por Elaine Tavares
El teórico de la comunicación, el canadiense Marshall MacLuhan ha vuelto a los debates de comunicación con su determinismo tecnológico, pues en función de las nuevas tecnologías que están transformando el mundo muchos estudiosos del tema han revisitado sus tesis.
Él escribió un libro en 1964 que trajo al debate la cuestión de los medios de comunicación, siendo estos medios presentados como el propio mensaje. Según él, el medio en el cual la comunicación es propagada acaba siendo el mismo un instrumento importante de cambio de las relaciones sociales. Un ejemplo usado fue el del ferrocarril. Su diseminación, relacionando los lugares, disminuyendo el tiempo para la llegada de una carta, por ejemplo, acabó extrapolando su sentido de comunicación y alterando la vida de las gentes en todas las esferas de la existencia. Las tecnologías, entonces, para McLuhan, cambian la escala, el ritmo y el patrón de la vida humana. Así pasó con el periódico, la radio y la televisión. Él creía que se debía estudiar más el medio y no sólo el mensaje que él disipa, como hacían los teóricos de la época.
Bueno, McLuhan tenía razón en la idea de que se debería estudiar también el medio, pero erraba en pensar que sólo mirando hacia el medio se podría llegar a un análisis correcto de la realidad que envuelve todo el proceso comunicativo. No sería tan simplista. La realidad es compleja. Pero, como es común a los funcionalistas, la tendencia siempre ha sido separar las partes, rechazando la universalidad del análisis.
Hoy, 2018, estamos en medio de un huracán tecnológico. Los medios de comunicación han sido alterados significativamente, provocando, desde la popularización de Internet, un cambio concreto en la temperatura social y política del planeta. Una persona con un teléfono inteligente en la mano está conectada con el mundo y no sólo recibe información, sino que también produce y comparte. Todo esto a una velocidad alucinante.
Si siguiéramos la propuesta de McLuhan -analizando sólo el medio – veríamos parte de los importantes cambios que ocurrieron en la sociedad con la llegada de esas tecnologías. La vida se hizo más rápida, el tiempo de todo se aceleró, las respuestas son instantáneas, no hay más separación entre lo público y lo privado, se exacerbó el individualismo, la alienación creció y la frontera entre la realidad y la ficción va desapareciendo. La Internet se ha convertido en la vía principal de la comunicación y el teléfono inteligente es el medio omnipresente en la vida de un número gigante de seres humanos.
Pero, además del medio, hay una serie de variables que también necesitan atención. Como, por ejemplo, la posibilidad del conocimiento concreto de la realidad y la educación. Recuerdo que en los viejos tiempos de discusión sobre la influencia de la televisión, aún en el siglo pasado, Umberto Eco insistía en el hecho de que se deberían crear espacios para lo que él llamaba «alfabetización para la televisión». Pensaba el teórico italiano que si las personas conocieran las artimañas de la televisión tendrían mucho más condiciones de inmunizarse contra la manipulación, al final, las noticias falsas siempre fueron constantes en los medios comerciales, bajo el control de la clase dominante.
Actualmente, la posibilidad de que una persona sea manipulada por la información falsa creció de manera aterradora. Y eso se debe justamente a la revolución tecnológica que puso en escena los nuevos equipos. Pero, por supuesto, la culpa de la manipulación no es del teléfono inteligente. De nuevo, cuestiones como educación, conocimiento y poder económico necesitan ser agregadas al análisis. Una persona que comprenda cómo se da el proceso de dominación en el mundo, educada para el uso de las tecnologías, tendrá más posibilidades de navegar en ese mar de información que brota a una velocidad sorprendente. El pensamiento crítico no aparece como magia. Necesita mucha lectura, mucha reflexión, mucho debate. Sin eso, la persona sigue el hilo de la confianza. «Si fue fulano o zutano, en quién confío, que dijo, está dicho».
La confianza es un acto de fe. No es un proceso de conocimiento. Pero, al parecer, es lo que dirige la vida en la internet en los días actuales.
Las elecciones brasileñas están mostrando de manera bien clara cómo sucede. Existe el medio, que fatalmente cambia la vida de todo el mundo, pero también existe el mensaje fabricado y existe el poder económico garantizando que ese mensaje hecho de mentira, llegue a los móviles inteligentes de las personas, por la vía de la confianza: los grupos de amigos y de familia.
Con eso, adherimos más un elemento de análisis que es el del poder económico y cómo puede ser decisivo en un proceso y en una situación en que las personas estén completamente despojadas de la herramienta del pensamiento crítico. La guerrilla comunicacional implementada en Brasil no se refiere sólo a millones de personas que están enojadas con la política y la corrupción y que por lo tanto se quedan sensibles a los discursos moralistas.
Estas personas son, de hecho, importantes reproductores de las mentiras creadas, pero sin la fabricación de esas mentiras, en el texto y en la imagen, seguramente compartirían en sus grupos de confianza otros mensajes. El hecho es que existen empresas especializadas en fabricar mentiras, hay empresas que roban los datos disponibles en las redes sociales y hay empresas cuyo trabajo es disparar mensajes para todos esos datos robados y / o comprados. Todas son empresas, por lo que necesitan ser pagadas para hacer el servicio. ¿Y son pagadas por quién? Por los empresarios que se beneficiarán con la situación que las mentiras creará. Es el círculo vicioso de la dominación. No se trata de la fabricación de post-verdades, como dicen algunos. Es la mentira misma, la buena y vieja mentira que siempre venció las «guerras» de todo tipo. Y los medios de comunicación son los vehículos perfectos para la diseminación de esas mentiras.
