Entrevistamos a la diputada humanista que, desde el Congreso, ha posicionado con cada uno de sus gestos políticos la necesidad de una transformación profunda de las estructuras del poder en Chile.

En su primer año de gestión parlamentaria ha logrado superar la barrera de las encuestas, ubicándose ya entre las cartas presidenciables que la opinión pública está considerando para el próximo período. Otro dato sorprendente es que es la única parlamentaria (de los 155 diputados y diputadas) que no tomó durante todo este primer año la palabra en el hemiciclo. ¿Por qué no has querido hablar, Pamela, mientras todos los demás diputados pelean por hacerse del micrófono en la Sala?

Pamela Jiles: Yo he hablado fuerte y claro con los que me interesa, que no es la clase política. Llegamos al parlamento para subvertir el orden, no para reproducir las reglas de la élite. No me interesa hablarle a la élite entre cuatro paredes, con absurdas formalidades decimonónicas. Es inútil y caro. Yo he hablado a nombre de mis mandantes, levanto la voz por ellos de manera tan clara que estoy entre los políticos mejor evaluados por la gente. Tengo asistencia del 97,66 por ciento a las sesiones de Sala.

La discusión parlamentaria ocurre en las Comisiones, donde peleo como leona las mejoras concretas para la vida de las personas. Pero en el hemiciclo los diputados hacen largos y lateros discursos sin escucharse. Es una tremenda dilapidación de recursos públicos y una notable pérdida de tiempo. Creo que los parlamentarios debemos ganar menos, hablar menos, cacarear menos y hacer más.

Pressenza: Sabemos que fuiste elegida con una de las más altas votaciones nacionales. ¿Quiénes son y qué esperan de tí tus partidarios?

Pamela Jiles:  Mis votantes son muy diversos, muchos de ellos votaron por primera vez, rompieron su desinterés por ir a votar para marcar una rayita en mi nombre. Fue como una venganza de los sinmonea ponerme en el Congreso para impugnar a la clase política.

La mayoría de las personas que votaron por mí no son militantes de ningún partido, no se sienten ni de izquierda ni de derecha, detestan a los políticos y su corrupción, quieren cambios visibles y comprobables, no confían en las formas elitistas de hacer política. Votaron por mí porque me conocen hace décadas y saben que tienen una representante que los escucha a ellos y está mandatada solo por ellos. Me consideran su abuela. Saben que voy a hacer política con mi pueblo, de una manera en que seremos escuchados resonantemente, estentóreamente, inevitablemente, porque no hago lo que las élites esperan. No me apego al formateo de los poderosos ni quiero ser una de ellos.

Además, soy concreta y práctica. Me interesan los resultados medibles. En campaña prometí generar una nueva Ley de Adopción que salve a unos mil niños del Sename por año y ese proyecto ya fue tramitado y aprobado en la Comisión de Familia durante mi presidencia. Esto es relevante puesto que durante el 2018 el Sename reconoce 93 muertes de niños, niñas o adolescentes a su cargo, hay 906 denuncias de abusos y el sesenta por ciento de los pequeños no están escolarizados.

En otro orden, prometí también Metro para La Pintana -la única comuna de Santiago que no cuenta con este medio de transporte- y ya se produjo el anuncio presidencial correspondiente. Cumplo mis promesas.

Pressenza: En este primer año te has caracterizado por gestos políticos inolvidables, que develan a los poderosos desenmascarando sus intereses y su forma elitista de concebir la política. Cruzaste todo el hemiciclo para ir a encarar a un diputado de ultra derecha que degradaba a las víctimas de derechos humanos, con una dignidad que nos hizo recordar la fuerza moral con que nos levantamos de la dictadura, la entereza de quienes nunca nos rendimos. Sin embargo fuiste sancionada por ello, incluso por diputados del Frente Amplio. ¿Cómo convive en tí el humanismo que te impulsa a esos gestos coherentes con la participación en un conglomerado que parece bastante inmaduro y tal vez no comprende la grandeza de estas acciones?

