En un reciente artículo de Foreign Policy con el inequívoco título «Arabia Saudita y los Emiratos Árabes están matando de hambre a los yemenitas», los autores exponen en blanco y negro las causas de la peor crisis humanitaria del mundo.
En los últimos cuatro años, las dos petromonarquías, al frente de una coalición de gente dispuesta, han llevado a cabo 18.500 ataques aéreos sobre Yemen, con un promedio de 14 ataques por día. Bombardearon deliberadamente escuelas, hospitales, hogares, mercados, fábricas, carreteras, granjas y lugares históricos, causando la muerte de decenas de miles de civiles, incluidos miles de niños.
Esta prolongada y devastadora actividad militar es posible gracias al apoyo directo de los Estados Unidos y el Reino Unido, que garantizan el repostaje de los vuelos de combate y una generosa profusión de inteligencia.
La destrucción sistemática de la infraestructura civil y de sectores estratégicos como la agricultura y la pesca, junto con el embargo total impuesto a los puertos yemeníes, ya ha causado la muerte de decenas de miles de personas más a causa del hambre y de enfermedades tratables.
En septiembre pasado, las Naciones Unidas hicieron públicas estimaciones alarmantes: catorce millones de yemenitas, cerca de la mitad de la población, están al borde del hambre y sin el cese inmediato de los bombardeos y los embargos será imposible evitar una masacre.
En resumen, y con pruebas irrefutables, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos han transformado al propio Yemen en un enorme campo de concentración en el que se está llevando a cabo un genocidio deliberado.
Al igual que en el caso de las cervezas nazis, el exterminio es técnicamente posible gracias a un negocio lucrativo y, aparentemente, igualmente intocable.
En marzo pasado, mientras desafiaba la Ley de Poderes de Guerra, Bernie Sanders y otros senadores presentaron al Senado una resolución bipartidista para bloquear el apoyo militar estadounidense y el tráfico de armas hacia Arabia Saudita. El resultado obvio de la votación, es decir, el rechazo (igualmente bipartidista) de la resolución, estuvo acompañado de la grotesca declaración del Secretario de Defensa, Jim Mattis, según la cual el abandono total del conflicto «podría aumentar el número de víctimas civiles, poner en peligro la cooperación antiterrorista con nuestros socios y reducir nuestra influencia sobre los saudíes, todo lo cual agravaría aún más la situación y la crisis humanitaria…»
Ciertamente, el fin de la transferencia de sistemas de armas a Arabia Saudita (que con las administraciones de Obama y Trump ha superado los doscientos mil millones de dólares) causaría serios daños a la facturación de gigantes industriales estadounidenses como Lockheed Martin, Northop Grumman y Rayeton, que se encuentran entre los diez primeros de la industria mundial.
Un discreto apoyo técnico al genocidio de los yemenitas también viene de Italia y en particular de la italiana Leonardo-Finmeccanica (novena en el top ten mundial), controlada por el Ministerio de Desarrollo Económico. En una entrevista con Sole24ore, instado por el periodista sobre el «Medio Oriente en fibrilación», Alessandro Profumo (a.d Leonardo) declaró claramente: «…Es triste decirlo, pero la tensión internacional provoca inevitablemente un aumento de la demanda en los mercados de armamento y de seguridad. En estos contextos, el carácter italiano de nuestro grupo se percibe como algo positivo (…) la Presidencia del Consejo, el Ministerio de Defensa y el Ministerio de Asuntos Exteriores son un excelente apoyo. En todo esto, sin embargo, hay un vacío legislativo: no hay ninguna norma de gobierno a gobierno que no haya sido aprobada por la legislatura que acaba de expirar y que esperamos que pronto alcance la meta porque ahora muchos quieren negociar no con Leonardo, sino con el gobierno italiano…».
Hablando de gobierno, hace un par de meses la Ministra de Defensa, Trenta, había instado públicamente a su colega de Asuntos Exteriores, Moavero, a comprobar la idoneidad (y legalidad) del comercio de armas con Arabia Saudita…
Evidentemente, el paso del tiempo no parece ser un gran problema para los dos ministros de cambio, incluso teniendo en cuenta que, a diferencia de catorce millones de yemenitas, preparan el almuerzo y la cena todos los días.
Traducido del italiano por María Cristina Sánchez