Quien insiste en decir que los medios no tienen todo ese poder, basta mirar la historia. Las guerras se producen a partir de la siembra de la mentira en los medios de comunicación de masas. Orson Wells colocó a Estados Unidos en estado de histeria con la «Guerra de los Mundos», una historia de ficción de George Wells transmitida por la radio como si fuera una cobertura periodística de la llegada de extraterrestres, y llevó a personas al suicidio. En aquellos días, en 1938, la radio era nuestro whats app. Más en el presente, podemos hablar del famoso ataque de EEUU a Irak, después de inocular al mundo entero con la mentira de que allí había armas químicas que podrían destruir el planeta.
En la actualidad, la Internet potencia aún más este proceso de fabricación de mentiras. Fue así en la llamada «primavera árabe», con la masiva participación de Youtube y Facebook, creando y diseminando videos falsos que constituyeron la «verdad» requerida por los Estados Unidos para destruir varios países en secuencia. La mentira que se convierte en verdad. No es post-verdad, es mentira en sí.
De nuevo es importante resaltar: los medios no son responsables por todo eso. Los responsables son los gobiernos, las personas, los grupos de poder. Julian Assange desveló el secreto con su WikiLeaks, y está amenazado, sin poder salir de la embajada de Ecuador en Londres, donde está preso, porque al ponerse un pie en la calle es encarcelado por Estados Unidos, que lo considera un «terrorista”. ¿Cuántos en el mundo creen en eso? Otro que reveló cómo se da el proceso de manipulación de las mentes con la apropiación de datos vía Facebook y redes sociales es Edward Snowden, igualmente cazado por EEUU. La verdad está ahí, a las claras, pero pocos logran ver.
Es obvio que las personas sometidas a la manipulación no son campos vacíos, en el que se plantan las mentiras y ellas por sí solo comandan las vidas. No es tan simple. La gente tiene sus mentes bombardeadas continuamente por la comunicación de la clase dominante, sea por el periódico, radio, televisión, el cartel en el autobús, etc… Son medios que existen fuera de la burbuja internética y que aún tienen fuerza e incidencia, por su sistematicidad. Todo esto va abonando la mente para que las mentiras encuentren campo fértil donde instalarse y crecer. En ese sentido, el móvil inteligente, que es sólo un medio – poderoso medio – acaba sirviendo para amalgamar y potenciar todo ese bombardeo ideológico necesario para mantener el estado de cosas.
En el caso de Brasil, la siembra del odio al PT comenzó en el segundo mandato de Lula, creciendo exponencialmente a partir de Dilma Rousseff. Fue sistemático y cotidiano y encontró amparo en la materialidad de la vida de las personas que empezó a caer también en función de la crisis económica. Anclados en medias verdades, como los casos de corrupción – algunos verdaderos, otros no – los grupos de poder fueron fertilizando las mentes y preparando el terreno para las elecciones de este año. Lo que no esperaban era que un candidato, fuera del circuito tradicional de los partidos y de los grupos de poder, fuera a sintetizar de manera tan acabada toda la carga de prejuicio, moralismo, miedo y odio que la clase dominante, de manera tan profesional, insiste en mantener viva para manipular a las personas según sus intereses.
No es sin razón que la vieja elite, a pesar del susto inicial, ahora ya se va acercando al candidato fascista, porque reconoce que él hoy comanda a las masas y eso es todo lo que interesa. Así, si Bolsonaro gana las elecciones, no será sorprendente ver a la derecha tradicional gobernando juntos, actuando nuevamente en el sentido de sembrar mentiras para justificar la sistemática dominación. La culpa de los desastres gubernamentales siempre será de otro y el repertorio de mentiras es siempre renovado, con la ayuda segura de los medios de comunicación, todos ellos.
En contra de ello, hay que reinventar las formas de intervención. Recordando siempre que es la confianza la que comanda. Por eso la relación persona / persona no puede dejar de existir. Es la confianza personal que determina la fe de las gentes. En ese sentido, insisto en el buen y viejo trabajo de base, el cara a cara, el conocimiento interpersonal, amoroso y comprometido, hace la diferencia. Hoy, los grupos de whats app que diseminan odio son grupos formados por personas que se conocen, que tienen lazos afectivos y confían unas en otras. Por lo tanto, el whats app es sólo el medio que las unifica y comulga. Él, solo, no provoca estragos. Es toda esta trama que, usando whats app, se consolida.
Corriendo el riesgo de ser señalada como una idealista romántica, insisto en el trabajo de base, que fue abandonado por los partidos. Un trabajo desarrollado por personas bien formadas, preparadas, armadas de conocimiento crítico.
La rueda de la vida no para y suceda lo que suceda, la lucha sigue. Resistimos y resistiremos.