Por Lia Bianchini/Brasil de Fato / Traducción de Pressenza
El balance del gobierno de Temer de los últimos dos años se resume en desempleo y la reducción de los derechos laborales y sociales.
Este 31 de diciembre marcará el fin de un gobierno histórico para Brasil. Michel Temer dejará el poder con la marca del presidente más impopular de la historia democrática brasileña. A principios de este mes, una encuesta de Ibope mostró que el 74% de la población considera que el gobierno de Temer (MDB) es malo o pésimo, y otro 88% desaprueba la forma en que el presidente gobierna el país.
Parte de los caminos que llevaron a Temer de vice a presidente de la República fueron expuestos en mayo de 2016, en el audio grabado de una conversación entre el ex senador Romero Jucá (MDB) y el ex presidente de Transpetro, Sérgio Machado. En el audio, dicen que la «salida más fácil» para «detener la hemorragia» en el país, sería poner a Michel Temer en la presidencia en un «gran acuerdo nacional», «con el Supremo (el Poder Judicial), con todo». Ese mismo año la presidenta electa Dilma Rousseff (PT) sufrió juicio político y su vicepresidente, Temer, elevado al poder.
Si detuvo la hemorragia de la clase política que articuló el golpe de Estado, el acuerdo también sirvió como cuchillo para atacar a la población brasilera. Desde que asumió el cargo, Temer desangró los derechos laborales y sociales, limitó la inversión pública durante los próximos 20 años y volvió a poner al Brasil en el mapa del hambre.
Bajo la justificación de modernizar las leyes laborales y crear nuevos puestos de trabajo, Temer sancionó en 2017 la tercerización de todas las actividades y la Reforma Laboral, alterando la Consolidación de las Leyes Laborales (CLT) en puntos claves como horas de trabajo, plan de carrera, remuneración y vacaciones. El entonces Ministro de Finanzas Henrique Meirelles, dijo que la Reforma Laboral generaría seis millones de empleos en Brasil. Sin embargo en los hechos se crearon poco más de 700.000 empleos formales.
Según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), en estos dos años de administración de Temer el desempleo aumentó del 11,2% (en mayo de 2016) al 13,1% (en abril de 2018), alcanzando el 11,7% (en el trimestre cerrado en octubre). Actualmente 12,8 millones de brasileños están desempleados.
El cuchillo de Temer también hiere la realidad de la juventud brasilera, con la Reforma de la Escuela Secundaria que, entre otros cambios, propone la reducción de los contenidos obligatorios de enseñanza y extingue un diploma técnico o de educación superior en el área pedagógica, para la contratación de profesores. En la nueva Escuela Secundaria, sólo se enseñarán obligatoriamente portugués y matemáticas en los tres años de formación. Las otras disciplinas –como filosofía, sociología, artes, historia, geografía– podrán distribuirse a lo largo de los años, según la definición curricular de cada estado brasileño.
En estos dos años, la población brasilera sintió los recortes de inversión en programas sociales como Bolsa Familia, Minha Casa Minha Vida y el Programa Universidad para Todos (ProUni). En 2016 el gobierno de Temer recortó 80.000 becas completas ofrecidas por ProUni, para reducir el gasto público. En Minha Casa Minha Vida, de 2015 a 2016, hubo una reducción del 94,9% en los valores invertidos en el programa, cayendo de R$ 23,55 mil millones a R$ 1,2 mil millones. En agosto de este año, en el presupuesto enviado al Congreso, el presidente prevé que los recursos para el programa Bolsa Familia estarán garantizados sólo hasta junio de 2019.
Además del desmantelamiento en programas sociales, la población brasilera también está alarmada por el crecimiento del hambre. Según una encuesta del Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos (Ibase) y de la ONG Action Aid Brasil basada en datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), 11,7 millones de brasileros padecen hambre hoy, lo que corresponde al 5,6% de la población total.
El escenario de terror diseñado por el gobierno de Temer tiende a agravarse por la Propuesta de Enmienda Constitucional (PEC) 241/55, que propuso un techo para las inversiones públicas para los próximos 20 años. Hace dos años, los efectos del «techo PEC» ya estaban claros con la caída del 3,1% de las inversiones del gobierno federal en salud y educación, según datos de la Confederación Nacional de Municipios. En números, las inversiones de 2016 a 2018 en estas áreas quedaron prácticamente congeladas: pasaron de R$ 191,2 mil millones a R$ 191,3 mil millones.
Cerrando su gobierno, Temer deja además a su sucesor un paquete que prevé la privatización de 75 proyectos y empresas estatales, incluyendo Eletrobras, la Casa de la Moneda, Lotex-Lotería Instantánea Exclusiva, aeropuertos, ferrocarriles, carreteras, bloques petroleros y áreas de pre-sal.
En su discurso de Navidad del pasado 24, Michel Temer hizo una evaluación positiva de su gobierno diciendo que dejó el poder con «el alma ligera y tranquila y la conciencia del deber cumplido». Según él, no escatimó «esfuerzos ni energía» para entregar «un Brasil mucho mejor que el que recibió». Para la población brasileña, Temer dice dejar «las reformas y avances que ya pusieron al Brasil en una nueva era».