La provincia de Salta y el INAI faltaron a la reunión que se habían comprometido a hacer con comunidades indígenas del norte de la Provincia. La primera, a través de funcionarios del Ministerio de Asuntos Indígenas y Desarrollo Social y el INAI a través de su representante.
“Nos siguen mintiendo hasta hoy”, dijo Jorge Altamarino, uno de los caciques presentes.
El encuentro estaba previsto para el jueves 16 de agosto a las 10 de la mañana en la comunidad La Esperanza, Km. 16, una de las 18 comunidades que apoyaron el acampe wichí del mes pasado frente al Congreso. El 31 de julio la medida de fuerza se levantó, precisamente porque el INAI y los organismos del gobierno salteño se comprometieron a hacer la reunión a la que ahora faltaron.
Desde la firma de aquel acuerdo, las comunidades se fueron organizando entusiasmadas. Tenían la oportunidad de reunirse en el territorio para poner a la vista de las autoridades –sin ningún maquillaje y sin intermediación–, la situación en la que viven; para explicar y pedir explicaciones, para lograr avances ciertos en una historia que se repite y se estira sin soluciones desde hace años. Pero no pudo ser.
Cerca del mediodía, cuando ya llevaban dos horas esperando, los indígenas recibieron un llamado del representante del INAI desde la ciudad de Salta, a más de 300 km del lugar acordado: estaban “conversando con la provincia para ver si podían acercarse”. El abogado explicó que estaban muy preocupados porque “corrían rumores” de que había miles de personas descontentas, esperándolos en la ruta y que la situación les parecía muy inquietante.
Se les aclaró que no pasaba nada de eso. Algunos de los caciques presentes les reiteraron el compromiso de que el encuentro se desarrollaría pacíficamente. No fue suficiente. Pasaban las horas y las excusas de los funcionarios persistían. Desde los organismos provinciales propusieron correr el encuentro al día siguiente. Las comunidades aceptaron, pero en un nuevo llamado se les informó algo más: la Provincia sólo se reuniría si también se cambiaba el punto de reunión. Propusieron la comunidad Salim, a 115 km de donde se había acordado. ¿El motivo? Los funcionarios tenían que hacer trámites en Embarcación y Salim les quedaba más cerca.
Parece una broma de mal gusto pero no. Lo decían en serio, probablemente porque desde un escritorio con aire acondicionado, con agua y comida a mano, es más difícil ponerse en el lugar del otro, es más fácil desentenderse de las necesidades que planteaban las comunidades y despreciar su tiempo y sus derechos.
Fue así como a los referentes indígenas se les agotó la paciencia. “Nosotros estamos acá, como habíamos dicho. Desde la mañana, estamos. Nosotros cumplimos”. Y consideraron que los funcionarios habían roto el acuerdo.
Las comunidades continuarán las asambleas para decidir los próximos pasos. “Lo bueno de todo esto es que estamos juntos para reforzar nuestra organización y nuestra unidad”, reflexionaron.
Alrededor de ellos, una misma postal se repite en toda Salta: las empresas siguen deforestando y avanza el monocultivo.
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