Por Thalif Deen para IPS
Los grandes donantes de la ONU, encabezados por Estados Unidos, han sido muy cuestionados por el tráfico de influencias o por el uso indebido de su poder económico, no solo para quedarse con altos cargos del foro mundial, sino también para usar el recorte de fondos como amenaza para promover intereses domésticos.
El gobierno estadounidense de Donald Trump planteó reducir su cuota de 22 por ciento del presupuesto regular de la organización, una contribución obligatoria, lo que llevó a que se volviera a plantear una reforma del sistema de financiación, como había planteado en 1985 el fallecido primer ministro sueco Olof Palme.
La propuesta no abandonaba la fórmula basada en la “capacidad de pago”, pero sugería un máximo de 10 por ciento para cada país, como forma de evitar la excesiva dependencia de Estados Unidos y de un puñado de donantes.
En la actualidad, además del 22 por ciento de Estados Unidos, contribuyen Japón, 9,7 por ciento, China, 7,9 por ciento, Alemania, 6,4 por ciento, Francia, 4,9 por ciento, Gran Bretaña, 4,5 por ciento, Italia, 3,7 por ciento y Rusia, 3,1 por ciento.
Los países más pobres del mundo, aportan 0,001 por ciento del presupuesto del foro mundial, mientras los países menos adelantados, considerados los más pobres entre los pobres, tienen un máximo de 0,01 por ciento cada uno.
Kul Gautam, ex secretario general adjunto y director ejecutivo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), es un gran defensor de la propuesta de Palme para evitar el chantaje de las grandes potencias.
Por ejemplo, recordó en diálogo con IPS, que el ex secretario general Ban Ki-moon (2007-2016) tuvo que cambiar un informe que cuestionaba duramente a Arabia Saudita por atacar a civiles en Yemen, después de que este país de Medio Oriente amenazara con retirar fondos al presupuesto de la ONU.
Asimismo, en 2005, el ex secretario general Kofi Annan (1997-2006), tuvo que ceder ante el pedido de George W. Bush (2001-2009) de nombrar a un estadounidense como director ejecutivo de Unicef en un plazo de 72 horas, sin una investigación adecuada de la junta ejecutiva de ese organismo.
“Un ejemplo claro de tráfico de influencia y de ‘diplomacia de la chequera’”, señaló Gautam.
“Una mejor distribución de las contribuciones evaluadas reflejará mejor el hecho de que esta organización es el instrumento de todas las naciones”, arguyó Palme.
Entonces, la ONU atravesaba una gran crisis por el atraso de Estados Unidos en el pago de su cuota, y Palme ofreció una solución poco convencional.
Numerosos países coincidieron, y el gobierno alemán le dijo a Washington que tenía que pagar lo adeudado o aceptar pagar una evaluación inferior.
Pero el secretario de Estado (canciller) de Estados Unidos, George Schultz, rechazó la propuesta, recordó James Paul, autor del libro “Of Foxes and Chickens: Oligarchy & Global Power in the UN Security Council” (“De zorros y gallinas: oligarquía y poder global en el Consejo de Seguridad de la ONU”).
“Washington quiso mantener el control. Y lamentablemente, otros países prefirieron no aumentar sus cuotas”, añadió.
En 2001, Estados Unidos cambió de rumbo y aceptó pagar a la ONU la mayor parte de su deuda si su aporte se reducía de 25 por ciento a 22 por ciento del presupuesto regular. Así mantuvo su dominio sobre el foro mundial.
¿Podrán cambiar las cuotas en el futuro?
El proceso que llevó al cambio de 2001 probó que con las condiciones correctas, se puede persuadir a otros Estados miembros para que realicen un aporte mayor, analizó Paul.
Martin Edwards, profesor adjunto y director del Programa de Estudios de la ONU, de la Facultad de Diplomacia y Relaciones Internacionales de la Universidad Seton Hall, dijo a IPS: “Dado que la Casa Blanca nos devuelve a la época de moras, con el deseo de recortar sus contribuciones, es un momento auspicioso para proponerlo”.
