Chile, el país conocido por su transparencia y fortaleza institucional, ya no es tal. En los dos últimos años ha quedado de manifiesto el control que ejercen los grandes empresarios sobre la clase política.
Francisco Armanet, ex gerente del Banco Chile Inversiones, en entrevista con el periodista Daniel Matamala de CNN (04-09-18), señaló que posee grabaciones secretas, que revelarían la utilización de información privilegiada por parte de Sebastián Piñera en la compra de acciones de la empresa de aviación LAN (hoy LATAM)[1]. Sin embargo, no las dará a conocer porque “prefiero proteger la función presidencial”. Las tiene guardadas en su caja fuerte y sólo las daría a conocer si la Corte Suprema de Justicia se lo pide.
Esto ya se sabía, pero Armanet entrega mayores antecedentes. Se trata de una operación realizada en el año 2007. Piñera compra acciones de su propia empresa LAN, con el conocimiento previo del estado de los balances. Incluso los corredores de bolsa de Banchile habrían advertido a Piñera no hacerlo por contar con esa información privilegiada.
El financista, y actual presidente, actuó sobre seguro, sin riesgo, eludiendo la competencia leal con resto de los compradores. Ganó dinero fácil, mientras el resto de los accionistas confiaban en la transparencia de la empresa. La Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) lo multó y también, en septiembre del 2009, el informe de Transparencia Internacional calificó la operación de Piñera como un caso de corrupción empresarial.
Piñera es un hombre rico. Pero no produce nada. No se hace cargo de empresas que creen valor. Acrecienta su riqueza gracias a operaciones de bolsa, en el mercado financiero. Y, la mayor parte de sus operaciones son oscuras.
Existen otras operaciones financieras de Piñera poco claras: el pago de coimas de LAN en Argentina; las triangulaciones para salarios en el canal de TV Chilevisión (del que era dueño), a través de las empresas Soquimich (SQM) y Aguas Andinas que, entre otros, afectaron a su director, Jaime de Aguirre; el escándalo bursátil de Chispas, con la venta de acciones de Enersis a Endesa España; los aportes ilegales del Grupo Said y SQM a su campaña presidencial; y, el conocido caso del fraude del Banco Talca, hace más de treinta años, que tuvo a Piñera prófugo de la Justicia durante un mes.
Piñera no conoce la responsabilidad social empresarial. La verdad es que pocos empresarios la conocen en Chile, pero Piñera es el paradigma. Eso le ha significado enemistades, incluso con muchos de sus colegas dedicados a los negocios. Es que tiene una pasión irrefrenable por el dinero y utiliza métodos oscuros para obtenerlo.
Lamentablemente la imagen de Chile se viene deteriorando. El país conocido por su transparencia y fortaleza institucional ya no es tal. En los dos últimos años ha quedado de manifiesto el control que ejercen los grandes empresarios sobre la clase política.
El financiamiento empresarial para campañas parlamentarias y presidenciales ha corrompido a la clase política. Son escasos los parlamentarios que no han recibido pagos del empresariado. Y, lo más grave, es que se conocen leyes virtualmente dictadas a congresistas por los ejecutivos de empresas muy poderosas para favorecer sus negocios.
El poder económico se ha multiplicado en Chile gracias a un modelo económico caracterizado por los abusos e injusticias; y, en cambio, se ha debilitado el poder político. Así, ha crecido la fuerza de quienes controlan la economía. Y ello explica también que una persona enriquecida en la bolsa, como Piñera, haya asumido las riendas del país.
Habrá que releer a Aristóteles, para entender que la ética y la política deben marchar por el mismo camino. Aprender con el filósofo griego que la forma más elevada de la vida se alcanza socialmente y, por tanto, las decisiones políticas tienen una inevitable connotación moral. Es lo que en estos días nos falta en Chile.
Piñera, el empresariado y la clase política deben aprender de Aristóteles y acercar la ética a la política.