Por Jerome Irwin

Otro año ha pasado y el clima del planeta Tierra se sigue volviendo aún más extremo, violento e impredecible. Los océanos de la tierra de están calentando más rápido de lo que pronosticaron los científicos hace cinco años. Australia es actualmente el lugar más caliente de la tierra con temperaturas que llegan a récords de más de 50 grados Celsius. Ahora, si las temperaturas sobrepasan los 50 grados en Australia o a -50 en algún otro país en el que nunca había sucedido antes, o si hay sequía en donde las lluvias abundaban; el mensaje y el significado es uno, el mismo.

La rapidez con la que esto está sucediendo es vertiginosa. Gracias a periódicos australianos como el Sidney Morning Herald, el reportaje de lo que está sucediendo Down Under es absolutamente brillante. Pero rara vez ocurren cambios significantes y duraderos y toda la fanfarria y la exposición, sin importar cuán condenable sea, a la larga parecen no llegar a nada más que la interesante música que sonaba mientras el Titanic se hundía lentamente; mientras que la pura insensibilidad y brutalidad de demasiados humanos involucrados continúa impactando al mundo natural y humano.

Aun así, cada día los políticos de derecha sean en Australia o en cualquier otra parte del mundo buscan negar el concepto de cambio climático. Aquellos como el presidente de E.E.U.U. Donald Trump rara vez, si alguna vez pronuncian las palabras Cambio Climático, mientras los que niegan el cambio climático como el magnate de los periódicos Rupert Murdoch – y una vasta red de detractores industrialistas de Fox News, científicos, académicos y medios de comunicación – a diario profanan y contaminan las ondas de aire y los pensamientos de los crédulos con falta de juicio con incredulidad y negación de la impactante realidad de la perpetración de los humanos en contra de todas las aguas, tierras, del aire y los habitantes de la tierra. Ellos y muchos otros como ellos confunden y enredan la conciencia colectiva de las masas para minimizar lo que está sucediendo; especialmente en ciudades que se expanden a gran velocidad como Sídney, Australia y la visión distópica del mundo que se proyecta hacia el futuro en tono febril como si no hubiera otra alternativa para mañana.

A pesar de todo, si realmente existe un cambio climático que se debe transformar drásticamente, por no decir que debería ser revertido por completo si es que aún queda algo de esperanza de crear un futuro en el que valga la pena vivir –es el clima opresivo de la avaricia y la corrupción que contamina y mata diariamente el planeta tierra. Pero muchos de los llamados expertos del cambio climático rara vez computan en sus argumentos de “ciencia climática” la necesidad imperiosa de reducir radicalmente estos elementos de comportamiento opresivo del cambio climático humano.

Se rehúsan a llamarlo Crisis Climática, Desastre Climático, Devastación Humana o lo que sea más descriptivo de los eventos que ocurren rápidamente más allá del mero e insípido Cambio que ocurre en contra de todas las formas de vida en manos de los políticos del mundo, los maestros corporativos y sus aliados en los medios de comunicación. Todos ellos a diario insultan la inteligencia básica de la humanidad cuando intentan contar tantas mentiras colosales acerca de como ciudades australianas como Sídney, y estados completos como Nueva Gales del Sur, dominadas por estos maestros corporativos, permiten que los proyectos de vivienda y desarrollo corporativo cada vez más grandes y más densos se conviertan de acuerdo con los denominados “planes de acción ambiental” que se mueven más rápido y más allá de lo que se le podría ocurrir a cualquier código, normativa o estándar sensatos.

Sin embargo, a pesar de todo esto, muchos australianos todavía se aferran a la creencia de que al final, todo va a “salir bien”, como suelen decir para mantener una actitud positiva frente a todas las penurias y dificultades que han tenido que enfrentar durante los últimos 200 años. Por varias razones todavía se refieren a sí mismos como “El país con suerte”.

