Por Débora Nunes/Traducción de Pressenza
Si todo es a la vez materia y energía y si la mirada del observador altera el objeto ¿qué consecuencias sacar para la acción política de izquierda?
Las afirmaciones de la física cuántica –que trabaja lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande– parecen no tener mucho sentido a primera vista cuando miramos el mundo a escala humana. Sin embargo esa nueva base paradigmática, que ciertamente va a organizar la comprensión humana el mundo en el futuro, está haciéndose cada vez más comprensible y esa es una excelente noticia. El pensamiento de una izquierda que combina la histórica búsqueda de un mundo más justo y más democrático, con el respeto a la sacralidad de la Naturaleza, será muy beneficiado por este nuevo paradigma e intentaré mostrar por qué.
Una de las bases de la física cuántica es que todo es, a la vez, materia y energía. Fue de ese descubrimiento que nacieron en la física todos los cambios que vienen sacudiendo la visión de mundo establecida. Hasta aquí, tanto los historiadores tradicionales –que contaron la historia de los vencedores–, como los historiadores marxistas –que dieron espacio a los oprimidos y explican el mundo por la lucha de clases–, abordaron la historia esencialmente por su aspecto material. Una historia “cuántica”, incorporaría la dimensión inmaterial, energética del mundo. Por ejemplo: abordaría la influencia del inconsciente colectivo en los procesos históricos o la tendencia cósmica de equilibrio Yin-Yang, o masculino y femenino. Una historia contada desde el punto de vista de las mujeres, o desde el punto de vista del inconsciente colectivo, cobra sentido enteramente desde este abordaje. Estando construida como está, será emancipatoria y satisfactoria a nuestros anhelos de izquierda. Continuemos.
Otra base importante de la física cuántica dice que la mirada del observador define la realidad. Científicos del porte de Werner Heisenberg, Eugene Wigner, Roger Penrose o Erwin Schrodinger desarrollaron ese extraño aspecto cuántico: el mundo es lo que la gente ve. Hasta aquí la Historia fue presentada como si las personas comunes tuvieran un papel histórico casi irrelevante y esta afirmación dice que cada persona construye el mundo con su mirar. ¿Eso quiere decir que las inmensas fuerzas económicas y las estructuras sociales que modelan el mundo no existen? No, eso quiere decir que las personas necesitan creer en ellas para que existan. El dinero, ese inmenso poder, no es más que una creencia, una convención, una verdad intersubjetiva. Si dejáramos de creer colectivamente en el valor de una moneda, ella no valdría más, eso es un hecho histórico que sucedió varias veces. De igual modo, un general perverso sólo consigue hacer frente a cien reclutas armados porque ellos creen que el general es poderoso. Ellos y los oficiales que castigarán a los soldados que intenten algo contra el general. Sí, el modo como miramos el mundo es poderosísimo.
Corroborando la importancia del Sr. Don nadie o de la Sra. María Nadie, tan caros al pensamiento de la izquierda democrática, está el concepto físico de “salto cuántico”. Aquellos mismos electrones que son materia y energía a la vez y que se configuran como realidad según nuestro mirar –o sea, son materia en el momento en que escogemos mirarlos así y son energía cuando los vemos así– “saltan” extrañamente. Los electrones saltan de un orbital a otro cuando reciben o pierden energía. Y su salto puede suceder con aplicaciones de energía pequeñas.
Hasta aquí la Historia fue mostrada como si sólo las grandes fuerzas tuvieran posibilidad de hacer avanzar el mundo –o hacerlo retroceder. He ahí que la física cuántica dice que un gran cambio de estado no se da necesariamente por una contínua acumulación de fuerzas, sino que puede ser un cambio abrupto, complejo, que depende de muchas variables y que puede suceder sin un “impulso mayor”. Eso quiere decir que en cualquier momento usted o yo podemos hacer la diferencia en un cambio capital para el mundo, sólo porque somos “la gota de agua” que faltaba para que el salto histórico-cuántico suceda.
A esa responsabilidad histórica que cada persona tiene para cambiar el todo, Amit Goswami le dio el nombre de “activismo cuántico”. Ese gran físico hindú radicado en los Estados Unidos nos habla constantemente de otra base conceptual cuántica bastante “trivial”. Es sobre la existencia de universos paralelos. Cuando el famoso electrón salta entre un orbital y otro, simplemente desaparece. Ningún instrumento consiguió localizarlo hasta hoy, más de un siglo después del descubrimiento de ese hecho y tras un desarrollo tecnológico abisal. Los físicos comunes y las eminmencias pioneras del tipo Niels Bohr o Max Plank concuerdan en que el electrón está en otra dimensión y hoy inclusive se sabe que esas dimensiones inmateriales son muchas. Volviendo a la Historia, esto quiere decir que ésta también está conectada con dimensiones aún no conocidas, pues se expresa a través de la materia que por su parte está compuesta de electrones que son materia y energía y que a veces dan un paseo por otras dimensiones. ¿Como podremos medir la influencia histórica de esas otras dimensiones? ¿El Universo material-energético tendría sus designios? ¿Cuáles serían?
