Todo comienza con las manos que se enjabonan totalmente, que se frotan meticulosa y rigurosamente: las palmas, las uñas, entre los dedos e incluso las muñecas, con técnicas precisas y bien calculadas. Un acto sencillo e inofensivo para todos, pero que es el primer gesto a aprender en el entorno hospitalario. Así comienza «De chaque instant», un documental que sigue el viaje de los estudiantes de enfermería de la IFPS de la Fondation Oeuvre de la Croix Saint-Simon de Montreuil.
Durante 105 minutos, el espectador entra en la vida cotidiana de los alumnos a través de imágenes producen sonrisas con el trabajo práctico y la puesta en escena de situaciones que se pueden encontrar en el hospital, pero que se vuelven claramente menos divertidas una vez que están en formación y se enfrentan a la realidad.
No se trata de un documental activista para denunciar las penurias que viven las personas que trabajan en el hospital, ni de un documental activista sobre la precariedad de los estudiantes, sino más bien de una película sobre el aprendizaje y la voluntad de estos jóvenes aprendices de convertirse en personas útiles en la sociedad. Sin embargo, como telón de fondo, estos temas son tratados a través de las historias de los protagonistas.
La película se construye en tres etapas, o como dice el director, en tres movimientos: en primer lugar los cursos que los estudiantes deben tomar cursos teóricos en biología, química, ética, pero también el trabajo práctico con maniquíes o actores en el que aprenden las técnicas necesarias para tratar a los pacientes. En una segunda parte, los estudiantes son acompañados en sus prácticas semestrales donde se enfrentan a seres humanos sufrientes y a las dificultades de la realidad. Finalmente, dan retroalimentación a sus maestros capacitadores.
El director Nicolas Philibert (La maison de la radio, 2012, Être et avoir, 2002) confiesa que durante algún tiempo tuvo la idea de hacer una película como ésta, pero fue en 2016, después de una embolia que le llevó a la sala de urgencias y luego a una unidad de cuidados intensivos, cuando encontró el mejor momento para hacerlo.
Uno de los puntos fuertes del documental es la gran sensibilidad con la que Philibert aborda las historias de los diferentes estudiantes, una mezcla de alegría, esperanza, angustia y voluntad. Una mirada sincera y benévola sobre una profesión que necesita técnica y protocolos para poder funcionar bien, pero que necesita sobre todo humanidad y convicción para poder ser ejercida a largo plazo.
Un documental para reír, llorar y reflexionar. Un hermoso homenaje a una profesión a veces subestimada y abusada, sacado a la luz a través de sus representantes más jóvenes, los estudiantes de enfermería.