Por Leonardo Foletto/Baixa Cultura / Traducción de Pressenza
En la isla, el acceso a la red es precario pero la creatividad, enorme. Por eso, un inmenso volumen de publicaciones y softwares, renovado semanalmente, circula por todo el país.
Cuatro años atrás hospedé en mi casa por algunos días a un programador cubano que vino a Porto Alegre para un evento internacional de software libre, el FISL. Él aprovechó la ocasión para asistir también a algunos juegos de la Copa del Mundo de 2014. Tras su estadía en Porto Alegre anduvo por otras ciudades de Brasil, inclusive estuvo en Río de Janeiro cuando se jugó aquella final en que Alemania venció a Argentina con un gol durante la prórroga del partido. Trajo una maleta grande cargada con ropas para una estadía larga y también algunos recuerdos de su país, entre ellos algunas botellas de ron para regalar a sus anfitriones. Fiestero y alegre como buena parte de los cubanos que conocí, adoraba salir a bailar a la noche; en los “calentamientos” en nuestra casa, nos enseñaba a hacer mojitos con el ron que trajo, terminados con azúcar, agua con gas y mucha “hierbabuena (menta).
Además del equipaje físico, también cargaba un equipaje considerable de archivos en su HD. Compartía su acervo con quien quisiera: más de 10 GB de música y otros tantos de películas cubanas. Aunque tuviera algunos clásicos de fácil circulación en internet, buena parte era material raro de conseguir, músicas y películas que no están en YouTube o en otro servicio de streaming y que tal vez sólo se encuentren en internet en clubes de download vía torrent, todavía los mejores espacios para bajarse cualquier cosa de la red. El hecho de que la velocidad de conexión en Cuba sea muy lenta, hace mucho más difícil el reparto de archivos online y en la “nube”, uno de los motivos por los cuales nuestro amigo programador usó constantemente nuestra conexión –en aquella época de 15 MB de velocidad de transmisión de datos–, para bajar los más diversos archivos mientras estuvo en casa.
Supe después, conversando con él, que cargar archivos digitales en carpetas (en pendrives, HDs, etc) para compartir, es un hábito común en Cuba donde la red es accesible para una minoría del país: algunas estimaciones internacionales hablan de 5% de personas con acceso domiciliario en la isla, mientras que el “Taller Nacional de Estadística de Cuba” decia que en 2014, eran 27% de personas con acceso. Aún para aquel 5%, el acceso aún es lento y caro: en la mayoría de las casas la velocidad es 56 kbits –como en los viejos modems de los años ‘90– y hay restricciones de horas (la de mi amigo cubano, por ejemplo, es de 30 horas por mes). Hay zonas de wifi pública en algunas de las principales ciudades cubanas y cybercafés públicos, pero ambos son caros: datos de 2016 dicen que la primera salía en torno a US$2 dólares por hora y el segundo entre US$6 y 10 por hora –siendo que el salario medio en el país gira en torno a U$$20 mensuales. Las torres de datos para telefonía móvil están siendo implantadas y, de momento –según me contó el programador de la isla–, el acceso es posible sólo para algunas personas del gobierno o de (pocas) instituciones privadas. Pero la tendencia es que eso cambie en los próximos años.
La realidad de poca y lenta conexión ayudó a mantener en la isla el hábito del reparto físico, offline, de archivos de los más variados. Uno de los principales archivos digitales compartidos es el llamado “Paquete Semanal“, un paquete de casi 1 TB (conteniendo entre 15 y 18 mil archivos) distribuidos semanalmente alrededor del país con softwares, deportes, telenovelas, dibujos animados, películas, videogames, músicas, revistas y mucho otros contenidos de internet. “Es la mejor manera de estar actualizado off-line” me dijo, meses después el amigo cubano.
