Por Jon Swinden
La cuestión desde el principio ha sido la democracia. Democracia real Vs Democracia formal
Sobre el resultado del referéndum. 48% a 52%. ¿Un día antes, un día después, antes o después del almuerzo? Cualquier estadístico que precie de serlo podría advertirnos sobre los peligros de tomar GRANDES decisiones basándonos en una mayoría “simple”. ¿Una nación dividida? ¡Quelle surprise! Una verdadera democracia establecería un límite y requeriría al menos una mayoría de 2/3 de los votos para una decisión tan importante.
¿Y qué pasa con la llamada «traición» al pueblo si se celebra otro referéndum? ¿Qué hay de la traición a la «minoría» del 48% cuyas opiniones son consideradas irrelevantes por la facción «Brexit significa Brexit»?
Una verdadera democracia es inclusiva. Una verdadera democracia da voz a todos sus ciudadanos. Una verdadera democracia reconoce la importancia de las minorías y su necesidad de recibir las protecciones que corresponden a su derecho a la representación.
¿Y qué hay de esos infames «acuerdos comerciales» que se consideran tan importantes para nosotros como para ser capaces de hacer sin que nos ataran las manos esos molestos europeos? Dónde estará la democracia cuando los acuerdos se hagan a puerta cerrada, «por razones de confidencialidad comercial».
Seamos claros: los acuerdos de libre comercio se negocian a espaldas de los ciudadanos. No hay espacio para la democracia ni para el pueblo. Sólo el dinero y los pobres inversores que arriesgan tanto por el bien de… ¿?.
Los tratados de libre comercio generarán beneficios comerciales nulos o mínimos en comparación con los que ya tenemos con la UE, e impondrían nuevas reglas y regulaciones que restringirían la posibilidad de decidir soberanamente las políticas que se implementan en el país. ¿Y si tomamos el control?
En realidad, los Tratados de Libre Comercio no sólo se refieren al comercio, sino que establecen garantías para los inversionistas, es decir, las empresas transnacionales y los especuladores que buscan asegurar y aumentar sus ganancias. Entre estas corporaciones se encuentran la industria farmacéutica, las corporaciones de tecnología de la información, las corporaciones de energía, las corporaciones mineras, la agroindustria por no mencionar a los fondos de inversión, de cobertura y otras que buscan obtener de esta manera lo que no logran a través del parlamento o en los tribunales. ¿Pollo clorado? Aún no has visto nada.
Estos tratados de «libre comercio» generalmente violan la soberanía nacional al establecer una especie de gobierno corporativo transnacional que supervisará las leyes y las políticas públicas, bajo el pretexto de generar una «coherencia regulatoria».
En el caso de los alimentos, los tratados impactan en el acceso a semillas y alimentos saludables, generando alzas de precios y escasez, que ponen en riesgo la agricultura y la biodiversidad. Criminalizan las tradiciones de libre intercambio, reproducción y conservación de semillas, a favor de las grandes empresas transnacionales de biotecnología, creando condiciones que generarán un aumento de la migración rural y asegurarán la expansión de los cultivos y plantaciones transgénicas, con su paquete tecnológico de agroquímicos, afectando seriamente la salud de las personas y contaminando los alimentos y el agua, así como los ecosistemas.
Los pacientes que padecen de cáncer y las personas que viven con el VIH tendrán más dificultades para obtener remedios, y la viabilidad de los productos farmacéuticos populares estará en riesgo, debido al aumento de los precios de los medicamentos. Y ni siquiera mencionemos la privatización del NHS, a hurtadillas, a manos de las grandes farmacéuticas y la necesidad de abrir los mercados y evitar una competencia desleal.
Los tratados tienden a ampliar la duración de los derechos de autor, impidiendo que la «propiedad intelectual» se utilice en beneficio de nuevas creaciones culturales. Los proveedores de servicios de Internet estarán obligados a identificar ante los tribunales a aquellos que eluden las llamadas «medidas de protección tecnológica», que son los obstáculos digitales impuestos por las empresas. Esto también impedirá el acceso a la información por parte de investigadores independientes o innovadores sobre los productos de las empresas transnacionales, ya que estos productos siempre poseen una protección intelectual.
Pero la verdadera democracia no es sólo qué sistema de votación está a favor en un momento dado. También se trata de la información y de los medios de comunicación que la suministran. ¿Dónde están los medios de comunicación «reales» que nos respaldan, que se esfuerzan por darnos información real en lugar de la contaminada por los intereses financieros a los que sirve? ¿Dónde estaban los medios de comunicación «reales» durante la campaña del referéndum?
No nos perdamos en el reino de lo secundario. Pongamos en primer plano los problemas reales, con información real y debate abierto. Tengamos responsabilidad y una rendición de cuentas. Tengamos una verdadera democracia, no una democracia formal. Tengamos un medio de comunicación real al servicio de la información y de la ciudadanía. Pongamos a los seres humanos ordinarios en el centro de nuestra lucha para crear un mundo mejor.
Traducido del inglés por Nicolás Soto