Por Luis Angió
Es evidente que el gobierno de Mauricio Macri se sostiene solamente porque tanto la burocracia sindical, como los partidos de la “oposición”, sean los sectores del kirchnerismo o los del PJ más tradicional y otros aliados, así como quienes dirigen movimientos sociales no quieren darle el último empujoncito.
Todos esperan a octubre y ya empezaron su campaña para esas elecciones, previas PASO, que no van a deparar ninguna sorpresa. Macri, Durán Barba y sus aliados radicales y “lilitos”, saben que a esta altura no van a poder revertir o siquiera mejorar la situación económica de la gran mayoría de las y los trabajadores, sectores populares y desposeídos, los que están fuera del sistema.
Los medios de comunicación tradicionales ya hace meses que le están sacando el apoyo a un gobierno que no les deja argumentos para seguir defendiéndolo. Sus “periodistas amigos”, desde la radio, la TV y los medios gráficos, le están diciendo en forma elíptica que si va mano a mano con Cristina su destino será Tandil u otro lugar donde pasar totalmente desapercibido o escrachado. Solo su soberbia y sus discursos psicópatas sostienen este gobierno para beneficio de unos pocos. Y no se vislumbra en el corto plazo una alternativa potable. Será otra vez optar por el menos malo y así se repetirá el siniestro círculo vicioso de la burguesía y sus partidos que no van a encontrar una salida a la crisis crónica en un país dependiente de los capitales de las multinacionales y del imperialismo y su agente financiero: el FMI.
La caída en las encuestas de quienes miden la intención de voto lo dan con porcentajes de aceptación en caída libre. Los sectores que todavía lo aceptan y lo volverían a votar son aquellos del núcleo duro de clase media y alta que con el discurso mediático de poder “transitar libremente” le piden reprimir a quienes ocupan los espacios públicos con el argumento de que no puede ser que quienes reclaman por sus condiciones de vida y sus lugares de trabajo, lo hagan cortando calles. Ese es el caballito de batalla que puede conformar a sus votantes. Son quienes prefieren ver cómo se les achica su bolsillo por la situación económica cada vez más subordinada al FMI, pero que van a poder ir a trabajar (a que los sigan explotando) sin que “los kuka” y los “negros de mierda” se los impidan. Esos cuasifascistas de clase media que fluctúan hacia derecha o izquierda. En general a la derecha.
La muestra más cercana es la de Brasil con el voto a Bolsonaro, que ya está mostrando los dientes con medidas que perjudican a sus propios votantes. Ya elevó al Congreso el proyecto de reforma del sistema jubilatorio que le significaría un ahorro de 300 mil millones de dólares, elevando la edad de jubilación para mujeres a 62 años y a 65 para los hombres. Reforma que a Macri le está pidiendo el FMI, tanto para nuestro sistema previsional como con todos los regímenes independientes que existen en nuestro país.
Lo que ha sucedido en estos días, tanto en Constitución cuando trabajadores quisieron distribuir frutas y verduras a precios accesibles para los más necesitados, como hoy en Congreso, donde trabajadores de la empresa cooperativa recuperada MADYGRAF se acercaron, fue grave. Hoy iban a marchar al Ministerio de Educación para denunciar un nuevo negociado, rechazando con maniobras muy burdas la licitación que estos trabajadores habían ganado sobre otras empresas. El Ministerio de Educación se disponía a realizar un nuevo llamado a licitación declarando nula la oferta de MADYGRAF, que había resultado la más conveniente, y con una absurda excusa la han anulado para que la gane alguna empresa de sus amigos.
A medida que se vaya acercando las fecha de las elecciones, y que por la situación económica se aleje más la posibilidad de ser elegido un nuevo gobierno de Cambiemos, se va a ver el incremento de la represión ante el reclamo cada vez más cotidiano y se va a escuchar a Larreta, Patricia Bullrich y compañía, endurecer más el discurso de mano dura para reprimir a quienes interrumpan la “libre circulación”.
Hasta ahora los reclamos siguen siendo aislados, por sector, por más que cada vez son más cotidianos desde distintos sectores laborales y sociales. Solo falta el último paso que es juntar en un solo reclamo lo que hasta ahora viene siendo atomizado.
La pregunta que nos debemos hacer es si estamos dispuestos y en condiciones para unir estas luchas desde las bases en cada lugar de trabajo, en los barrios y en las organizaciones sociales. De lo contario seguiremos estancados a la espera de que en las elecciones aparezca un/una iluminada/o que diga que va a resolver esta catástrofe política, económica y social. Y volveremos a caer en la misma trampa de los cantos de sirena.
En el mientras tanto, seguiremos viendo más palos, más represión y más presos por reclamar. Lo que no podemos hacer es que estos hechos terminen siendo naturalizados.