Pero este sentimiento de “suerte” vuela hacia la cara de ciertas realidades que sugieren que esta auto adulación no es ni terminará siendo tan suertuda o precisa. Primero, está la cuestionable viabilidad a largo plazo del plan de jubilación económica de Australia que muchos ya argumentan que está en grave peligro; ¿qué pasa con la ya tumultuosa espiral económica descendiente que recorre el mundo y Australia en particular, que son presagios de cosas peores en el futuro? Especialmente teniendo en cuenta las cuestionables políticas de inmigración actuales de Australia que ya tienen y seguirán cambiando radicalmente la demografía de su base de población y el rostro de su fuerza laboral, quienes sostienen un espíritu y una visión del mundo muy diferentes a los que existían en su ciudadanía original en el pasado. Luego están los constantes esquemas corporativos maquiavélicos y la locura del agitado clima político de Sídney, Nueva Gales del Sur y Australia que siempre fomentan demasiada codicia y corrupción entre sus políticos elitistas, banqueros e instituciones financieras. Estas élites torcidas y egoístas crean de todo desde: préstamos falsos para la compra de viviendas inasequibles; la aprobación de conceptos extraños, como el engranaje negativo que permite a los especuladores ricos comprar mútiples casas y propiedades sin tener que pagar impuestos sobre la renta; proporcionar “visas estudiantiles” falsas que permiten hordas de personas saltarse la cola e invadir el país sin importar los procedimientos de inmigración apropiados. Semejantes dinámicas sociales compuestas por un predominante estilo de gobierno político antidemocrático y autocrático en Australia que permite cosas como: la eliminación unilateral de las juntas y comités de ciudades y pueblos elegidos legalmente y su amalgamiento a entidades políticas más grandes con poco o ningún debate público o consulta. Este estilo autocrático de gobierno se vende regularmente a los desarrolladores, especuladores y sitios arquitectónicos e históricos de interés foráneo; permitiendo que sea arrastrados con poco o ningún dialogo público; además de aprobar  importantes contratos de desarrollo, firmados en secreto, lejos del escrutinio público, sin presentar primero los contratos en concursos abiertos y justos.

Sin embargo, el giro oficial australiano del «País de la suerte» sigue sin embargo, donde, a pesar de toda la crueldad política y económica en el mundo moderno, todo eventualmente «saldrá bien» y, en el caso del cambio climático, cualquier futuro objetivo elevado debe establecer proyecciones para alcanzar objetivos tales como: reducción significativa de las emisiones de gases de efecto invernadero; bajar la temperatura de los océanos que rodean continente australiano, o; reducir las condiciones de sequía de casi el 100 por ciento en Nueva Gales del Sur. Como muchos australianos lo dirían sin rodeos, «¡Eso es un montón de mierda, amigo!». Lo más probable es que lo que ocurra no salvará el medio ambiente ni mejorará las condiciones climáticas en Sydney, Nueva Gales del Sur, Australia o en cualquier otro lugar del planeta tierra donde prevalecen las mismas dinámicas políticas y económicas.

Sin embargo, Australia sigue siendo un país en particular en el mundo occidental que se enorgullece de que su apodo tributario sea un lugar de buena fortuna. Sus políticas existentes desde hace mucho de fuerte sindicalismo en el lugar de trabajo y su generoso plan de jubilación progresiva, por el cual lucharon vigorosamente durante años, significan que los australianos, en comparación con los ciudadanos de otros países, continúan, por el momento, disfrutando de una alta tasa de ingreso disponible que es la envidia del mundo porque brinda a sus ciudadanos muchas oportunidades para viajes por el mundo, actividades recreativas y de ocio, mientras que el clima y el entorno natural de Australia sirven como un imán que atrae al resto del mundo a sus orillas en cada vez mayores números. De ahí la imagen del País Afortunado que Australia hará todo lo posible para preservar, incluso si, a la inversa, significa un costo terrible para su mundo natural y la pérdida generalizada de tanta propiedad icónica, tradicional, arquitectónica y patrimonio de la humanidad; todo lo cual se considera cada vez más prescindible y puesto la tabla de picar por la «línea de fondo» del mundo corporativo.