Hay también otro principio cuántico según el cual todo es uno. Se trata de un fundamento de la ecología y de la percepción de que lo que le hacemos a la Tierra, nos lo hacemos a nosotros mismos. Para la física cuántica la realidad, además de interconectada directamente, también es “no local”, o sea: la conexión entre todo lo que existe no está imposibilitada por la distancia. Todo está, por lo tanto, conectado y el movimiento de las alas de una mariposa en Río de Janeiro puede hacer llover en Pondicherry.
En términos históricos, Einstein podría haber dicho que todos los procesos son globales y que cada individuo está conectado e interfiere en el todo. La construcción de la realidad incluye la voluntad y acción de cada persona y un pequeño grupo puede propiciar un salto cuántico si las condiciones están dadas. Sumando a eso la idea de los “designios del Universo”, se puede mirar la Historia de diferentes maneras y deducir la dirección que está tomando. ¿No sería la de un proceso evolutivo espiralado –o sea con altos y bajos– en dirección a mayor igualdad y respeto a los derechos humanos –particularmente a las minorías- y una mayor libertad de expresión de las características de cada persona?
En tiempos de Trump, de Temer y de algunos que quieren prolongar el golpe, no parece que estemos evolucionando, pero la Historia no puede ser mirada sólo coyunturalmente; hay que mirarla a largo plazo. Como Hitler y otros monstruos, estos también están condenados al limbo de la Historia. Lo interesante es que si la Historia fuera influenciada por los designios del Universo, el libre arbitrio humano y la inmadurez de nuestra especie dentro de la historia cósmica, puede llevarnos siempre a retrocesos. En física cuántica nada es cierto, todo es probabilidad y vivir en la incertidumbre es el arte de los físicos y debería ser el de todos nosotros para evolucionar, pero eso es otra historia. Para la física cuántica lo real es lo que sucede cuando todas las otras posibilidades colapsan. Y el “colapso de posibilidades” de Amit Goswami es construido por la mirada y la acción de cada uno/a.
En la medida en que estos conocimientos cuánticos sobre la naturaleza de la realidad causen cambios profundos en la mirada humana sobre el mundo, todo va a cambiar. Una inmensa evolución sucedió en el Renascimento cuando el racionalismo mecanicista de Decartes y Newton se convirtió en la visión hegemónica del mundo. Construimos el conocimiento laico, la democracia representativa, el capitalismo que pagaba salarios a los trabajadores, la independencias de las colonias, los derechos sociales y laborales… Cuando todo eso se está desintegrando, un nuevo salto es necesario. Los nuevos marcos conceptuales cuánticos y sus elementos de creatividad, pueden abrir nuestro imaginario sobre la interpretación de la Historia, ayudándonos a construirla. Ellos nos muestran que la Historia es una construcción colectiva en la cual nuestros pensamientos, sentimientos y acciones cotidianas serán tan importantes como las viejas grandes fuerzas históricas que continúan actuando.
Dos grandes pensadores de izquierda que ya se fueron tenían un pensamiento “cuántico”, cada uno a su modo. Si “futuro es una astronave que intentamos pilotear” –como dice Toquinho–, necesitamos mapas, pero también necesitamos saber adónde queremos ir. Eduardo Galeano hablaba de tener clara la Utopía que buscamos, que será cada vez más perfecta y por lo tanto distante, pero será siempre nuestra guía. Antonio Gramsci nos decía que para prever el futuro necesitamos mirar la realidad de forma objetiva y tener, a la vez, un proyecto que queremos ver triunfar (si no estaríamos teniendo en cuenta sólo el proyecto de los poderosos de este mundo).
Finalmente Edgar Morin, el gran pensador actual de la complejidad del tercero incluido (la onda-partícula cuántica), dice que no podemos despreciar los movimientos periféricos –aquellos que suceden en los subterráneos de la sociedad– y considerar sólo las grandes fuerzas, pues lo improbable sucedió muchas veces y lo que era marginal triunfó incontables veces. Improbables saltos cuánticos hacia más democracia, ecología y justicia son probables, sobre todo si pensamos que estamos yendo en dirección a una civilización más amorosa. Y que “la historia es un coche alegre, lleno de un pueblo contento, que atropella indiferente a todo aquel que la niegue”, como ya decía Milton Nacimiento.