Por Pedro Brieger
El Salvador. Franklin Selva, experto en encuestas políticas: “El FMLN perdió la oportunidad delegada por el voto endosado por más de 1.3 millones de votantes en 2009”
El domingo 3 de febrero se realizaron las elecciones presidenciales en El Salvador donde triunfó en primera vuelta con el 53% de los votos Nayib Bukele, el candidato del partido GANA. El tradicional partido de derecha ARENA quedó en segundo lugar con casi el 32% de los votos y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional –FMLN–, después de más de una década en el gobierno, obtuvo el 14% de los votos, quedando en tercer lugar. Sin embargo, en las elecciones legislativas realizadas en 2018 GANA apenas salió en tercer lugar detrás del FMLN y ARENA, que se convirtió en la primera minoría sin lograr la mayoría absoluta.
Para entender el por qué de la victoria de Nayib Bukele, los cambios del electorado y la caída del FMLN, NODAL dialogó con Franklin Selva, comunicador social y experto en encuestas políticas.
–En las elecciones presidenciales de 2014, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional había triunfado con más del 50% de los votos en segunda vuelta ¿Cómo se explica la derrota del FMLN en los recientes comicios celebrados en El Salvador?
–Recientemente El Salvador vivió una jornada electoral muy atípica, no en el sentido del proceso o la forma de votar, más bien en los métodos de convocatoria y presentación de propuestas, si así se quiere ver. Esta vez el FMLN, la fuerza política de izquierda más grande y organizada en la historia de El Salvador, ha sufrido el más fuerte revés en tiempos electorales. Justo al cumplirse 25 años de su primera participación electoral después de la transición de guerrilla a partido político.
Los mensajes son claros: El FMLN perdió la oportunidad delegada por el voto endosado por más de 1.3 millones de votantes en 2009, elección que ganó y lo llevó por primera vez a la silla presidencial, con un candidato foráneo, bajo el lema de la esperanza. En esa ocasión, el Frente tuvo que ir a la contienda contra toda la derecha unida bajo una sola bandera: La de ARENA. En 2014, la elección presidencial significó para el FMLN casi 1.5 millones de votantes en la segunda vuelta, hasta entonces, ARENA, que venía de una ruptura interna, seguía siendo su principal contrincante. Abajo, en un tercer lugar, GANA el partido que nació como “la nueva derecha” después de la derrota de ARENA había acumulado apenas 307 mil votos. Cinco años después, con una derrota histórica, el FMLN que perdió 1.1 millones de votos, respecto a la última presidencial de 2014, frente a GANA, que no dudó en servir como vehículo electoral para ofrecer una nueva opción que las encuestas ya daban como favorita.
–¿De qué manera el presidente electo Nayib Bukele logró pasar en menos de un año del 6% del electorado al 53%? ¿Qué factores incidieron en este giro de la política salvadoreña donde el triunfo quedó en manos de un candidato que no representaba ni a la izquierda ni a la derecha tradicional?
–Dos elementos comunicacionales fueron claves para el retorno de la derecha al país: El desgaste de las opciones políticas y el discurso de la no ideología. El mensaje fue contundente. La gente no votó por la derecha tradicional, votó por la derecha que llevaba a un candidato nacido y promovido por la izquierda y que luego fue expulsado. Fue así y no puede negarse. Un candidato que se ocultó de los debates, pero que conectó con los votantes, que diseñó una campaña virtual, y que creó líneas discursivas sencillas pero impactantes, casi siempre contradictorias, pero como siempre, olvidadas entre el mar de información.
La campaña electoral, mediática y comunicacionalmente plantea nuevos retos en materia de discurso. Masivamente y a manera de tener referencias cualitativas, las mediaciones se crearon bajo el discurso de un “voto de castigo” no al partido o sus programas sociales, sino a una dirección que sigue teniendo muchos de los mismos rostros desde hace más de 30 años. La gente no protestó por las transformaciones sociales, sino que preguntó por qué no se pudo ser más radical para aplicar medidas económicas que transformaran la realidad impuesta por un sistema neoliberal. Se quedaron esperando una reforma fiscal que apretara al gran capital.
La falta de un liderazgo facilitó la evolución de un nuevo tipo de discurso apegado a la efervescencia de las fakenews, a la rapidez con la que la “memecracia” comenzó a facilitar la comprensión de un mensaje y la aparición de influenciadores que se ubican en los estratos medios, que además de no verse directamente beneficiados de los programas sociales, se vieron afectados en algún momento con las medidas económicas desacertadas como el ajuste de subsidios y la falta de una garantía previsional que ya es una realidad no sólo en El Salvador, sino que es punto de quiebre de la economía mundial.
–Ante este panorama donde las izquierdas y los progresismos de la región, a excepción de casos puntuales, no logran conquistar a las y los votantes ¿Cuál es el desafío que tienen por delante para reposicionarse en América Latina?
–El reto de la izquierda latinoamericana es duro, cercada por nuevos gobiernos de extrema derecha y el resurgimiento de las alternativas políticas representadas por “empresarios exitosos” y las movidas judiciales que conllevan a procesos constitucionales atípicos que quitan y ponen presidentes interinos. La desvinculación con los movimientos sociales y los círculos de pensamiento crítico y espacios de debate permitieron la difusión del discurso de desgaste con muchos y pocos argumentos. La conducta coherente, el pensamiento crítico para crear militancia popular exige esta vez tocar fibras sensibles y estructurales de la izquierda. No puede únicamente señalarse culpables, sino también asumir los retos, pero estos llevan consigo el abandono del discurso retórico, la vinculación y adaptación a las nuevas formas de comunicar y entender los procesos sociales.
–¿Qué sigue en la izquierda: replantearse, reordenarse o reinventarse?
–El relevo generacional no es opcional, es una condición necesaria para la transformación y coherencia en el discurso que la gente probablemente aún espera de la izquierda.