Mantener esta imagen privilegiada de sí mismo significa que los sucesivos gobiernos de Australia han comprado lo que, para muchos, es una espiral mortal cada vez más descendente de «Grandeza»: cruceros cada vez más grandes; más y más turismo; casinos de juego  y centros de entretenimiento cada vez más lujosos; viviendas deslumbrantes, masivas, rascacielos y desarrollos corporativos cada vez más altos; agro empresas y cultivos cada vez más grandes que están sobrecargando y destruyendo el equilibrio natural del medio ambiente, así como también todo tipo de autocomplacencias que conducen a obesidades graves de diversos tipos en su cultura humana y física. Todo esto ahora gobierna el modo de vida australiano como lo hace en cualquier otra parte del mundo, bajo el disfraz de perpetua revitalización urbana, cultural y humana. El exceso desenfrenado, la sobrepoblación perpetua y el gobierno autocrático ahora son la deus-ex-machina de la civilización humana moderna en Sídney y cien ciudades como esta en el mundo que están empeñadas en la misma trayectoria.

Sin embargo, el destino de todo este perpetuo amontonamiento de lo grande y lo alto en el mundo urbano, natural y humano de ciudades y estados como Sídney y Nueva Gales del Sur significa que, en lugar de su revitalización mutua colectiva, representan una espiral descendente, suicida y mutuamente destructiva donde un mundo actúa como imagen reflejada de los demás.

Durante más de cuarenta años que este escritor ha estado viajando a las costas de Australia, ha notado como los físicos del australiano y australiana promedio, que una vez fueron finos, delgados y atléticos se han deteriorado notablemente; cada vez más gordos y con sobrepeso, pareciendo menos físicamente activos y poco saludables. A medida que avanzaron las décadas, el mundo natural de Australia también ha reflejado los mismos efectos negativos de las imágenes humanas poco saludables. Gran parte de eso se debe a las abominaciones de demasiada actividad humana abusiva como: la Corporación Adani del multimillonario de las Indias Orientales y su impacto negativo en la Gran Barrera de Coral; la idiotez burocrática del lamentablemente incompetente Plan de Autoridad de la Cuenca del Río Murray-Darling del gobierno de Australia, y su posterior uso y abuso trágicos de los Ríos Murray y Darling; el excesivo uso excesivo del precioso y limitado suministro de agua de Australia, robado por grandes empresas agrícolas, como el de los productores de algodón; mientras persiste la difícil situación de muchas de sus especies de vida silvestre en peligro de extinción, como el oso koala y el canguro.

El Koala y el Canguro continúan siendo diezmados por aquellos humanos en el poder que se niegan a aceptar la premisa básica de que ellos, y otras especies no humanas en el mundo, como: el bisonte en América del Norte; El elefante y el rinoceronte en África, y; el tigre en la india; tienen el mismo derecho inherente e innato que los seres humanos al disfrute de la vida y al cumplimiento de sus derechos de nacimiento. El gobierno australiano y Australia corporativa, así como un gran número de agricultores ordinarios de Australia, continúan negándose a coexistir con el Koala y el canguro mientras continúan diezmando sus hábitats a través de la deforestación masiva, envenenamiento, negocios agrícolas, minería y proyectos de vivienda.

Una variante de este tema se podría contar para cada ciudad y país del mundo, pero especialmente en el Nuevo Mundo. Este tema de grandeza corporativa en todas las cosas ha creado una verdadera realidad del «salvaje oeste» en lugares como Australia. Es como si el Nuevo y el Viejo Mundo hubieran sido empujados una vez más en el tiempo hace doscientos años o más hasta el momento del primer contacto entre las dos filosofías originales del mundo opuesto de la mentalidad indígena y colonizadora; cuando la vida australiana temprana una vez fue gobernada y dictada por los MacArthur de la época y su forma de gobierno corrupta «Rum Corp»; donde todo – una vez más, tierras, recursos, soberanía, hegemonía y turbas de asiáticos, indios, aborígenes, del Medio Oriente y anglo europeos – han sido arrojados en otro frenesí para sobrevivir, donde siempre está mucho en juego y todas las canicas cada vez más finitas en juego.

Sucede que Australia es simplemente un país y al mismo tiempo todo un continente que ha sido bendecido con un verdadero tesoro de minerales y recursos naturales; donde todo el drama continúa con la minería exhaustiva y la extracción de sus recursos naturales por un mundo corporativo cada vez más hambriento que nunca puede tener suficiente de todo. Toda esta sed de grandeza tiene un alto costo para el ambiente natural y humano que es acumulativo.

