La red telemática conocida como “Internet” no es un simple pasatiempo ni una realidad paralela o virtual. Mucho menos un repositorio de acceso libre al conocimiento universal. Internet constituye hoy ya el principal campo de interacción, de generación y distribución de contenidos. Esto en sí, la convierte en espacio central de disputa entre control y libertad, entre usina de manipulación y coacción de la intencionalidad humana o elección plena de sentidos.
Pero lejos de restringirse solamente al decisivo factor subjetivo, la Internet va tomando el papel de medio de producción esencial, siendo evidente su función en el sector servicios y en el corto plazo, al acecho de conquistar una importante porción del sector manufacturero.
Internet consolida a través de su estructura física y su arquitectura operativa actuales la pervivencia de un sistema de dominación geopolítica, incluyendo –incluso perfeccionando- las funciones de espionaje y vigilancia pertinentes a dicho sistema.
La globalidad de su intermediación apuntala la posibilidad del accionar multinacional y la restricción del poder democrático de las poblaciones.
Tan sólo por estas breves razones, la “red de redes” debiera estar en el corazón de las luchas estratégicas de los pueblos.
Internet como medio de producción
Internet ha favorecido la internacionalización del comercio, los servicios financieros y la producción, siendo una herramienta clave para la globalización dirigida y la expansión del poderío de conglomerados transnacionales. Sin internet, no hubiera sido posible deslocalizar y coordinar unidades productivas distantes, movilizar de manera instantánea capitales, ni vender a distancia. O sea, no hubiera sido posible ampliar la explotación de mano de obra de salario ínfimo, alimentar la especulación financiera, ni evadir obligaciones fiscales territorialmente aplicables. Internet, en su forma actual, lejos de ser un factor de nivelación social, ha sido primariamente funcional al capital.
Su importancia se revela en el hecho de que las empresas surgidas en la fragua de esta red están colocadas en los primeros lugares de los índices de valor empresarial.
Por otro lado, la aparición de la “internet de las cosas”, tenderá en el ámbito industrial al progresivo reemplazo de la producción serial de objetos por la fabricación personalizada a distancia, mientras que la interconexión de productos (“cosas”) al ámbito virtual operará automatismos cuyos límites son hoy difíciles de precisar.
La discusión en curso sobre si la segura eliminación de labores -hoy realizadas por seres humanos- se corresponderá con una generalización de tareas de mayor inteligencia, igual magnitud y mejor remuneración, es fácil de dilucidar. Si el capital continúa dominando la internet, no hay duda alguna que el nuevo paisaje no aportará mayor equidad social ni subsistencia digna para todos. Por el contrario, la necesaria realineación formativa –pregonada hoy por los círculos de la alta empresa -y preeminente en la hipocresía discursiva de gobernantes afines- mejorará sólo las posibilidades de sectores consustanciados con el manejo tecnológico, urbanos y medios, relegando, una vez más, a los postergados, cuya situación de desventaja impedirá y justificará su sistemática exclusión.
Internet como medio de acceso al conocimiento
El acceso a los repositorios donde están ubicados los contenidos de la Internet, se realiza en una enorme proporción de forma intermediada, a través de buscadores. El más conocido motor de búsqueda, propiedad de la corporación Alphabet Inc., concentra de modo casi monopólico –alrededor de un 92% (2018)- las solicitudes. Los procedimientos algorítmicos a través de los cuales el sistema “encuentra” respuestas, contienen una clara intencionalidad que jerarquiza contenidos. Así, el acceso al conocimiento, en la práctica actual, es dependiente de esta empresa y sus operaciones e intereses.
Internet como medio de dominación geopolítica
Hasta 1995 la conexión a la incipiente “red de redes” estuvo gobernada con exclusividad por la National Science Foundation (NSF), agencia federal estadounidense dependiente del National Science Board (NSB), cuyos 25 miembros son seleccionados por el presidente de los EEUU. A partir de allí, el acceso a la red fue concesionado a cuatro proveedores privados, todos ellos estadounidenses.
La asignación de dominios, hasta 2016, estuvo a cargo de ICANN, corporación público-privada del mismo país. En la base de la estructura primaria de Internet hay trece “servidores raíz”, la mayor parte de los cuales son operados desde los EEUU, algunos bajo directa intervención de agencias militares. Los nodos de interconexión física por cable submarino que mayor tráfico registran, están en las costas Este, Oeste de los EEUU y en la península de Florida, junto a los de Frankfurt, Ámsterdam y Londres. Las mayores empresas que prestan servicios de conexión y aplicaciones pertenecen al país ya citado.
A lo que se agrega la enorme red de vigilancia masiva ilegal dirigida por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos de América, la que en conjunto con agencias de varios países y con la “contribución” de las principales empresas del rubro, espían, roban datos y configuran perfiles de miles de millones de usuarios de Internet.
Todo ello no deja duda alguna sobre la intención de dominación, la posibilidad de influir geopolíticamente, sobre el impacto económico y el trasfondo cultural que privilegia la Internet “realmente existente”.
Internet para la liberación
Para pensar a Internet como una red que ayude a liberar a los pueblos, es preciso pensar en liberarla de su influjo fundacional y la trayectoria acumulada al servicio del interés del poder establecido.
La actual gobernanza multilateral (modelo “multistakeholder” o de múltiples partes interesadas) que incluye gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, sector empresarial, academia y expertos tecnológicos, representa hoy un contrapeso (aunque parasistémico) ante la avidez corporativa, que busca mercantilizar por completo y verticalizar lo que alguna vez se pensó como descentralizado, neutral y horizontal.
Pero si se piensa en Internet como medio de producción y prestación intrínseca al capitalismo financiero globalizado, si se la comprende como medio fundamental de manipulación antidemocrática y sumisión geopolítica; ¿Cuáles son las medidas a incluir en un programa de reivindicaciones emancipador? ¿Deberá ser expropiada?, ¿declarada de propiedad común?, ¿derecho humano inalienable?, ¿servicio público esencial? ¿Nacionalizar sus operadores? ¿Restringir su actividad mediante legislación de estado?; ¿Someterla a escrutinio y gobernanza pública? O quizás sea necesaria una pregunta anterior: ¿Cuánto de esto forma parte de nuestras actuales deliberaciones?
Despertar la conciencia y la acción ciudadana, popular y colectiva respecto a este entramado crucial para la época, parece ser un inicio ineludible.
Esta nota fue publicada originalmente en el Suplemento Especial de NODAL «Internet, ¿emancipación o dominación?»