Mientras llegaban noticias del decreto fascista emitido por el Viminale*, una parte de Italia, el de la acogida, del Permanecer humanos y de los derechos para todos, manifestó su NO rotundo al «fascioleghismo» y al racismo relacionado a este que está avergonzando a nuestro país.

Estar en Brescia, es decir, en una zona que es casi la cuna de la Liga Salviniana y asistir a la «Marcha de la Acogida» en su cuarta edición, es una experiencia que hay que contar. Una de esas que son bastante ignoradas por los medios de comunicación en busca de situaciones extremas, pero tan significativas de esa Italia llamada provincia que, a veces, como ayer, es capaz de expresar una gran civilización y merece ser contada.

Una marcha animada por miles de manifestantes, incluso muy diferentes entre sí, del sacerdote al anarquista, de los niños en sillas de ruedas a los viejos antifascistas con el bastón, era un espectáculo digno de verse para los que creen que la democracia auténtica es un bien supremo y que actualmente está en peligro. Ver la bandera de la ANPI no lejos de la bandera de la parroquia, y las banderas de MSF junto a las de los Centros Sociales, y luego los adultos y los niños de piel blanca, marrón, negra y muy negra que hablaban, caminaban o jugaban juntos era una muestra significativa de aquella sociedad que acoge y de la riqueza multiétnica y multicultural.

La propuesta fue presentada por Alessandro Sipolo, un joven cantautor involucrado en una de las aproximadamente cien asociaciones que participaron en la iniciativa, a través de Tomaso Formentone, bajo un sol que hablaba de un ottobrate** romano más que de un octubre en Brescia. Sus palabras fueron seguidas de aplausos informales, al igual que las del joven inmigrante africano que contó su historia y que, aunque sólo lleva aquí un año, ha aprendido italiano y está perfectamente integrado a la ciudad.

Muchos alcaldes de la Provincia de Brescia participaron en la marcha por la acogida, en decisiva y declarada oposición a la ola discriminatoria, racista y punitiva del inquilino del Viminale, y se sintieron orgullosos de desfilar uno al lado del otro con la banda tricolor, como si dijeran que «un trozo de la Italia de la Constitución republicana está aquí y declara con orgullo que respeta los valores antirracistas, humanos y de solidaridad que son sus pilares».

El mismo concepto que antes de la salida de la procesión expresó de forma extensa, apasionada y muy aplaudida el alcalde de Gussago, Giovanni Coccoli. No se detuvo a pedir solidaridad en nombre de los valores constitucionales y humanos, sino que ha recorrido la historia de la suprimida aventura colonial italiana en la que nuestro país fue culpable de enormes crímenes como el uso de gas en Etiopía; luego recordó las leyes raciales de 1938 desestimadas como un «estúpido y desagradable desliz de un régimen que hacía llegar los trenes a tiempo» y recordó la responsabilidad italiana en los campos de exterminio de judíos y opositores políticos, a menudo atribuida sólo a Alemania por sentirse limpia de faltas que, como dijo en uno de sus pasajes, no pertenecen sólo a aquellos que están «en la habitación de los botones«, sino que se relacionan con «una cuestión moral que nos afecta a todos, sin excluir nadie«.

Las declaraciones de principios fueron seguidas de ejemplos concretos de cómo Gussago está reaccionando ante los jóvenes inmigrantes, ante el trabajo que están haciendo para la municipalidad, ante las historias que cuentan en la sala de la escuela secundaria llena de estudiantes y familias, y dijo una cosa que quizás sea el eje de todo, este alcalde «provincial» dijo una frase tan simple como profunda, una frase que representa la fuerza del ejemplo, tanto positiva como negativamente, dijo que luego «sucede que las personas cambian y con ellas cambian las relaciones e incluso las percepciones» y esto es indiscutiblemente cierto y los hechos lo demuestran.

La plaza del evento estaba abarrotada, varios miles de personas, quizás diez mil, que para un pequeño pueblo como Brescia son muchos, estaban atentas a sus palabras. Un largo discurso del cual entre las partes más destacadas también se hizo referencia a Josepha, la chica camerunesa viva de milagro y denigrada de manera ignominiosa porque se pintó las uñas. Habló de las campañas de desprestigio que empiezan desde arriba y caen sobre cualquiera que muestre humanidad y solidaridad, incluso trocando lo que debería ser motivo de orgullo en motivo de vergüenza.

La referencia al alcalde Domenico Lucano, vergonzosamente atacado hasta el punto de que el decreto del Viminale quiere reducir a cenizas el modelo Riace del que fue creador y por el que ha recibido el reconocimiento del extranjero, no podía faltar. El alcalde de Gussago, citando las palabras del alcalde de Riace, rindió homenaje a sus acciones e instó a los presentes a continuar con los valores de la hospitalidad, compartiendo plenamente «el valor de estar solo y el valor de permanecer juntos bajo los mismos ideales«. Así que su invitación a «permanecer inexorablemente humanos» cerró su discurso. Discurso que luego caminó en forma de banderas, eslóganes y pancartas en una larga procesión que se desplegó por las calles de Brescia, «la leona de Italia», como todavía se la llama por el coraje mostrado en 1849 contra los ocupantes austriacos.

Ayer la leona de Italia y su provincia demostraron que forman parte de esa Italia fuera de la zona gris, de esa Italia que no acepta la indiferencia y que se enorgullece de adoptar una postura. El clima también dijo sí a los organizadores de la marcha y a los muchos participantes, de hecho, ellos esperaban lluvia y en cambio el evento fue acompañado por un hermoso sol. Y bajo este sol estaban los que decían «parece el clima de Riace«, como si decir que reconocerse en los mismos valores también anula las distancias geográficas.

 

* Sede de la Presidencia del Consejo de Ministros y del Ministerio del Interior.

** Tradicionales excursiones dominicales, festivas y coloridas, realizadas en Roma hasta inicios del siglo XX, en octubre.

Traducido del italiano por María Cristina Sánchez