Parece que la destrucción por parte de la especie humana está escrita en la parte más antigua de nuestro cerebro, estructurada para ser un «depredador del mundo».
Esto es lo que se desprende de una investigación realizada por Paolo Rognini, investigador de la Universidad de Pisa (Departamento de Ciencias Políticas).
La investigación apareció en la revista científica Biological Theory.
«Estamos descubriendo que nuestros cráneos albergan cerebros que todavía dan respuestas ancestrales, que no se adaptan a la época en que vivimos», dice el investigador. «En la práctica tenemos algunos comportamientos, remanentes de respuestas arcaicas, que nos llevarán a destruir el planeta y, en consecuencia, a nosotros mismos, creando así una versión completamente nueva de la evolución: la auto extinción de una especie.»
Para entenderlo mejor, la investigación considera el cerebro un poco como un «software vestigial», un programa generado al principio de la historia de los seres humanos muy útil para sobrevivir a las condiciones de desventaja en las que se encontraba la especie humana, pero que hoy en día ya no es apto para responder a las aportaciones de un entorno completamente diferente. Un software, por así decirlo, «anticuado», que por lo tanto debería ser «actualizado», para no arriesgarse a la auto extinción de la especie humana.
«Tenemos una actitud depredadora hacia el mundo que nos rodea», añade Rognini.
La buena noticia es que todavía podemos hacer algo al respecto. Según las investigaciones, sería demasiado tarde esperar a que se formen nuevas mentalidades y actitudes hacia la vida y el mundo a causa de los cambios marcados por la evolución: «No podemos darnos el lujo de esperar 300.000 años, sólo cambiando nuestra cultura podremos evitar la desaparición de la especie humana».
Por lo tanto, sólo la cultura podrá marcar una inversión radical de la tendencia. A la luz de esta investigación, creo que la actitud, por así decirlo, «depredadora», tan apreciada por las políticas capitalistas y neoliberales aplicadas, por ejemplo, a través del principio de la competencia extrema, o con la «ley del mercado de la oferta y la demanda» de hierro o incluso la depredación de los recursos, el saqueo de otros pueblos o de los más débiles, también llamado explotación, no son más que este antiguo «principio depredador» del que habla la investigación de Rognini. A la luz de esto, el capitalismo, como he argumentado en otras ocasiones, debería llamarse «depredadorismo».
Ahora el enorme problema que tenemos es que este «principio depredador», que debe actualizarse y revisarse lo antes posible, se encuentra hoy en el poder, e incluso se ha convertido en una ciencia exacta, (nada menos exacto en el mundo entero), precisamente con la economía y las «ciencias económicas».
«Durante millones de años, el hombre ha permanecido bajo el control del medio ambiente, como todos los demás animales, y sólo después se ha convertido en un transformador del medio ambiente y de la materia, convirtiéndose en un superextractor», leemos en la investigación, «si durante años hemos sido una especie rara, ahora la tendencia a la expansión podría llevar a un colapso definitivo, incluso ecológico, en unas pocas décadas. Sin mencionar nuestra especie.»
Aquí, añadiría, creo que debemos comprender rápidamente la necesidad vital de abandonar inmediatamente este «principio depredador» por un lado y/o compensarlo con la cultura, que no es sólo la de los libros y el estudio, sino también la de la hospitalidad humana, la solidaridad, el compartir, la compasión y la compenetración con el sufrimiento de los demás. Por otro lado, quitarle el poder lo antes posible a esa cultura depredadora que pasó a ser una economía de mercado y de altas finanzas.
Todavía podemos hacerlo, no hay destino escrito, el camino se hace sólo caminando, no hay camino ya trazado, no hay un sendero, el sendero se hace al andar…