Una primera señal positiva del reciente cambio político en las Maldivas es la liberación el 21 de noviembre de Lahiru Madhushanka, un ciudadano de Sri Lanka que pasó tres años en el infierno en una prisión de un archipiélago, como un «extraño a los hechos».
Durante 37 meses, desde el 25 de octubre de 2015, la justicia de Maldivas consideró a este confiado conductor de autobús como un francotirador profesional encargado de asesinar al entonces presidente Abdulla Yameen Abdul Gayoom.
Lahiru Madhushanka pasó gran parte de su encarcelamiento aislado, golpeado periódicamente y privado regularmente de la atención médica que necesitaba.
Si las cosas han cambiado realmente en las Maldivas (conocidas tanto por la belleza de sus islas, playas y fondos marinos como por la pobreza de sus habitantes y la estricta aplicación de las leyes islámicas), ahora será necesario que los responsables de la injusta detención de Lahiru Madhushanka y de los malos tratos que ha sufrido sean identificados, juzgados y condenados.