El sábado 15 de septiembre el Arzobispado de Santiago dio a conocer, a través de un comunicado de prensa, la expulsión del sacerdocio del ex Vicario de la Solidaridad, Cristián Precht Bañados. La condena, decretada por el Papa Francisco, es inapelable. La determinación vaticana suscitó una guerra abiertamente declarada, que enfrenta a las autoridades eclesiales con uno de los curas más emblemáticos e influyentes de Chile y su círculo más cercano. El caso muestra la profunda ruptura al interior de la iglesia católica del país.
Por Camila Bustamante
El domingo 9 de septiembre a las 19.30 hrs., Cristián Precht Bañados figuraba celebrando su triunfo ante el Arzobispado de Santiago y Ricardo Ezzati en la Corte Suprema, en la parroquia San Juan Apóstol de Vitacura. Ahí, su entrañable amigo Aldo Coda, quien es párroco desde hace cinco meses, celebraba una de las misas dominicales como cada semana. Precht participaba de la eucaristía sentado desde la sacristía, mientras la mirada atenta de los feligreses se posaba sobre él, tratando de descifrar si se trataba de uno de los curas más emblemáticos de la iglesia chilena o solo tenía un parecido.
Su indiscutible figura lo delató. También su particular sonrisa, que al final de la celebración afloró con ganas, cuando varios asistentes se acercaron para felicitarlo porque el fallo de la Corte Suprema le había dado la razón, contradiciendo al Arzobispado y la misma Corte de Apelaciones, y no debía fijar residencia obligatoria en Santiago como se lo había ordenado Ezzati. Ahora, que había ganado, podía estar donde se le diera la gana, aun cuando su autoridad directa hiciera todo lo posible para tenerlo controlado, en el marco de la investigación canónica que lo involucra en casos de abusos sexuales en colegios de la congregación de los Hermanos Maristas.
Ahí estaba Precht, un hombre ya condenado por la justicia eclesial, con un informe a cuestas de 70 páginas, con 40 testimonios de víctimas o testigos de “conductas abusivas” en contra de menores y mayores de edad, pero que él prefiere llamar “expresiones de afecto inadecuadas”, según una de las entrevistas que dio a la periodista Andrea Lagos para el libro “Precht, las culpas del vicario”. Son 40, sin contar las nuevas acusaciones relacionadas al caso Maristas, donde algunos de los principales voceros de los sobrevivientes, como Jaime Concha y Eneas Espinoza, han enfatizado en la participación del ex vicario de la Solidaridad en el sistema de abusos que se dio al interior del establecimiento educacional, donde ya se habla de 25 involucrados y 50 víctimas.
Ese día de la misa en San Juan Apóstol, varios asistentes se acercaron a saludar y felicitar al cura. Para otros era paradójico, pues se trataba de un hombre que ya había sido condenado por abusos sexuales y que ahora tenía nuevas acusaciones en su contra. Les pareció inaceptable que estuviese participando de manera tan campante en la misa y aceptando las felicitaciones al final de la celebración, así que prefirieron no acercarse a la escena. Lo que les generó más ruido es que el cura llevaba una maleta y varios miembros de la comunidad lo vieron entrando a la casa parroquial junto a Aldo Coda, quien incluso les negó que el sacerdote se haya quedado a dormir ahí.
El Desconcierto se contactó con Coda para obtener su versión para este reportaje, pero no hubo respuesta.
Cabe destacar que Aldo Coda es uno de los amigos más cercanos de Cristián Precht. Junto a él y los sacerdotes Pablo Narbona, Francisco Villarroel, Carlos Rojas tienen una casa en Algarrobo, de la que también es dueño el ex sacerdote Rodrigo Tupper.
“Me muero antes de dejar ser cura. Para mí sería una desgracia tan grande”, comentó Precht en 2016 en la última entrevista que le realizó Andrea Lagos para el libro biográfico. Y al parecer, el ex vicario de la Solidaridad no tenía idea ese 9 de septiembre, cuando recibió tantas muestras de cariño en la parroquia San Juan Apóstol de Vitacura, que se le venía la noche y le quitarían lo que él decía más amar: el sacerdocio. Fue así como el 15 de septiembre el Arzobispado de Santiago publicó un comunicado de prensa donde indicaba que, “el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Luis F. Ladaria, S.J. ha notificado hoy al Arzobispado de Santiago que, con fecha 12 de septiembre del año en curso, el Santo Padre Francisco ha decretado, de forma inapelable: La dimisión del estado clerical ‘ex officio et pro bono Ecclesiae’ y la dispensa de todas las obligaciones unidas a la sagrada ordenación, del Rev. Cristián Precht Bañados. El mismo decreto establece que el obispo comunique a la brevedad la nueva situación canónica del afectado al pueblo de Dios”.
