Esta es la tercera Vida dedicada del 2018;  el equipo de Pressenza en Ecuador continua con la serie de entrevistas a la que ha denominado Vidas Dedicadas. El objetivo de este esfuerzo es recuperar y difundir la experiencia de personas que, en nuestro país, han dedicado su vida a una lucha, una iniciativa, un quehacer que aporta a la construcción de un Ecuador no violento. Doce testimonios, doce ejemplos, doce señales de que el futuro está entre nosotros. Publicaremos estas entrevistas a lo largo del 2018 y esperamos, en este mismo año, recopilarlas en una publicación.

 

Patricia se define como activista por los derechos a la vivienda y a la ciudad. Desde que entró a la escuela de arquitectura, a sus 18 años, se involucró con los sectores informales y, como arquitecta, a desarrollar vivienda social. Siempre ha estado cerca de la construcción de vivienda marginal, la de los sectores urbano- marginales, buscando responder a la necesidad de la gente en el tema de vivienda y a la marginación y la carencia de política. Ha visto durante toda su vida cómo la gente va resolviendo esta carencia, pero nunca había visto, hasta hace pocos años, la terrible realidad de los desalojos. Esta realidad la tocó de frente en Monte Sinaí.

Una noticia de televisión fue el detonante. Ella vio cómo el presidente llegó a Monte Sinaí en el helicóptero y declaró una política de cero tolerancia a las invasiones porque era necesario cambiar el patrón de crecimiento de la ciudad. Y sin duda, el patrón de crecimiento de la ciudad de Guayaquil tiene que cambiarse, pero decir cero tolerancias a las invasiones en una ciudad en la que históricamente la informalidad ha sido aceptada y casi parte del modo de gestionar la ciudad, no abría puertas a políticas alternativas para los sectores urbano marginales, que son los que necesitan resolver el suelo, la vivienda. No había propuesta de vivienda formal para darle espacio a toda esta gente.

Patricia cerró su oficina, cerró su casa y fue a estudiar porque necesitaba entender a qué obedecía todo esto. Intuía que hacía parte de un reordenamiento mundial en términos de políticas de vivienda y gestión urbana. Sospechó que algo estaba pasando y que ella no tenía elementos para entenderlo. Estudió y decidió investigar lo que había pasado en Monte Sinaí, allí vivió y vivió los desalojos violentos, vivió todo el proceso que aún continua, aunque con otros matices. Se encontró con la política de vivienda en el marco neoliberal.

Patricia ha construido la historia de Monte Sinaí desde allí y con la gente. Ha documentado esta lucha desde sus propias luchas. Los habitantes de Monte Sinaí lo han vivido, se lo han contado, le han compartido su memoria. Una memoria que todavía no termina de conocerse y con la que ella está comprometida.

Desde lo académico, esta ha sido la experiencia más rica de su vida. En lo personal, Monte Sinaí significó una ruptura con su vida anterior y un nuevo capítulo en su vida, enfrentándose a todo tipo de inseguridades, pero con la certeza de que esto era lo que quería hacer, lo que tenía sentido para ella.

Patricia Salazar, arquitecta y activista

Patricia Salazar, arquitecta y activista

“Nunca sentí que perdía nada, siempre sentí que ganaba mucho y cuando ya me situó en un sector a conversar con la gente y estar con la gente me sentí absolutamente involucrada y llena, nunca me faltó absolutamente nada y ahí nació el compromiso de hacer activismo porque era tan duro lo que se vivía, las condiciones, con un nivel de maldad y crueldad. Se borró a toda una asociación de campesinos que existía ahí, se los comenzó a perseguir, se los encarceló, se los acusó de todo con la finalidad de que desaparecieran y desapareciendo a ellos, desaparecían al sujeto más importante de contradicción respecto al suelo. Yo no había visto nunca ese nivel de perversidad y sentí que tenía no solamente que escribirlo, no solamente sistematizarlo, sentí la lucha de ellos como mía y desde ahí asumí el activismo como mío”, cuenta Patricia.

En Monte Sinaí se está definiendo la suerte del control del suelo en el sector popular urbano de Guayaquil, es decir, del 60% de la ciudad. Los conflictos y contradicciones son muy grandes. En este momento Monte Sinaí es como un corcho de expansión de esa informalidad, esa lógica de la informalidad tiene un patrón, ese patrón involucra a terratenientes urbanos, a traficantes de suelo y a autoridades municipales y es una lógica que se viene consolidando desde hace 30 años como política pública. Patricia siente que es necesario seguir reflexionando y trabajando con la gente. No sabe cuánto podrá aportar ni por cuánto tiempo podrá seguir, pero sabe que tiene un compromiso con los habitantes de ese lugar, que pueden no comprender cómo lo que les sucede tiene vínculo con procesos globales, pero saben muy bien cuáles son sus derechos y que se les están arrebatando; saben su historia pasada y saben lo que les puede venir en concreto.

Patricia seguirá en Monté Sinaí, construyendo propuestas, construyendo estrategias para llegar a los niveles de decisión con nuestra propuesta. Ella cree que sí hay posibilidades de proponer desde la gente, pero no han encontrado los canales adecuados. Siempre han tenido que enfrentarse a la violencia y, presentar alternativas exige una posibilidad de noviolencia en el proceso. Patricia ve con optimismo u futuro y el de los habitantes de Monte Sinaí