Los líderes políticos y corporativos de Australia, al igual que sus homólogos globales, siempre han estado preparados, con o sin la aprobación de su propia gente, para potencialmente matar al ganso que puso el huevo de oro y hacer lo que sea necesario para garantizar que sin importar cuál sea el detrimento para un mundo natural de estado estable, la cultura humana y el clima, la vida del siglo XXI debe continuar como una proposición perpetua de bola de demolición.

Por lo tanto, el estruendo que se escuchó en las costas de Australia significa que cuando llega el momento de empujar a Corporate Australia, como un excelente ejemplo de Corporate Planet Earth, esencialmente son traidores a la preservación de la tierra y cualquier tipo de estilo de vida humano tradicional y duradero. La conclusión es que es casi imposible dar la misma lealtad a ambos. Uno u otro, en última instancia, debe tomar la supremacía. Las fuerzas corporativas arrogantes del mundo simplemente nunca renunciarán voluntariamente a lo que constituye su propio «estado favorecido por la suerte», incluso si esto significa destruir totalmente el equilibrio de la naturaleza y permitir, sin embargo, que gran parte de las especies nativas del planeta, la flora y la fauna en todos los océanos y tierras finalmente desaparezcan.

Pero en Australia, existe una verdadera guerra de «disparos» declarada no oficialmente entre la gente y estos maestros corporativos; con la gente «filtrando» anónimamente condenantes informes confidenciales de bombas de tiempo uno tras otro a cualquier fuente australiana honesta en la prensa que los escuche, con la esperanza de que les ayuden a hacer sonar el silbato y cambiar las cosas.

Como el choque planetario de las mismas olas furiosas que golpean contra cada orilla, este ruido es tan constante y ensordecedor como insensibilizador. Un comercial que se pasa actualmente en los medios de comunicación por BHP, la compañía de recursos globales de Australia, resume sucintamente todo lo que hay detrás de la lucha y la resistencia a tanta arrogancia corporativa que declara implacablemente: “Cuando las ciudades del mundo crecen, Australia también crece. ¡PIENSA EN GRANDE! «¡’Piensa en grande’ es el mantra de un futuro oscuro!

Por supuesto, todo es una completa y absoluta locura, pero este creciente estruendo podría tomarse como una verdadera plantilla de los patrones fuera de control típicos de la civilización moderna de la humanidad que, aparentemente, lo único que sabe hacer es crear mayores excesos perturbadores de todo lo que continúa destruyendo las sustancias preciosas y finitas de la biosfera y los procesos vitales.

La misma dinámica está en juego en todas partes: riqueza ilimitada dispensada a unos pocos selectos; explotación de la población que pone impuestos exagerados a todos los aspectos de la vida humana moderna; la corrupción desenfrenada de las leyes democráticas consagradas en el tiempo y los principios de la sociedad son burlados, y cada aspecto de la vida «sin fines de lucro» se considera prescindible; un número creciente de inmigrantes y refugiados que invaden todas las regiones y que cuyas formas de vida son incompatibles con las tradiciones establecidas y las formas naturales de cualquiera que sea su anfitrión nuevo; la creciente población humana exige cada vez más suministros de alimentos, medicinas y los medios básicos de supervivencia de la tierra y los mares que no pueden satisfacer la creciente demanda, lo cual aumenta la extinción de las especies; la liberación continua de cantidades y cantidades incalculables de contaminantes, deshechos y toxinas en todas las aguas, la tierra y el aire; la densificación sin control y la expansión cada vez mayor de desarrollos humanos que sobrecargan y amenazan con colapsar las infraestructuras urbanas que se extienden mucho más allá de sus límites normales; la pérdida devastadora y generalizada del valioso patrimonio humano y el patrimonio cultural consagrados por el tiempo, considerado prescindible por la «línea de fondo»; un malestar de la llamada diversidad multicultural que simplemente diluye y disipa las sociedades que los precedieron y cualquier esfuerzo que hayan hecho  a lo largo de los siglos para preservar sus formas de vida. Tomadas en conjunto, estas dinámicas continúan proyectándose hacia adelante, acumulándose, al mismo tiempo, en un futuro cada vez más desconocido e incierto que está minando las esperanzas y los sueños de las generaciones de jóvenes por venir.