Para Jaime Concha, uno de los principales denunciantes en el caso Maristas, esto es una “buena noticia”. En febrero de este año, junto a otros sobrevivientes, se reunió con Charles Scicluna, el enviado especial del Papa para investigar las denuncias de abuso sexual en contra de sacerdotes católicos, y sus testimonios se incorporaron en el informe que el obispo le hizo llegar directamente a Francisco. “Es lo que esperábamos y Monseñor Scicluna, cuando escuchó nuestro relato, se comprometió a llevarlo oportunamente al Santo Padre para que tuviera conocimiento. Y el expediente de Precht en el caso Marista, no hizo más que corroborar lo que nosotros habíamos dicho en febrero”, explica Jaime Concha, quien también precisa que este testimonio, además lo han entregado al salesiano David Albornoz en la investigación canónica y también a la Brigada de Delitos Sexuales.
La solicitud de dejar el sacerdocio no es nueva para Precht. En 2012, el cardenal Ricardo Ezzati, en su calidad de Arzobispo de Santiago, ya le había pedido que dejara voluntariamente el ministerio ante las graves acusaciones en su contra, sin embargo, prefirió aceptar la condena de cinco años-irrisoria para muchos- sin ejercer el sacerdocio ni participar en actos públicos antes de dejar de ser cura. Parecía haberse librado de esto, hasta que este 12 de septiembre el Papa firmó el documento que lo expulsa de la vida clerical de manera perpetua e inapelable, situación que se habría acelerado ante su rebeldía abiertamente declarada contra la iglesia local, cuando presentó un recurso de amparo en contra de las medidas cautelares que le pedían fijar residencia en Santiago, mientras duraba la investigación sobre su participación en el caso Maristas. Precht, consideraba que esta solicitud afectaba sus derechos y no encontró mejor camino que irse en contra de su autoridad directa, triunfando, pero pavimentando el camino de su caída final.
Cabe destacar que ante el recurso interpuesto por Precht, la defensa del Arzobispado afirmó que esta medida cautelar, la de fijar residencia en Santiago, fue un error de la noticia publicada en la página web de la institución y que, en realidad, eso nunca se le habría solicitado al sacerdote. Fuentes del Arzobispado, comentan que cuando Ricardo Ezzati ordenó iniciar una investigación canónica en contra del ex Vicario de la Solidaridad, sobre la querella presentada por cinco víctimas maristas, las medidas cautelares incluidas en el documento oficial fueron dos: la primera consistía en la restricción del ejercicio público del sacerdocio y la segunda, la prohibición de hacer público de cualquier modo, el encuentro mantenido el 5 de marzo de 2018 con el Papa Francisco. Dicho encuentro, según algunas fuentes del clero, habría sido una jugada de Precht para figurar con el Papa Francisco en una misa en el Vaticano. La situación habría sido manipulada por el sacerdote, quien habría logrado ser invitado a la celebración y presentado casualmente ante el Pontífice. Para la iglesia local, este encuentro no debía ser de conocimiento público.
Precht y su abogado, el sacerdote Raúl Hasbún, conocieron la noticia el mismo 15 de septiembre. Tres días después, el diario La Tercera publicaba en su sección de opinión una carta de Hasbún, titulada “Nulidad Insanable”. Ahí comentaba que dicho documento no explica el porqué de la decisión y enfatiza en que ni siquiera se le avisó del proceso. “La denegación del derecho de defensa en un proceso racional, justo y legalmente tramitado hace insanablemente nula toda sentencia condenatoria”. Y cierra con la siguiente amenaza: “Demandaré, ante todas las instancias jurídicas, la nulidad insanable de todo lo obrado y decretado en contra de la honra y ministerio sacerdotal del presbítero Cristián Precht Bañados”.
Parece paradójico que el cura Raúl Hasbún defienda tan férreamente a Precht, símbolo de la defensa de los Derechos Humanos en dictadura, de la mano del Cardenal Raúl Silva Henríquez, cuando él estaba en la otra vereda, en la de Pinochet. Probablemente, en ese tiempo Hasbún estuvo de acuerdo con el bloqueo, comentado entre pasillos, liderado por el cardenal Angelo Sodano, ex Nuncio Apostólico en Chile y cercano Pinochet, para que el cura de los perseguidos políticos llegase a ser Obispo. Y es que Precht tiene la capacidad de tener amigos en todas partes, de ser transversal. Es por eso que, a pesar de ser el ícono de la Vicaría de la Solidaridad, también figura visitando al ex agente de la CNI, Álvaro Corbalán, condenado a cadena perpetua por sus crímenes en época de dictadura y como uno de los visitantes frecuentes de Punta Peuco. Andrea Lagos lo describe con precisión en “Precht, las culpas del vicario” como, “el párroco de la familia puntapeuquina”.
