Por Daryl G. Kimball
– Es muy probable que el mes que viene, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dé el próximo paso para cumplir con su amenaza de poner fin a uno de los acuerdos de reducción de armas nucleares más exitoso y de mayor alcance.
El Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio fue suscrito en 1987 por la entonces Unión Soviética y Estados Unidos, y permitió la eliminación de 2.692 misiles soviéticos y estadounidenses estacionados en Europa.
El acuerdo contribuyó a poner fin a la Guerra Fría y permitió llegar a otros acuerdos de reducción de arsenales nucleares estratégicos y retirar miles de armas tácticas de las áreas donde estaban desplegadas.
El 4 de diciembre, el secretario de Estado (canciller) de Estados Unidos, Mike Pompeo, declaró que Rusia había presentado un sistema de lanzamientos de misiles desde tierra, el 9M729, que excede el límite de 500 kilómetros previsto en el tratado.
También anunció que en 60 días, el gobierno “suspendería” las obligaciones de Estados Unidos en el marco del tratado y anunció formalmente su intención de retirarse del mismo en seis meses, a menos que Rusia vuelva a respetarlo.
La suspensión permitirá a Washington tratar de acelerar el desarrollo de nuevos misiles, actualmente prohibidos por el tratado.
El no cumplimiento es inaceptable y se merece una respuesta fuerte. Pero las declaraciones públicas de Trump no harán que Rusia regrese.
Lo peor de todo, aniquilar el tratado sin otro plan podría abrir la puerta a una era peligrosa de competencia militar ilimitada con Rusia.
Sin ese tratado, varias tensiones aumentarán pues Washington considera desplegar nuevos misiles de mediano alcance en Europa, y quizá en otra parte, y Rusia considera aumentar el despliegue de 9M729 y de otros nuevos sistemas.
Esas armas nucleares, si se vuelven a desplegarse, podrían golpear objetivos dentro de Rusia y Europa occidental. Su capacidad de golpear un blanco en un lapso breve aumenta el riesgo de un mal cálculo en una crisis.
Cualquier ataque nuclear contra Rusia con misiles nucleares de alcance medio desde Europa podría derivar en un contraataque ruso en Europa y en territorio estadounidense.
El anunciar el ultimátum de Estados Unidos en relación con el tratado, Pompeo expresó su “esperanza” de que Rusia “cambie de curso” y vuelva a respetarlo. Esperar que Rusia reconozca su error de repente y elimine su sistema 9M729 no es una estrategia seria ni una con la que pueda contar la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
En cambio, los miembros de la OTAN deben insistir en que Estados Unidos y Rusia redoblen sus esporádicas conversaciones sobre el tratado, accedan a reunirse en un contexto formal y hagan propuestas para resolver los asuntos de mutuo interés relacionados con el tratado.
Lamentablemente, funcionarios estadounidenses se negaron a tomar la oferta rusa de discutir “toda propuesta de mutuo beneficio que tome en cuenta intereses y preocupaciones de ambas partes”. Eso es un grave error. La falta de disposición de ambas partes a involucrarse diplomáticamente desde que se probó por primera vez el misil 9M729, hace cinco años, nos trajo hasta este punto.
Salvo que haya un logro diplomático de último momento, los días del tratado están contados. No hacer nada no es una opción. Frente a la posibilidad de que el documento desaparezca este año, no es demasiado pronto para considerar cómo alejarse de una nueva carrera armamentística peligrosa y costosa en Europa.
Una opción sería que la OTAN declare, como bloque, que ninguno de sus miembros retirará ningún misil prohibido por el tratado ni ninguna capacidad nuclear similar en Europa mientras Rusia no levante los sistemas prohibidos en el tratado con posibilidad de llegar a territorio europeo. Eso obligaría a Rusia a retirar los misiles 9M729 desplegados en el oeste de su territorio.
Como Estados Unidos y sus aliados en la OTAN ya pueden desplegar sistemas de lanzamiento desde el aire y desde el mar contra objetivos clave de Rusia, no hay necesidad de un sistema de ese tipo.
También implicaría renunciar a los planes de Trump para un nuevo sistema prohibido por el tratado.
Aliados clave, entre los que incluso está Alemania, ya declararon que están en contra de estacionar nuevos misiles de alcance medio en Europa.
Ante la falta de un tratado, otro enfoque posible sería negociar un nuevo acuerdo que prohíba, de tal forma que se pueda verificar, los misiles lanzados desde tierra de mediano alcance con ojivas nucleares.
Como explica un estudio del Instituto de Investigación sobre Desarme de las Naciones Unidas, la tecnología y los procedimientos de verificación complejos que ya existen bajo el nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (nuevo START), de 2010, se pueden aplicar casi sin modificación para verificar la falta de ojivas nucleares desplegadas en misiles de corto alcance.
Ese enfoque necesitará de mayores declaraciones e inspecciones de cualquier sistema de lanzamiento desde tierra previsto en el tratado. Para que tenga un valor duradero, ese marco requerirá que Moscú y Washington se pongan de acuerdo en ampliar el nuevo START, que se termina en 2021.
La crisis por el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio es un problema de seguridad global.
Sin propuestas serias de parte de Washington y Moscú, otros países tendrán que dar un paso al frente con soluciones creativas y pragmáticas, capaces de crear las condiciones necesarias para garantizar que los dos mayores actores nucleares cumplan con sus obligaciones legales para poner fin a la carrera armamentista y así reducir la amenaza nuclear.
Traducción: Verónica Firme