Por Alexander Gorski / Desinformémonos
Kerem Schamberger realiza actualmente su doctorado en la Universidad de Múnich (Alemania) sobre el sistema de prensa en Kurdistán. Además de dedicarse a la vida académica, también es activista, comunista y difusor de información sobre el movimiento kurdo en las redes sociales. En septiembre publicó su primer libro, el cual escribió junto con Michael Meyens: “Die Kurden – Ein Volk zwischen Unterdrückung und Rebellion” (Los kurdos – un pueblo entre opresión y rebelión). Por su trabajo de solidaridad enfrenta frecuentemente represión por parte de las autoridades alemanas.
–¿Cuál es tu relación personal con el tema de Kurdistán?
–Dos hilos me conectan a este tema. Primero, lo político: durante los últimos veinte años he estado activo en grupos comunistas. Como comunista uno siempre es internacionalista y por lo tanto me interesaron los movimientos de liberación en otras partes del mundo. El movimiento kurdo me llamó la atención particularmente, porque no nada más está luchando en contra de su opresión, sino también tiene una oferta de soluciones muy progresistas.
En segundo lugar, tengo una relación personal con el asunto. Mi padre es de Turquía y por lo tanto siempre me ha afectado de una manera particular que allá 20% de la población sufre una persecución fuerte nada más por su existencia y su identidad. Hay una frase muy conocida de un diputado del partido pro-kurdo izquierdista que dijo: “Mientras los kurdos sean oprimidos en Turquía, yo también seré kurdo.”
–¿Cómo llegó el movimiento kurdo a Alemania?
–Hay dos procesos históricos que explican cómo el pueblo turco llegó a Alemania y cómo tras su llegada, se desarrolló un problema más. En los años 60 y 70 muchas personas provenientes de Turquía llegaron a Alemania como migrantes laborales, entre ellos muchos kurdos que vivían en las zonas económicamente marginalizadas de Turquía. Más tarde en septiembre de 1980 tuvo lugar el golpe militar en Turquía que llevó al encarcelamiento de 450 mil personas, lo cual condujo a tortura masiva y muchos casos de ejecuciones sumarias. Así decenas de miles de activistas izquierdistas, entre ellos muchos kurdos e integrantes del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), llegaron a Alemania. En esas dos olas llegó la realidad kurda y también el conflicto a Alemania. Aquí estos refugiados y migrantes kurdos siguieron organizándose. Por un lado naturalmente en el contexto de la lucha contra el gobierno turco, pero también trataron los problemas relacionados a la situación migratoria en Alemania.
–¿Cómo se organizaron los kurdos en Alemania?
–Al inicio de la organización, eran asociaciones culturales. Se abrieron lugares donde la gente podía encontrarse, como lo han hecho muchas comunidades migrantes. Pero aparte de lo cultural y social, los lugares kurdos tenían una función explícitamente política. Desde allá se organizaron manifestaciones, la fiesta de Nevroz y se dio la posibilidad de mantener vivas tradiciones oprimidas, tal como la ropa y los bailes tradicionales. Finalmente, era una mezcla de organización cultural y política que tenía lugar en este tiempo. En efecto, muchos kurdos que llegaron como migrantes laborales antes del golpe, se politizaron en esas asociaciones.
Otra de las funciones que tenían esos lugares, era el apoyo a la lucha armada en las regiones kurdas de Turquía. Se recolectó dinero y otras materiales, y muchas personas de Alemania se juntaron al movimiento de liberación. Por ejemplo Hüseyin Çelebi, que creció en Alemania y empezó su actividad política en los años 80 en la organización comunista SDAJ (Juventud Socialista Obrera Alemana). Luego fue condenado por sus actividades en el legendario Juicio de Düsseldorf que se llevó a cabo al principio de los 90 en contra del PKK. Después fundó la asociación estudiantil kurda YXK y finalmente se fue a las montañas de Kurdistán para luchar directamente en contra de la dictadura turca y fue asesinado.
–En noviembre de 1993 el PKK y muchas otras organizaciones kurdas fueron prohibidas en Alemania. ¿Cuáles razones e intereses que estuvieron atrás de esta decisión y qué significó la prohibición para el movimiento?