Las denuncias de abuso sexual y encubrimiento que recaen sobre Cristián Precht en el marco del caso Maristas, habrían ocurrido en la década de los 70, específicamente entre 1977 y 1978, años en que la dictadura de Pinochet ya se había instalado en el país. En ese tiempo, y según los testimonios de las víctimas, el sacerdote conjugaba su vida en la Vicaría de la Solidaridad, con sus visitas al colegio Alonso de Ercilla, de donde habrían salido sus víctimas y se habría armado una asociación para abusar de los menores de edad en total impunidad.
La noticia de la expulsión de Precht del estado clerical se dio a conocer en medio de un contexto algo confuso. La iglesia local, encabezada por Ezzati, inició una nueva investigación en su contra lo que acarrea medidas cautelares. Un supuesto error comunicacional por parte de la iglesia, lleva a la institución y a Precht a verse las caras antes la Corte de Apelaciones y luego ante la Corte Suprema. El cura sale victorioso y ante la opinión pública, desafió el pedido de la autoridad. Luego, se dio a conocer la noticia de su expulsión del sacerdocio, decisión que se asume, fue acelerada por su rebeldía y acciones judiciales en contra la institución que lo ampara. Para Jaime Concha, denunciante del caso Maristas, esto no es más que una “cortina de humo para que finalmente quede la sensación, ante un decreto de expulsión tan contundente, como que en realidad lo que el Papa hizo fue en relación a la desobediencia de Precht, más que por los abusos cometidos”. Lo que aún no se aclara por parte de la Iglesia, son las razones específicas que llevaron al Papa a tomar esta determinación con este cura y no con otros que tienen acusaciones similares.
No solo Precht se declara abiertamente en contra de su autoridad cuando interpone un recurso de amparo, sino también el padre Raúl Hasbún al defenderlo y enviar esa carta a La Tercera, donde amenaza con demandar ante todas las instancias judiciales. Hasbún se va en contra de Ricardo Ezzati, de Francisco Javier Errázuriz, del Arzobispado de Santiago, de la Congregación para la Doctrina de la Fe y del propio Papa Francisco, algo inédito, cuando él mismo ha trabajado activamente protegiendo a la iglesia en las denuncias de abuso sexual contra sacerdotes católicos, como lo fue en el caso de Jorge Laplagne, recientemente conocido. A Hasbún se suman otros miembros del clero y también algunos feligreses que, a pesar de todas las evidencias, consideran que a Precht no se le puede condenar por estos crímenes, debido a su rol en dictadura. ¿Es Precht el férreo defensor de los derechos humanos que se alzó en dictadura o el depredador sexual que describen sus víctimas? ¿Puede una persona ser las dos cosas? ¿Cómo debemos leer a Precht?
Pareciera que Cristián Precht Bañados se convirtió en la piedra en el zapato de la iglesia católica chilena y que generó una crisis interna, distinta a la de Karadima. La iglesia chilena, agónica por los ya innumerables casos de abuso sexuales encubiertos, ahora le llueve sobre mojado y, al parecer, la mejor jugada era sacar al “rebelde” del camino para evitar más enfrentamientos internos. Sin embargo, el propio sacerdote parece no estar interesado en salvar la institución por sobre su persona. Al menos así lo evidencia en el libro de su biografía, cuando la periodista le pregunta si cree que tratarán de impedir su regreso al sacerdocio, refiriéndose en ese momento específicamente a los denunciantes de Karadima, que se han alzado contra los abusos sexuales de la Iglesia. El cura responde: “Yo me represento solo a mí mismo: Cristián Precht. ¿De quién sería un símbolo? ¿Del cardenal Silva? ¡No me van a pegar por eso! Al revés, esa sería mi mejor defensa. Libre y pudiendo hablar soy capaz de defenderme”.
Los planes de Precht de irse como cura raso a Coyhaique, después de cumplir en diciembre de 2017 su condena de cincos años alejado del ministerio sacerdotal, fueron truncados por nuevas denuncias de abuso sexual en su contra y por quedar sin el apoyo del arzobispo de Santiago. En 2016, en entrevista con Andrea Lagos, Precht aseguraba que, “el Cardenal Ezzati ha reiterado que no me va a abandonar ningún día de mi castigo mientras él sea arzobispo. Me apoya, pero mientras esto no termine no hará nada por mí”. Y está claro que esto no ha terminado. Mientras la barca de Pedro se hunde en Chile, la pelea por los botes salvavidas entre sus más fieles miembros y líderes recién comienza.