Aparte de que la humanidad repentinamente haga un cambio de actitud fuera de carácter de lo que ha estado haciendo durante siglos, ningún otro futuro posible y dramáticamente diferente es posible además de la eventualidad de cualquier tipo de desastre masivo en la Isla de Pascua que se pueda leer en las cartas del tarot del futuro.

Sin embargo, muchos críticos implacables, como Ralph Nader, ex candidato a la Presidencia de los Estados Unidos, persisten estoicamente en sus esfuerzos por llamar la atención del mundo sobre el uso cruel y enfermizo del término tibio e insidioso Cambio Climático que no comienza ni remotamente a describir todo lo que está pasando; desconsiderada e inconscientemente como este término ha sido azotado por muchos expertos que niegan lo que debería ser una verdad evidente de la catástrofe, la crisis del agua, la crisis del aire, la  crisis de tierra y del suelo, todas de proporciones épicas y que ya están en marcha. Demasiados en sus envanecidos asientos de poder preferirían evadir y evitar para siempre el dilema de la Isla de Pascua, que es el elefante en la habitación que los mira fijamente en sus rostros, y que subyace a las realidades críticas sobre las cuales el destino de la humanidad y todas las demás especies de la tierra cuelga, tan precipitadamente.

Sin embargo, el otro elefante igualmente ignorado en la habitación al que aparentemente están cegados es qué hacer ante la crisis mundial de una explosión demográfica sin control. Obvio, a menos que y hasta que esta crisis general también se aborde seriamente, especialmente cuando las políticas de inmigración actuales en todos los países del mundo están en tal confusión y desorden, esta crisis mundial solo continuará escalando y agravando todas las otras dinámicas mencionadas anteriormente que juntos solo empujarán a cada cultura y sociedad mucho más cerca del borde de un escenario tan insólitamente terrible como el de la Isla de Pascua.

Así que esta es la razón por la que aquellos como: Ralph Nadar en América; Dick Smith en Australia (www.DickSmithfairgo.com.au) y; la activista climática Greta Thunberg en Suecia (Movimiento por el Clima Juvenil 4), quien provocó una protesta de estudiantes en todo el mundo para protestar por las falacias del cambio climático; y tantos otros se esfuerzan incesantemente por expresar el simple punto de que es absurdo poner tanto énfasis en el llamado «cambio climático»; que, en verdad, debería reservarse simplemente para asuntos que normalmente están fuera del control humano y que se refieren a condiciones meteorológicas variables y locales o cambios cíclicos ordinarios de las estaciones, desde el invierno hasta la primavera y desde el verano hasta el otoño.

Así que aquí hay una nueva resolución sugerida para que la raza humana tome en 2019 y más allá. Cada vez que otro político disimulado, CEO corporativo, editor de noticias o «Charley McCarthy» en la televisión usa el término lavacerebros «cambio climático», todos los ciudadanos preocupados por la tierra deben inmediatamente llamar, escribir o tuitear la protesta «¡Estoy enojado como el infierno y no voy a soportar todas las mentiras más! ¡Solo detengamos toda la mierda y empecemos con decir algo de verdad acerca de todo esto!»

Tal vez una nueva resolución planetaria tenga el efecto deseado y, colectivamente, la ciudadanía común del planeta pueda minimizar la inminente tragedia de la biosfera perpetrada contra todos nosotros como un pueblo, una raza, un planeta.

Jerome Irwin es un escritor independiente y presidente fundador de la Asociación de Residentes de Lower Capilano en North Vancouver, Columbia Británica, Canadá. Durante décadas, Irwin ha tratado de llamar la atención sobre los problemas de sostenibilidad causados por los mega desarrollos excesivos, la congestión del tráfico, la pérdida de vecindarios unifamiliares y una gran cantidad de temas ambientales-ecológicos-espirituales relacionados y preocupaciones que existen entre las filosofías conflictivas entre indígenas y pueblos no indígenas.


Traducción del inglés de: Antonella Ayala