Entrevistamos en su paso por Santiago a la reconocida artista Federica Matta, que vive en París, en Nueva York y también en España. Escultora, pintora, muralista y escritora, quien diseñó los coloridos juegos escultóricos de la Plaza Brasil que se inauguraron en 1993 y ahora fueron restaurados. Su obra cambió la atmósfera del barrio.
Federica restauró los monumentos con el mismo equipo con que los construyó 25 años atrás. Considera que se trata de una suerte de acupuntura urbana, en la que colocando un color, una forma, interviniendo con arte un lugar, cambia toda la frecuencia energética del espacio.
Nos cuenta que cuando por primera vez estuvo en la Plaza Brasil, había una niebla muy espesa y en esa atmósfera empezó a tener suertes de visiones, fruto de una gran inspiración. Tomó papel y lápiz y se puso a dibujar. Así surgieron las formas escultóricas que fueron instaladas. “Me habló la plaza”, dice. “Eso le quisiera comunicar a los jóvenes artistas, que solamente tenemos que dibujar, la imaginación viene con la línea, no se necesita mucho más. Tu dibujas y la idea te viene, no es al revés. Así se da la experiencia creativa”.
Los colores y materiales de las esculturas se habían desgastado en estos años y al reponerlos aprovechó de ponerles el nombre de la artista, que no figuraba. Seguramente si se hubiese tratado de un escultor, su firma habría estado desde el comienzo. “Ahora que está cambiando la onda para las mujeres”, dice, “vamos a ver cosas muy diferentes. No lo sé, pero también puede ser que llevo el apellido de mi padre que es pesado, soy mujer, hago cosas con los niños, tengo la idea de la educación, entonces puede ser que esas esculturas hayan sido consideradas solamente como juegos, no como arte. Yo los concebí para que los niños jueguen en arte. Con el cuerpo ellos integran y establecen relaciones con las formas y los colores, en esa suerte de acupuntura urbana, emocional, que les permite desarrollar su creatividad. Si funciona la creatividad, somos capaces de atravesar las cosas más difíciles y las podemos interpretar, transformar, superar”.
En esos años de transición a la democracia era necesario salir del trauma de la dictadura y ello era posible favoreciendo el encuentro en las plazas, haciendo nuestros los espacios públicos y usando la creatividad, la poesía, el arte.
Respecto de feminismo, Federica señala que para los hombres “el bar abierto” se acabó. “Ya no pueden hacer lo que quieren. Todas nosotras hemos tenido experiencias de abuso alucinantes y lo estamos compartiendo con las jóvenes, con las artistas, y es una alegría inmensa pensar que todas estas mujeres jóvenes – aunque les pasen cosas duras como las que hemos pasado nosotros – van a saber que se trata justamente de cosas duras. Van a poder hablar de ellas, no van a tener el nudo en la garganta durante años. No van a quedarse con estos secretos que te comen viva.”
Hablamos de los cambios que se están produciendo en esta época tan vertiginosa y, con mucha pasión, desplegó sus ideas al respecto:
“Pienso que estamos en un momento de gran confusión porque el mundo está cambiando, se ha destruido Siria, lo que pasa en el Mediterráneo es imposible de pensar y, al mismo tiempo, estamos en un momento de un gran trauma histórico, con Trump y Erdogan despidiendo a la historia, a tal punto que nuestros cerebros no son capaces de pensar en eso. De alguna manera este momento histórico tiene sus simetrías con el tiempo de nuestros abuelos, el año 36, con el regreso a los nacionalismos, el antisemitismo, el racismo, parece que todo lo que ya dábamos por superado está volviendo. Puede desaparecer Europa en cualquier momento, terminar la relación civilizada entre Estados Unidos y Canadá, México es otra historia, de Venezuela no se entiende nada, de Argentina tampoco se entiende nada. Entonces en este momento estamos confrontados a la opacidad de un mundo en el que no sabemos cómo vivir, nuestra generación no conoció un momento en el que no hubiesen fundamentos ideológicos para la acción. Nuestros abuelos que tenían que migrar por el nazismo o el fascismo, pese a ello, tenían herramientas para pensar. Ahora ya no hay fundamentos para el pensar. Incluso, con los fenómenos de contaminación y cambio climático, hoy en día se experimenta una suerte de agresión física del mundo sobre el propio cuerpo. Entonces nuestros barcos están hundiéndose mientras seguimos navegando. Pienso que en estos momentos de opacidad, lo que está dándonos un poco de entusiasmo son simplemente las relaciones. La relación cercana, entre dos o pocos más. Hoy somos mucho más directos, mucho más unidos, tenemos una conciencia profunda de que tenemos que cambiar, no solamente cambiar al mundo sino también a nosotros mismos. Por ello estamos mucho más abiertos al intercambio.”
“En un mundo que cambia al menos cada seis horas – si somos poco rigurosas – nuestro cerebro tiene dos opciones: la primera es intentar silenciar la mente y contemplar la realidad gracias a trabajos atencionales, de meditación, yoga, comiendo en forma saludable, cuidando a los demás, etc… y la segunda posibilidad es la locura y la disociación. Estamos intentando cuidarnos, creemos que es algo muy importante y por lo demás la única solución, pero esto es muy difícil en un mundo en el que todos están distraídos, disociados e internamente desestructurados. Entonces creo que nuestro trabajo como intelectuales tiene que ser capaz de redefinir, cada seis horas, es decir a la velocidad en la que se están produciendo los cambios actualmente, qué es la política, qué es la poesía, qué es la cultura, qué es la educación y buscar estar muy presentes.”
“Hay dos frases que me resuenan mucho, una de Rimbaud que dice “la vrai vie est ailleurs” (la verdadera vida está en otra parte) y otra de Montaine que dice “nous pensons toujours ailleurs” (pensamos siempre en otro lugar). Tenemos que resistir la idea de que hay otra vida en un después o más allá, porque esas creencias ya no funcionan más. Porque si te planteas que la vida se da en un más allá, abandonas este barco y te desactivas. Pero la frase de Montaine me gusta mucho porque las dificultades que encontramos hoy en día en cada lugar son tan grandes, que no somos capaces de pensar en ellas. Nos superan. Pero desde una cierta distancia, desde acá en Chile, puedo pensar en Corea, por ejemplo, con perspectiva.”
“Ahora que estamos empezando a vivir realmente la mundialización, que somos finalmente capaces de aceptar la opacidad de una persona que es muy diferente de nosotros, creo que nuestro cerebro que está cambiando y que gracias a ese intercambio se modifica aún más, nos va a hacer capaces de cosas insospechadas y muy nuevas. Y eso a mí me da mucho entusiasmo. Hay un efecto de sorpresa que opera como antidepresivo. El miedo sobra, no sirve para nada. Nuestra naturaleza misma es el cambio. Eso ya lo decía Heráclito, el cambio es nuestra fuerza natural pero por años vivimos en un mundo bastante tranquilo desde el punto de vista ideológico, sosteniendo las mismas ideas. Ahora que entramos en la era de la ecología feminista, todo se está modificando, es otra la onda.”