El desafío será vender la idea, pues a la ONU le interesa diversificar su cartera y reducir la influencia de los donantes, apuntó.
“Pero tenemos una embajadora de Estados Unidos relativamente inexperiente como es Heather Nauert, quien tendrá que hacer frente a la competencia de contrapartes veteranos. Habría que ofrecérselo a ella y ver si se lanza y logra una rápida victoria para su patrón”, opinó Edwards.
Por su parte, Anwarul Chowdhury, ex secretario general adjunto, dijo a IPS: “Debo decir con orgullo que como representante permanente adjunto de Bangladesh en la ONU, abogué públicamente en 1985 y posteriormente para que ningún Estado miembro tuviera que pagar más de 10 por ciento del presupuesto regular de la ONU”.
Cualquier déficit derivado de la reducción del aporte de Estados Unidos a la ONU, lo pueden paliar los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD) y el gran número de economías emergentes de medianos ingresos, sin sobrecargar a los países de bajos ingresos y menos adelantados.
“Recuerden que en el contexto de la economía mundial de 77 billones (millón de millones) de dólares y un presupuesto militar mundial de 1.700 billones de dólares al año, el presupuesto del sistema de la ONU y el gasto en asistencia humanitaria, cooperación para el desarrollo, operaciones de paz, asistencia técnica y otras funciones normativas esenciales, representan 48.000 millones de dólares al año”, puntualizó.
El gasto anual del sistema de la ONU es menor al presupuesto de defensa de India o de Francia, y menos que el gasto mensual del de Estados Unidos, apuntó.
En la actualidad, los recursos para el desarrollo cambian con rapidez. Muchas actividades de la ONU cuentan con la participación del sector privado y de fundación filantrópicas.
Muchas organizaciones no gubernamentales apuestan a la externalización de tareas y al micromecenazgo, así como a muchas modalidades de asociación entre públicos y privados. Vale la pena explorar esas posibilidades para liberar al foro mundial de la amenaza permanente de un recorte arbitrario por parte de grandes donantes, opinó Gautam.
“Obviamente, el primer ministro sueco se inclinaba hacia un sistema fiscal que requería la participación de los más ricos de forma progresista”, dijo Paul a IPS.
Por eso su voz era tan influyente, él buscaba un equilibrio entre ese principio y otros que él consideraba de mayor importancia, como la viabilidad de la ONU y su protección frente a presiones de los grandes actores.
¿Se podrá aplicar el concepto de Palme en la coyuntura actual?
Vale la pena intentar, opinó Paul.
Puede llegar a constituir una revisión urgente de los acuerdos que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y al orden mundial que estaba detrás de ellos. Otros Estados miembros tendrán que aceptar una mayor participación en las cuotas de la ONU para cubrir la reducción de Washington, apuntó Paul.
“Será lo más probable si el cambio ocurre en un período extendido, digamos de 10 de años. Lograr una participación justa en cargos ejecutivos podría ser un incentivo para los otros Estados miembros, al igual que una mayor democratización en la toma de decisiones en la ONU”, añadió.
Las quejas de que los presupuestos nacionales están desbordados no pueden tomarse en serio, pues las cuotas de la ONU son muy pequeñas en comparación con ellos, desde los países más pobres a los más ricos. La asequibilidad no es la cuestión principal, aseguró.
Washington podría oponerse a ese cambio, para mantener su influencia económica, pero ya es hora de que el resto del mundo se levante y defienda los cambios necesarios para fortalecer a una institución que necesitan y quieren.
El mundo cambió desde 1945, y Estados Unidos ya no puede pretender ser el “líder” del mundo.
La adopción de la propuesta de Palme puede llegar a ser el primer paso hacia los cambios tan necesarios para fortalecer a la ONU y hacerla más efectiva para los próximos años, subrayó Paul.
Traducción: Verónica Firme