Pamela Jiles: Nuestra llegada al Parlamento es un acto insurreccional, un reto al poder establecido. Es lo que he intentado marcar a cada paso, seguir la huella de Laura Rodríguez que fue tan clara en mostrar lo que debe ser un parlamentario humanista, de espaldas al parlamento y de cara a la gente. No nos interesa ser diputados para convertirnos en privilegiados sino para subvertir el orden antidemócratico, clasista, racista, sexista. Los humanistas ponemos el cuerpo, no somos especulativos, generamos acción política concreta. Eso se hace a través de mucho trabajo legislativo y fiscalizador pero también a través de gestos performativos, como Laura Rodríguez lo hizo hace treinta años.

La acción política revolucionaria implica una incomodidad manifiesta con la institucionalidad. Pero hay entre nosotros quienes querrían transformar la coalición en el nuevo partido del orden, agradar al Ministro Blumel, a Izikson de Cadem o a la Comisión de Ética del Congreso Nacional. La historia le va a pasar por encima a los que no entiendan lo que los sinmonea nos señalan. Yo creo que no todos los parlamentarios del Frente Amplio han estado a la altura de lo que la ciudadanía nos pide: impugnar al poder dentro y fuera del Congreso, no acomodarnos a él. En eso estamos: subiendo el estándar político y moral. Político, porque es precisamente la identidad con la gente lo que nos llevará a ser gobierno. Moral, porque el Frente Amplio debe tener un comportamiento ejemplar. Le pertenecemos a todos los que se sientan convocados y no hay nadie que pueda erigirse en comisario, patrón, factótum o verdugo de nuestra gente. Los sinmonea mandan, los parlamentarios estamos a su servicio.

Pressenza: También en el plano internacional, muchos parlamentarios de tu coalición han definido posiciones respecto de Venezuela que resultan absolutamente cuestionables desde una mirada democrática y no injerencista. Tú en cambio te has planteado públicamente desde la defensa de la paz a ultranza, con el debido respeto hacia el proceso bolivariano. ¿Crees posible que tu postura se abra paso entre los frenteamplistas? ¿Cómo ves su capacidad de flexibilizar posiciones?

Pamela Jiles: Es importante entender que el Frente Amplio es un pacto electoral exitoso. Aún no se transforma en una coalición con un proyecto político claro. En él convive un arco que va desde la izquierda histórica más radical hasta gente que es directamente de derecha. Esa es una diversidad escencial, identitaria, que puede ser una riqueza del conglomerado, pero hay quienes operan para cercenar trozos de ese arco con criterios muy cupulares, que intentan ponerse en línea con la derecha. Por ejemplo, los que se prestan para justificar una intervención militar sangrienta en un país hermano. Y eso no lo vamos a permitir. Se suele olvidar que el Partido Humanista es la segunda fuerza electoral del Frente Amplio, separados sólo por un punto porcentual de Revolución Democrática, y nosotros propiciamos que la solución a esa crisis la resuelva el propio pueblo venezolano, a través del diálogo interno desde el respeto al derecho internacional y a los derechos humanos.

Pressenza: Se acerca el 8 de marzo, día de la huelga internacional de las mujeres impulsada por los feminismos. Te has convertido en una de las referencias de mayor peso entre las mujeres chilenas, por tus acciones pero también por tu capacidad de análisis respecto de las formas con que oprime esta sociedad patriarcal. ¿Qué les dirías a las compañeras que preparan sus acciones para esta fecha y buscan romper los límites que les impone el Chile actual?

Pamela Jiles: La Judith Butler dice que “exponemos los cuerpos por los que reclamamos, hacemos esto por el otro y con el otro, sin que esto presuponga necesariamente armonía o amor, como un modo de crear un nuevo cuerpo político”.

Yo soy transexual, homosexual, hombre, mujer, lesbiana o lo que sea. Mi sexo es el de los oprimidos. Paso de un estado al otro y al otro, como una forma de resistencia. Cuestiono la heteronorma en todos mis actos, no solo el 8 de marzo. Y claro, creo que es muy importante que nos expresemos juntas para cambiar el maltrato que vivimos, pero no solo las mujeres. También los hombres feministas y sobre todo la creciente e invisibilizada masa de quirfeministas. Para mí es clave el mundo de la diversidad que vive las formas más brutales de violencia. Debemos ser transfeministas todos. Esa es la única forma de resistencia que abrirá paso a la revolución.

Pressenza: Muchas gracias Pamela por compartir con nosotros tus reflexiones, es un gusto conversar contigo sobre estos temas.