–Fuerzas izquierdistas de Turquía siempre han sufrido represión en Alemania. El servicio secreto turco podía trabajar y vigilar a activistas en el territorio alemán desde los 70. Mientras la derecha turca, que también había empezado de organizarse en Alemania, fue apoyada por fuerzas oficiales del Estado alemán. Un ejemplo en este sentido sería la relación entre el entonces primer ministro de Baviera, Franz Josef Strauß, y el grupo fascista de los “Lobos Grises”.
El punto culminante llegó en noviembre de 1993 con la prohibición del PKK, que se dio por varias razones. Una, era la intención de Alemania de apoyar a su aliado de la OTAN, Turquía. Por eso aceptó la definición de “terrorismo” por parte del gobierno turco, que obviamente incluía al movimiento kurdo. Otra razón fue la estrecha cooperación entre los dos Estados, que tiene sus raíces en el siglo XIX. Por último hay una razón pragmática. Después de la caída de la República Democrática Alemana existía un gran número de armas del antiguo ejército del este. La reunificada República Federal tenía dos opciones: una era hacer chatarra las armas, lo cual era muy costoso. Otra opción era regalarlas. Alemania optó por la número dos y dio una gran cantidad de armas al gobierno turco, que no tardó en usarlas en contra de la población civil kurda. Por lo tanto, la prohibición del PKK también se puede ver como una legitimación posterior de este regalo de armas.
–¿Cómo se ha desarrollado la represión en contra del movimiento kurdo en Alemania?
–De hecho siempre es lo mismo. El Estado alemán y sus servicios secretos no quieren percibir los cambios estructurales como la democratización del PKK. Desde el 2005 el PKK lucha bajo un nuevo paradigma y se está considerando como fuerza de autodefensa ahora. La pregunta de la democracia de abajo se ha vuelto fundamental para el movimiento. Pero el Estado alemán opta por no tomar en cuenta esos cambios, aunque sabe perfectamente bien lo que está pasando. Por lo tanto se puede decir que desde el 1993 la persecución ha sido constante. A veces es más, a veces es menos, pero sobre todo cuando hay visitas oficiales entre los dos gobiernos se dan olas de represión contra el movimiento kurdo en Alemania.
–¿Cuáles son las acusaciones que enfrentan los activistas?
–La mayoría de la gente no es acusada de haber cometido algo criminal, sino es condenada por actividades perfectamente legales como la organización de una manifestación o de un festival cultural. Todas esas son cosas que no están prohibidas, pero el PKK es considerado como un ente en su totalidad terrorista. Por eso, esos individuos enfrentan castigos duros. Esto es aún más dramático considerando que mucha gente que milita en favor del PKK en Alemania tiene una historia de represión en Turquía, de donde tenían que huir por ser torturados. Actualmente hay nueve personas en la cárcel alemana por ser supuestamente miembros del PKK.
–Tú también eres afectado por la represión en Alemania. ¿Puedes contarnos sobre esto?
–Me acusan de haber mostrado las banderas de las unidades de autodefensa YPG/YPJ en manifestaciones y en las redes sociales. Hablamos de las banderas de las unidades kurdas que luchan contra el Estado Islámico (IS) en el norte de Siria. Lo absurdo es que esas unidades están apoyadas por la coalición Anti-IS, en la cual participan Estados Unidos, Francia y Alemania. El argumento de las autoridades alemanas en esas situaciones es que alguien que muestra una bandera de YPG/YPJ de hecho hace una referencia al PKK. Un argumento jurídico absurdo.
–¿Por qué decidieron Michael Meyens y tú escribir un libro sobre el tema?
Primero, trabajamos el tema de la comunicación académicamente y nos dimos cuenta de que los reportajes sobre los kurdos en medios alemanes tenían dos perspectivas. Los kurdos eran y siguen siendo retratados como terroristas o como víctimas. Por lo tanto, queremos ampliar la narrativa sobre kurdos en Alemania y demostrar que se trata de un movimiento de liberación, que no nada más actúa militarmente, sino que también tiene un gran número de organizaciones civiles que luchan para la democracia y la libertad en el Medio Oriente.
En segundo lugar, hemos visto que la sociedad alemana no quiere aceptar que también forma parte del conflicto. En ese sentido, queremos mostrar que la cuestión kurda tiene mucho que ver con la forma en la cual actúan los poderes occidentales. Sin los tanques alemanes, sin las turbinas de aviones de Francia, el ejército turco no podría seguir su guerra en contra de los kurdos.