Los modos más comunes de recibir el material de “El Paquete”, son dos. El primero es pagar entre U$1 y U$2 (o CUC, el peso convertible cubano, usado más por turistas, diferente del CUP, el peso cubano usado cotidianamente). Todas las semanas se recibe a domicilio (lunes o martes, dependiendo de la ciudad), a alguna persona con los archivos en HDs portátiles o en memorias flashs (tarjetas de memorias de máquinas fotográficas, por ejemplo). Cada uno copia a su propio ordenador lo que elija. La otra forma es comprar en las más diversas tiendas por el país, especialmente las de aparatos para smartphones que revenden a otros clientes. De ahí el contenido se difunde de mano en mano, tal cual un archivo en Internet pero offline.
En la web de “El Paquete” es posible ver una lista detallada de los archivos de cada semana divididos en carpetas y sub-carpetas. En la lista de la segunda semana de marzo de 2018, por ejemplo, había 5 GB de documentales, novelas y filmes cubanos en “Cinemateca Cubana”; casi 4 GB de aplicaciones para Android y Iphone en “Aplicaciones para Móviles”; 20 GB en “Música Mp3 2018”, con sub-carpetas como “Top UK 40 Singles”, “Unreleased Puerto Rico”, “Temas de Estreno Internacionales”, “Top de Febrero”, entre otras; 30 GB de series de países de lengua inglesa en “Series en Transmision” –de “Outlander” a “Grey’s Anatomy”, de Law & Order” a “Archivo X”; 4 GB de revistas en inglés y español, actualizadas semanalmente, entre muchos otros archivos, teniendo en cuenta que 1 TB es casi la capacidad media de buena parte de los HDs que vienen en los ordenadores portátiles hoy vendidos.
Además de estos, “El Paquete” trae también los archivos de un mercado digital llamado Revolico, que funciona de modo semejante al Craigslist: las personas compran y venden todo tipo de cosas, desde bicicletas hasta clases de matemática, incluyendo el propio acceso a Internet a un precio con descuento. Es considerado el principal espacio de clasificados de Cuba, pero tiene una particularidad: es oficialmente bloqueado en la isla desde 2007, cuando fue comenzado por expatriados cubanos en España. Aun así, algunos consiguen acceder porque los fundadores de la web crearon una serie de servidores proxy, soluciones de DNS, direcciones web privadas y espejos que mantienen la web activa en Cuba –hay, inclusive secciones enteras sobre cómo ingresar a la web en el mismo Revolico.
Los que no lo consiguen –que son la mayoría de los usuarios–, bajan los archivos de “El Paquete” y después los usan offline. Una vez bajado del paquete, Revolico puede ser navegado normalmente en un navegador de la Web, de modo que se podrá entrar en contacto con los vendedores a partir de una llamada, como se haría en caso de encontrar el anuncio en un periódico. En una nota de Vice de 2015, un artista cubano que vive en La Habana y consume “El Paquete” dice que Revolico es conocido por todos en el país y es esencial para mucha gente.
No hay información precisa sobre cuántos paquetes son distribuidos semanalmente. Hasta poco tiempo atrás, no se conocían públicamente los distribuidores de los paquetes. Muchos preguntan cómo es posible bajar semanalmente 1 TB de archivos con la conexión lenta que existe en Cuba. Algunos especulan que llega directamente de los Estados Unidos. En este video, producido en 2015 por CiberCubaTV, “El Transportista”, conocido como creador de “El Paquete”, da más detalles de como funciona el circuito.
La realidad de una internet lenta y de poca penetración no explica por sí sola, la escala y el alcance de “El Paquete”. A comienzos de los ‘70, cerca de diez años después de la revolución cubana y la nacionalización de los medios de comounicación social, una economía basada en el alquiler de material de entretenimiento comenzó a florecer a escala en la isla. Con el desarrollo de nuevos medios, el comercio se adaptó: pasó de revistas para cintas de video VHS y Betacam, a CDs, VCDs y DVDs, hasta los HDs y pendrives de hoy. El Paquete Semanal es resultado del desarrollo gradual de esas redes por más de cuatro décadas.