algunas instituciones permiten que las personas se auto identifiquen con cualquier pronombre con el que estén cómodos.
De todas maneras, la adopción del pronombre de género neutro como “ze” ha sido descrita como un “error fatal” por los lingüistas. Es difícil de pronunciar naturalmente y hay pocos signos de que vaya ser utilizado ampliamente.
Las mujeres son también más propensas a ser llamadas por su primer nombre que los hombres, lo que es un indicador de políticas de género inconscientes, pero no menos condescendientes. Se podría discutir que esta es una manera de evitar ofender a alguien cuyo estado civil no conocemos, pero esto solo demuestra el punto de que los hombres o son sujetos a la misma categorización.
Por siglos solo las mujeres sufrían de discriminación en el campo del sexo (diferente de la orientación sexual). Esto se enfatiza en los primeros escritos feministas, como los de Germaine Greer y Florence Kennedy que ilustran esto y que sucede en situaciones que demandan el compartir el poder – cuando se le pide a un grupo más poderoso que haga concesiones con un grupo menos poderoso, el resultado más probable es la resistencia.
No es fácil cambiar el comportamiento y pensamiento condicionados por la cultura, pero el perpetuar y reforzar los estereotipos sociales y culturales a través de la lengua no puede ser descartado como algo trivial. Es cada vez más urgente la necesidad de un cambio consciente o de que se tome en cuenta cómo las palabras se usan – para mayor inclusión en la comunicación, así como para apoyar la igualdad de género.
Ella Tennant, profesora de estudios, Centro de idiomas y artes liberales, Universidad de Keele
Este artículo se ha publicado de The Conversation bajo una licencia de Creative Commons. Lea el artículo original.
Traducción del inglés de: Antonella Ayala