En diciembre de 1955, Rosa Parks se negó a ceder su asiento en un autobús a un hombre blanco, comenzando un boicot al transporte público en Montgomery, Alabama y haciendo una importante contribución al movimiento de derechos civiles en los Estados Unidos. Rosa Parks se convirtió en el símbolo de la lucha no violenta de los afroamericanos y su gesto mostró lo que un individuo puede hacer cuando se rebela contra reglas y leyes injustas e inspira a otros a seguir su ejemplo.
En julio de 2108, la estudiante sueca Elin Ersson hizo un gesto similar para protestar contra la deportación de un solicitante de asilo afgano, levantándose de su asiento y negándose a regresar hasta que bajaran al hombre del avión en el que había embarcado, dejando Gotemburgo y dirigiéndose a Estambul. Utilizó un medio moderno, un Facebook en vivo, para filmar su protesta y el video fue visto 11 millones de veces. Su protesta tuvo éxito: el hombre se bajó del avión con el aplauso de los pasajeros y su repatriación fue bloqueada, al menos temporalmente.
El de Elin no es un caso aislado: los jóvenes y los muy jóvenes están cada vez más involucrados en la acción social. Muchos de ellos participaron en la gran manifestación en Londres contra la visita de Trump al Reino Unido, condenando su política hacia los inmigrantes y su tolerancia ante las masacres causadas por la proliferación de armas de fuego. Y los niños y adolescentes fueron los promotores y animadores de la Marcha por Nuestras Vidas, que el pasado mes de marzo invadió las calles y plazas norteamericanas para decir No a las masacres causadas por las armas de fuego. En la manifestación que en Washington involucró a medio millón de personas, subió al escenario, entre otras, Yolanda Renee King, de nueve años, una de las nietas de Martin Luther King. «Mi abuelo tuvo un sueño», recordó, citando su famoso discurso de agosto de 1963. «Que sus cuatro hijos no sean juzgados por el color de su piel, sino por su carácter. Tengo un sueño: que este sea un mundo sin armas.
Los estudiantes de March For Our Lives no se han detenido, sino que están viajando por todo Estados Unidos para informar a los jóvenes sobre la violencia armada y empujarlos para que se registren y voten. La nueva iniciativa se llama «Marcha por nuestras vidas: Camino al cambio».
¿Qué une todas estas acciones, individuales y masivas? La rebelión contra la injusticia y la violencia, incluso a costa de desobedecer leyes consideradas erróneas y enfrentarse a las consecuencias, expresadas de una forma sencilla que llega hasta el corazón. «No estaba físicamente cansada, estaba cansada de ceder», dijo Rosa Parks para explicar su gesto. «Hago esto para salvar la vida de una persona. Estoy tratando de cambiar las reglas de mi país, no me gustan. No está bien enviar a la gente al infierno», explicó Elin Ersson. «Nos negamos a considerar la violencia con armas de fuego como un asunto sin resolver», dicen los estudiantes de March For Our Lives.
Como señaló Noam Chomsky al comentar el coraje de Elin Ersson, «fue un acto inspirador y una indicación de lo que podría lograrse con la desobediencia civil a gran escala. Una niña sola intentó evitar que un ser humano fuera asesinado, desafiando las condiciones hostiles en las que se encontraba. Una desobediencia civil masiva podría lograr mucho más.
En una Italia donde el racismo y la crueldad hacia los inmigrantes y los romaníes están muy extendidos, quizás deberíamos aprender y poner en práctica esta lección.
Traducido del italiano por María Cristina Sánchez