Hoy celebré la misa pensando en los 176 haitianos que bajo esa ley de traslado humanitario que no es más que una deportación encubierta, serán repatriados a La Española (nombre de la isla donde se encuentran República Dominicana y Haití). Pido perdón por no haber sido más inclusivo con nuestros hermanos, por haberles negado la oportunidad de surgir de manera digna en suelo chileno, por ser segregacionistas por su color y su lengua, por no ser la sociedad inclusiva y moderna que nos consideramos. Pido perdón por no haber planificado su llegada pero sí su salida. Por no estar preparados ni de mente ni de corazón para querer como quieren en Chile, al amigo cuando es forastero… siempre y cuando ese forastero sea rico, rubio y hable aunque sea a medias el español. Hoy me da vergüenza decir que soy chileno y, más aún, que en mi país no hay discriminación, porque la hay. Pido perdón por la aporofobia existente, por la xenofobia existente. Pido perdón por todos esos chilenos y chilenas que hoy dirán «por fin se fueron» y se alegrarán. Pido perdón por todos aquellos que seguirán justificando estos actos y felicitándose porque limpiaremos el país de flojos y vagos, porque ese será el discurso. Pido perdón por los que siguen sosteniendo que la migración es dañina, que nos roban los puestos de trabajo. Pido perdón por aquellos que seguirán pensando que las salas cunas, los colegios, la salud, la previsión son sólo para los chilenos y que los extranjeros no tienen derecho a ella. Pido perdón por los que seguirán comulgando, y viniendo a misa y seguirán siendo buenos católicos aun cuando defienden todo lo que acabo de mencionar. Perdón hermanos haitianos.

Alejandro Fabres

Misionero Vicentino

Chile