Por Huerquén, Comunicación en colectivo
Este viernes 15 de febrero, la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) se disponía a realizar dos Feriazos en la Ciudad de Buenos Aires. A fines del año pasado el gobierno de Rodríguez Larreta prohibió la continuidad de los mismos con el irrisorio (y falso) argumento de que “cada verdurazo dejaba suciedad en las plazas”. Desde ese momento hasta hoy se desplegó el intento (infructuoso) de habilitar un canal de diálogo con las autoridades que permitiera seguir llegando con verdura fresca a miles de personas en la ciudad y al mismo tiempo poner sobre el tapete la situación que atraviesan lxs pequeñxs agricultorxs: los que producen el 60% de lo que comemos cada día.
La represión que desató la iniciativa económica solidaria de la UTT, es una expresión más de lo que el gobierno espera de nuestro espacio público. Ya no un lugar de libertades, socialización, militancia y reivindicación, sino un lugar que ellos llaman “limpio”, como sucede en los operativos contra el derecho de lxs trabajadores de las ventas ambulantes. Esta vez le tocó al verdurazo de la UTT, una medida de fuerza y solidaridad para visibilizar las demandas de pequeños productores, ahorcados por las lógicas de mercado que hacen que a quienes trabajan la tierra, les llegue la tajada más miserable, a pesar de los largos meses que requiere producir nuestros alimentos.
La ventaja que lleva el mercado sobre los productores es del orden del 400%. Productor y consumidor salen perdiendo ¡Y ambos están golpeados por los tarifazos! Una iniciativa que parte del imaginar nuevas posibilidades de articulación entre pequeños productores y consumidores parece ser una amenaza para el gobierno de Larreta. Por eso se reprimió violentamente, los alimentos producidos fueron literalmente saqueados: la policía de la ciudad los robó y se los llevó en una camioneta del gobierno.
En medio del desastre, la gente presente trataba de rescatar verduras, salvar algún cajón. El fruto del trabajo de lxs pequeñxs productorxs quedó chamuscado en el piso de Plaza Constitución, mientras que la prohibición inicial fue, paradójicamente, que los espacios quedaban sucios.
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