…” Muchas personas se encuentran en situación de cuidar y acompañar a otros. Muchas dudas y preguntas suelen surgir: ¿Qué es lo más adecuado hacer? ¿Qué decir, o qué callar, en cada momento? ¿Cómo calmar el sufrimiento mental que oprime el corazón de la persona que acompañamos? ¿Cómo ayudar a “sanar” las heridas de la mente que parecen desbordar el corazón de quienes parten y de muchos de sus seres queridos? ¿Cómo ayudar a que la reconciliación y el amor profundo desplieguen sus alas y transformen la vida y también la muerte? ¿Cómo desplegar e irradiar la bondad y la verdadera compasión que anida en lo profundo de nosotros mismos?
Estos aportes, estas experiencias y prácticas, se encuadran dentro de lo que podríamos definir como “humanizar la salud”. Es decir, integrar en la práctica clínica los aspectos que hacen a la interioridad y espiritualidad humana, entendiendo que solamente con una mirada y una atención que integre los aspectos físicos, psicológicos y espirituales estaremos dando respuesta a la totalidad de las necesidades de todo ser humano, y más precisamente en este caso, a aquellos que transitan por momentos críticos y muy significativos en el umbral de sus vidas.
Es importante distinguir entre “dolor” y “sufrimiento”.
El “dolor” es físico y su retroceso depende del avance de la sociedad y la ciencia. En este campo específico, los avances de la ciencia médica en los últimos años han permitido el desarrollo de innumerables mecanismos para minimizar el dolor físico y mejorar la calidad de vida de las personas en situación de cuidados paliativos.
El “sufrimiento” es emocional y mental. Se sufre por temor a perder lo que se tiene, por temor a no lograr lo que se desea, por temor a la enfermedad, a la soledad, a la muerte y por temor en general. La incomunicación, la angustia, la desorientación, la violencia externa e interna son generalmente consecuencias del sufrimiento mental cuando no puede ser tratado de una manera adecuada.
El sufrimiento es mental y su retroceso depende de la reconciliación profunda consigo mismo y con los demás.
El dolor físico y el sufrimiento mental interactúan, se retroalimentan mutuamente y necesitan ser enfocados de una manera integral.
Esta Guía se enfoca en el sufrimiento mental y la manera de obrar para evitarlo, lo que seguramente influirá también en positivos avances en el campo del dolor físico.
No creamos que siempre debemos decir o hacer algo en particular. Muchas veces, lo más importante es la “presencia”. Es una presencia plena, en profunda paz, en silencio, sintiendo que todo mi ser está allí, acompañando al otro. Mi cabeza, mi corazón y mi mente están plenamente allí, sin distracciones. Es una comunicación de “corazón a corazón”, sin o con muy pocas palabras. Uno experimenta un encuentro interno y de profunda paz con el otro. “Estar” al lado del otro, en profundo silencio, sintiendo lo mejor de uno mismo e intentando sentir lo mejor y más profundo de quién acompañamos se convierte en una práctica sanadora. La comunicación y el acompañamiento profundo y esencial se da también en el afectuoso y respetuoso silencio.»
Las fotos son de Pressenza: