Hay una gran variedad de formas de organización de las relaciones humanas y, por lo tanto, un número considerable de formas de tratar con los demás. También hay algunas áreas condicionantes que facilitan o no la forma de tratarnos: familia, trabajo, escuela, ámbitos de amistad y vida social, etc.
Seguramente el viejo mundo que se fue había producido una serie de reglas que establecía cómo tratarnos los unos a los otros: buenos modales, cortesía, respeto por los ancianos, leyes, costumbres; también era un mundo relativamente estable (por ejemplo, en el que me formé hace cincuenta años), donde las cosas cambiaban, pero con una lentitud «razonable» y donde las nuevas ideas se integraban con la debida calma. En ese mundo, por ejemplo, se formaron los reformistas, es decir, los que creían que las cosas podían cambiar con reformas prudentes, poco a poco.
Ese mundo ya no existe y las reglas y convenciones que tenía han sido sustituidas y no siempre está claro para nosotros por qué.
Añadiré un elemento importante: las reglas y convenciones de ese viejo mundo procedían de morales externas al ser humano, de las Tablas de la Ley que Dios da a los hombres, como bien nos dice la Biblia y, cada una a su manera, de los viejos Libros Sagrados (religiosos y ateos).
Pero mientras tanto, nosotros, los seres humanos de todos los días, vagando en la oscuridad de esta pérdida de referencias y observando un mundo que es cada vez más incomprensible para nosotros, que a menudo nos asombra, nos horroriza, nos preguntamos «cómo es posible tal cosa…»
En esta oscuridad buscamos una luz, buscamos un amigo en quien confiar, una pareja que no nos traicione, un lugar de trabajo sereno, una sonrisa sincera. Tal vez, yendo un poco más allá, estamos buscando el sentido de nuestra vida desordenada y caótica, a menudo velada por el sufrimiento.
La moral externa no es suficiente y ya no es necesaria. «¡Está prohibido prohibir!», dijo el provocativo eslogan del 68. No se comprendió que la prohibición era todavía una prohibición, cuando era necesario dar posibilidades, no prohibiciones.
Pero, como seres humanos buenos y sencillos, seguimos deseando referencias, consejos, algunas reglas a seguir y las que vemos a nuestro alrededor no parecen adecuadas. Parece que, al menos por ahora, los seres humanos, cuando eligen a sus «líderes», no toman buenas decisiones, siempre y cuando elijan libremente.
Pues bien, creo que ha llegado el momento en el cual no se pueden encontrar referencias fuera; creo que, una vez más, se está despertando una búsqueda de referencias que lleva al Ser Humano a mirar dentro de sí mismo.
Si me observo, si miro dentro, si me conecto con mi mundo interior y con lo mejor de él, puedo descubrir, a nivel existencial, lo que realmente necesito. Puedo descubrir mis tácticas de vida en el mundo, muy diferentes del oportunismo de moda. Puedo entender que hacer lo que me conviene, quizás porque me da una aparente ventaja inmediata, es un terrible error si lo comparo con la dinámica de mi existencia.
Puede ser que al final encuentres algo muy simple y universal, en la búsqueda de una solución al problema de cómo tratarte en este caos, una solución existencial (en el sentido literal de estar basada en la existencia) que podría expresarse como lo hace Silo en La Mirada Interna: «cuando tratas a los demás como quieres ser tratado, te liberas». Algo que los sabios han estado diciendo en todas las culturas durante milenios, dirá algún erudito crítico. Sí, por supuesto, algo que duerme en las profundidades del ser humano y que despierta en tiempos de crisis para guiar la transformación necesaria para ese momento de la historia. Pero, al mismo tiempo, un principio interno del Ser Humano que aún no hemos integrado como especie, como lo demuestra la profunda violencia que aún existe en este planeta contra los seres humanos, la naturaleza y las relaciones sociales.
¿Podría ser este el momento? ¿Podría ser el salto evolutivo que el héroe de estos tiempos da tratando de conseguirlo? ¿Podría ser la base de un nuevo Mito que guíe a las personas hacia la evolución?
Difícil de decir, posible de esperar. Y, en cualquier caso, cada uno de nosotros puede, como mínimo, tenerlo en cuenta y tratar de aplicarlo en su vida cotidiana.
Traducido del italiano por María Cristina Sánchez