Por Lx Negrx
¿Qué dicen cuando dicen que el 8M es o debería ser sólo de mujeres? ¿Qué se dice cuando esas palabras vienen cargadas de un biologicismo trans excluyente de los espacios de construcción colectiva? ¿Por qué hay feministas que se sienten más o menos habilitadxs a determinar cuál o quién es el sujeto político del feminismo? En principio, deberíamos pensar qué esconden ciertos mensajes cargados de odio, excluyentes, descalificantes. Porque esos viejos discursos “nuevos”, no son sólo palabras lanzadas al vacío. Tienen una historia, tienen una continuidad y si algo aprendimos les feministas es a tejer con nuestro pasado y nuestro futuro.
Un sector del feminismo que se autodenomina feminismo radical tiene como base ideológica una posición biologicista. Esto implica lo siguiente: pensar un sistema de repartición de lugares/privilegios en la organización social y política desde una concepción netamente biológica. ¿Suena raro? No, para nada, ya lo ha hecho el nazismo en su momento y es uno de los motores históricos del racismo en general. Implica que habemos cuerpos y vidas, que tenemos diferentes valores en escalas que van desde “lo deseable” a lo aniquilable. Que hay quienes somos reconocides como sujetos de derecho y actorxs políticos y quienes no llegamos a esa categoría de humanidad necesaria.
Y si bien, estos sectores del feminismo suelen apuntar abiertamente a las personas trans femeninas, masculinas, no binarias, agénero, géneros fluidos y a las travas, como ajenxs al movimiento y a quienes quieren fuera de él, también esconden en su discurso una moral sexual que indirectamente apunta a todxs quienes no tengan prácticas heterosexuales. Claro, es una moral que se aplica menos punitivamente al resto de las disidencias que a trans y travas, pero que en definitiva privilegia la heterosexualidad como forma de vinculación sexual válida y jamás es evaluada como una forma más de opresión.
De esta manera y reproduciendo lógicas patriarcales, estos sectores del feminismo plantean que personas trans, travas y otras identidades no hegémonicas (es decir distintas a mujeres cis) deben ser excluidas de los movimientos feministas. No se nos reconoce como sujetxs políticos del feminismo y mucho menos como aliadxs ante las opresiones a las que el patriarcado nos somete a todxs.
Cabría preguntarnos entonces: ¿Cómo es posible un feminismo que piensa únicamente a las cis mujeres (privilegiando a las heterosexuales dentro de él) como el sujeto político del mismo feminismo que pretende cambiarlo todo? Bueno, es evidente que no todo quiere ser cambiado. Como un movimiento que lejos de cambiarlo todo –todo eso que nos mata– sólo viene a disciplinar nuestros cuerpos, nuestras camas y nuestros deseos. Suena bastante a otra miope política identitaria que lejos de querer emanciparnos de todo a todxs, sólo quiere disputar su pequeña porción de poder en la fiesta capitalista y que para ello legitima un separatismo esencialista o biologicista, como medida de todas las cosas. Como si la portación de vulva fuera de alguna forma, la garantía de que compartimos opresiones y que lxs demás, por no poseerla o por identificarse como trans masculinidad, no binarix, etc, encarnaran directamente al mismísimo patriarcado.
Imagínense, amigues feministas, que este mismo recurso se aplicara a personas negras. Si hubiera en la entrada a nuestros espacios de organización una escala cromática de tonalidades que admitiesen sólo a blanquitxs. ¿Lo bancaríamos? ¿Llamaríamos a nuestrxs compas negrxs a “ser tolerantes” con las ideologías que se plasman en dicha escala? Porque además sucede eso, se nos tilda de intolerantes a quienes denunciamos estas violencias. Pareciera que hay que respetar las opiniones de aquellas que vienen a decirnos quiénes podemos o no habitar y producir el feminismo.
En la primer asamblea del 8M del año pasado, un grupo de lesbianas y personas trans, pidieron a la Asamblea que se pronunciara antibiologicista y se denunciaran la violencias de las que eran víctimas (especialmente) trans y travas por parte de estos sectores radicales. A la fecha seguimos proponiendo lo mismo, no podemos apoyar a un feminismo esencialista, biologicista y trans excluyente que privilegie unas vidas sobre otras. Cambiarlo todo incluye poner fin a los discursos de odio que se reproducen en nuestros propios espacios.