La Agencia Internacional de la Energía (AIE), en un reciente informe titulado “Perspectivas mundiales de inversión en energía”, advierte que será necesario invertir 48 billones de dólares hasta el 2035 para cubrir las crecientes necesidades energéticas mundiales. Pero el abrupto desplome del precio del crudo hasta los $50, imposibilitará a los países productores conseguir precios competitivos que permitirían la necesaria inversión en infraestructuras energéticas y búsqueda de nuevas explotaciones. Asimismo, según Rystad Energy, la industria petrolera necesita reemplazar 34.000 millones de barriles de crudo al año, pero debido al drástico descenso de las inversiones en exploración y producción mundial no sería descartable un posible estrangulamiento de la producción mundial del crudo en el horizonte del 2025 al concatenarse la recuperación económica de EE.UU. y la UE con factores geopolíticos desestabilizadores (Nueva Guerra en Oriente Medio). Ello originará presumiblemente una psicosis de desabastecimiento y el incremento espectacular del precio del crudo hasta los niveles del 2008 (rondando los $150) que tendrá su reflejo en un salvaje encarecimiento de los fletes de transporte y de los fertilizantes agrícolas, lo que aunado con inusuales sequías e inundaciones en los tradicionales graneros mundiales y la consecuente aplicación de restricciones a la exportación de commodities agrícolas de dichos países para asegurar su autoabastecimiento, podría producir el desabastecimiento de los mercados mundiales, el incremento de los precios hasta niveles estratosféricos y la consecuente crisis alimentaria mundial.
El Niño y la nueva Crisis alimentaria mundial
Según cálculos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el fenómeno meteorológico conocido como “El Niño”, tendría ya efectos devastadores en la seguridad alimentaria, medios de vida, nutrición y salud de cerca de 100 millones de personas en todo el mundo, por lo que sería necesaria una ayuda urgente de más de 7500 millones de dólares para labores de emergencia y recuperación de infraestructuras, de lo que serían paradigma la brutal seguía padecida por Centroamérica, Colombia, Venezuela, California, Vietnam, Etiopía, Timor Oriental y África Austral; inusuales inundaciones en Somalia, Tanzania, Estados sureños de EE.UU., Ecuador, Perú, Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay así como devastadores incendios en California, Australia, Nueva Zelanda, Chile, Venezuela e Indonesia.
Por su parte, el economista de la FAO Abdolreza Abbassian, en declaraciones a The Associated Press, ha señalado que para alimentar la población mundial, (que llegará a 9.000 millones de personas en el 2050), se necesitará un incremento de 70% de la producción global de alimentos en los próximos 40 años, tarea que se antoja titánica pues mientras la población mundial crece un 1,55% anual, los rendimientos del trigo (la mayor fuente de proteína en países pobres), habrían sufrido un descenso del 1%. Mención especial merece Egipto, país en el que un tercio de sus 80 millones de habitantes vivirían en el umbral de la pobreza y que se ve obligado a destinar ocho millones de toneladas de trigo anuales (de los que 6 millones serían importados), para producir el pan subsidiado, imprescindible para evitar las revueltas sociales del 2007 y lastrado por un desarrollo económico suicida, caracterizado por el crecimiento desmesurado de macrourbes y megacomplejos turísticos y la consiguiente reducción de la superficie destinada al cultivo agrícola, por lo que es urgente que revise sus políticas agrícolas y retorne a la arcana costumbre de disponer de reservas propias de granos para situaciones de emergencia.
Si a ello le sumamos la intervención de los brokers especulativos en el mercado de futuros de las commodities agrícolas, el resultado sería una espiral de aumentos de precios en las materias primas imposibles de asumir por las economías del Primer Mundo y el finiquito de los Objetivos del Tercer Milenio de reducir el hambre en el mundo, pues según la FAO, desde el 2005 el índice de precios de cereales habría aumentado al doble y el número de desnutridos crónicos en el mundo rozaría en la actualidad los 925 millones de personas. La hambruna afectará especialmente a las Antillas, México, América Central, Colombia, Venezuela, Bolivia, Egipto, Cuerno de África, Mongolia, Corea del Norte, India, China, Bangladesh y Sudeste Asiático, ensañándose con especial virulencia con el África Subsahariana.