Después de haber sido derrotada tres veces en el Parlamento en cuestiones relacionadas con el Brexit, muchos se preguntan por qué la señora May, la Primera Ministra británica, no renuncia. Muchos miembros de su propio partido están consternados ante el desastre que ha negociado con la Unión Europea y todos los demás partidos se rebelan contra este documento inviable.
Lo que más asusta al partido conservador y a la Ciudad de Londres (el corazón del sector financiero), en la actualidad, es la posibilidad de un gobierno laborista encabezado por Jeremy Corbyn. Bajo su liderazgo se ha compuesto un manifiesto que invierte los efectos de años de austeridad durante los cuales la pobreza, la desigualdad, la destrucción de los servicios esenciales y el trato cruel a los desposeídos y los minusválidos se reflejó en la acumulación ilimitada de riqueza en los de arriba.
A la hora de elegir un primer ministro después de la debacle del Brexit creada por la anterior, algunas de las cualidades de la señora May que podrían haberla ayudado a convertirse en la candidata elegida fueron: que es testaruda e impermeable a los controles de la realidad (declarando con orgullo: ‘No me rindo’), insensible al sufrimiento de los inmigrantes (creó el ambiente hostil que condujo al escándalo de Windrush, negando a los ciudadanos británicos del Caribe, invitados a reconstruir Gran Bretaña después de la Segunda Guerra Mundial, sus derechos básicos), y está casada con un banquero, cuyo portafolio financiero incluye inversiones en la industria de las armas. Es posible que se vea presionada a no renunciar a las elecciones y la posibilidad de un gobierno laborista podría significar el fin de la grotesca acumulación de riqueza por parte del sector financiero.
El miedo a Corbyn parece extenderse más allá de las fronteras británicas. El ultimátum de la UE («este acuerdo o no hay acuerdo») podría verse como un intento de presión para hacer que el Parlamento acepte el acuerdo con el fin de evitar que su rechazo conduzca a elecciones generales. Europa como proyecto de solidaridad y de prevención de nuevas guerras fue sustituida progresivamente por la Europa de los Bancos. Por ello, comparte este miedo a Corbyn.
¿Qué pasaría si un país como Gran Bretaña lograra mejorar su economía, reducir la desigualdad, volver a nacionalizar los ferrocarriles privatizados y otros servicios, revitalizar su Servicio Nacional de Salud protegiéndolo de la privatización progresiva, eliminar la pobreza, financiar adecuadamente la educación sin privilegios, clasificar la vivienda para todos, tomar en serio el cambio climático y la contaminación invirtiendo en energías renovables y recrear la red de seguridad para aquellos que no pueden valerse por sí mismos?
Sería muy difícil para el dogma neoliberal seguir vendiendo la mentira de que «no hay alternativa», la TINA (there is no alternative) de Thatcher. Ahora hay una nueva generación de «progresistas» construyendo sus redes alrededor del mundo. Aumentaría mucho su activismo el tener a Gran Bretaña como resultados para demostración. La inspiración no se mide en términos económicos, sino en función del espíritu humano que anuncia el renacimiento de una sociedad compasiva tras un largo período de decadencia y deshumanización. La mayoría de la gente quiere esto, pero el modelo de cómo hacerlo está oculto a la vista.
El neoliberalismo ya ha fracasado, pero aún quedan muchos que quieren sacar un poco más del sistema antes de que el partido finalmente termine. Se están disparando a sí mismos en el pie porque cuanto más tiempo intenten retrasar a la nueva sociedad, más dañados estarán por su propia crueldad. No importa cuánto más ricos sean.
Jeremy Corbyn no es un super humano, es un jugador de equipo con un buen equipo, pero se ha convertido en un símbolo del posible fin de un sistema que ya se está desmoronando, mas las grietas están cubiertas precisamente por los periódicos, es decir, por un medio de comunicación al servicio del viejo orden, incluyendo la ‘neutral’ BBC, cuyo sesgo en contra de Corbyn ha sido repetidamente documentado.
No hay que temerle a él o al fin del neoliberalismo, y debemos ser muy conscientes de que, si no elegimos cuidadosamente cómo salir de este sistema cruel, la consecuencia predeterminada creada por tanta ira y resentimiento es la extrema derecha populista, que ya está ganando terreno en todo el mundo. Elegir entre la construcción o la destrucción no debería ser demasiado difícil, pero un alto nivel de conciencia y comunicación de las bases, pasando por alto gran parte de los medios de comunicación corporativos, son esenciales en este momento.
Traducido del inglés por María Cristina Sánchez