«La vulnerabilidad es un rasgo común del ser humano. Pero la desigualdad y la discriminación son el territorio de las vulnerabilidades construidas. Las ciudades deben erradicar la violencia en todas sus formas. Tanto la violencia estructural, vinculada a la injusticia económica y política, como la violencia cultural, que surge de las creencias.” Este compromiso da cuenta del documento final del Segundo Foro Mundial sobre Violencia Urbana y Educación para la Convivencia y la Paz.
La conclusión del Foro el pasado jueves no puede prescindir de un balance.
Un resultado ciertamente positivo, no sólo por la exhibición ofrecida a numerosos temas en los seminarios, sino también por los compromisos que figuran en las 17 páginas del documento final de la obra. (en FR) Un documento que contiene, no sólo todo lo que se ha propuesto en cada seminario, no sólo una lista de puntos utópicos, sino también una dirección precisa.
Una dirección, sin embargo, que se inspira en gran medida en la Resolución adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 25 de septiembre de 2015: Agenda 2030. Se hace referencia, en particular, a los Objetivos 11 («Hacer que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, duraderos y sostenibles«) y 16 («Promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, garantizar el acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles»).
La agenda de las «Ciudades por la convivencia y la paz«, dice el documento final, debería «intentar dialogar con el sistema de la ONU» y, en términos concretos, debería hacerlo:
- Crear un Comité de seguimiento de la aplicación del programa;
- Crear un sistema de indicadores para medir el impacto de las acciones de las políticas públicas en términos de convivencia y paz.
En cuanto a las «medidas de la agenda de las ciudades de paz» se dirigen en dos direcciones.
¡Basta de medios de comunicación que son la caja de resonancia del odio!
La primera es puramente cultural. Se trata de una forma diferente de comunicación mediática.
Se deben identificar mecanismos que «impidan que los medios de comunicación se conviertan en difusores de noticias falsas, de mitos que alimentan la discriminación y la criminalización o que incitan al odio». Por el contrario, será necesario «fomentar campañas mediáticas que valoren la riqueza social que representa la diversidad» y «cooperar con los medios alternativos para promover y difundir historias positivas que construyan puentes entre países, sociedades y culturas«.
Esto es lo que una ciudad no violenta tiene que hacer
La segunda dirección a seguir está más directamente relacionada con las actividades que emprenderán y fortalecerán directamente las administraciones de la ciudad.
Aquí, tendrán que hacer, por cierto:
- crear entornos propicios para la participación democrática de los jóvenes;
- impedir la creación de guetos;
- cuidar los lugares de encuentro: jardines, plazas, calles o parques;
- crear momentos de encuentro y diálogo entre personas diferentes;
- promover una participación significativa de las organizaciones sociales en el proceso de toma de decisiones.
Y, también, para mejorar el trabajo de las mujeres y combatir la misoginia:
- realzar en las ciudades las figuras femeninas de excelencia en la historia de la Comunidad (con monumentos, estatuas, poniéndoles su nombre a las de las calles).
Finalmente, a un nivel más político, se deberá «impedir a los civiles el uso de armas«, «reglamentar el fenómeno de las ‘puertas giratorias’ y los conflictos de intereses» y «erradicar la práctica del clientelismo y el nepotismo en las relaciones entre la política, las empresas y la administración pública«.
Se trata, sin duda, de objetivos ambiciosos, pero también necesarios si queremos «hacer de nuestras ciudades un lugar donde podamos vivir felices«.