Por Rafael Valenzuela
Muy importante lo que está pasando en la Iglesia Católica. Al parecer se están tomando decisiones significativas, mientras cunde la descomposición moral en su interior y salen a la luz todo tipo de escándalos, que recién se empiezan a dimensionar. Ojalá tomen decisiones correctas.
Su líder, Francisco, parece ir en una dirección distinta a sus antecesores y, lo mejor de todo, es argentino, tal como Dios, Maradona, Perón y Silo. No parece mala persona, ha enmendado rápidamente algunos errores (caso obispo Barros en Chile, por ejemplo), ayudó a evitar que Obama bombardeara Siria y sirve de contrapeso cultural a la influencia de EEUU. Eso es bueno.
Dicho simplemente Estados Unidos, país protestante que tiende a ser agresivo, concentra una parte desproporcionadamente grande del poderío militar mundial y el riesgo de provocar pequeñas (o grandes) confrontaciones que pueden volverse nucleares sigue presente, incluso sin Obama.
Todo contrapeso es valioso, también el de la Iglesia Ortodoxa rusa: para Alexander Dugin, la sociedad globalista neoliberal actual es nada menos que “el reino del Anticristo”. Uno de los problemas que tiene la iglesia, es que son cada vez menos los que le creen. El paisaje cultural de la gente no tiene ya mucho que ver con el ideal de vida que proponen, especialmente en materia de costumbres sexuales. Y sus pobres seguidores, cuando intentan de buena fe hacerle caso a la vieja señora, se topan con que sus intenciones chocan contra la “realidad” del mundo actual. Y que mientras las generaciones anteriores envejecen y mueren, hay cada vez menos fieles para ocupar su lugar, insuficientes para promover las antiguas costumbres morales. El reemplazo generacional, la Ley de superación de lo viejo por lo nuevo, sigue su propia dinámica, bastante despiadada.
La iglesia, siempre tan dispuesta a criticar nuestra vida sexual, a amenazarnos con todas las penas del infierno si nos apartábamos un poco de la norma… Ellos, que siempre le dijeron a la gente que tenía que reprimir el sexo, que había que llegar virgen al matrimonio (especialmente las mujeres) y que las prácticas homosexuales eran pecado, resultaron ser los peores. Están ahí, a la vista de cualquiera que quiera informarse, miles de casos de abusos sexuales. Dan asco y todavía da más asco la red interna de protección. Algo ya no encaja, ya no gusta, ni siquiera a los católicos. Todavía prohíben el sexo antes del matrimonio, pero da más o menos lo mismo porque la mayoría no está dispuesta a hacerles caso, ya que esto se percibe como impracticable. Además de que cada vez hay menos matrimonios y de menor duración.
¿Por qué esta doctrina tiene tantos problemas con el sexo, por qué tanta represión sexual ejercida en todos los lugares y ocasiones en que tuvieron poder? Parece demasiado y es difícil entenderlo sin recurrir a complicadas y no muy bien fundamentadas teorías sicológicas. Puede ser que sirva la alegoría del sexo como una serpiente: si tratas de aplastarla, te muerde.
La Iglesia Católica sin embargo todavía conserva alguna credibilidad, al menos por aquí en Chile. Hay mucha gente que (con razón o no) considera que ha estado siempre más del lado de los buenos, que de los malos. Es posible, pese a todas las dudas. Después de todo, los católicos fueron bastante menos activos que los protestantes de más al norte en el exterminio de los pueblos indígenas: la demografía está ahí para probarlo, también las ruinas de las misiones Jesuitas.
Pero no seamos injustos, la misma iglesia que se opuso al exterminio de los indios porque en algún momento decidió que sí tenían alma (¡muchas gracias!), se encargó de esclavizarlos y someterlos con fines civilizatorios, esto es, para que sirvieran de mano de obra barata. Y al igual que sus pares protestantes, propició la importación de eslavos africanos, como también muestra la demografía.
Es por esto que hay quienes quieren revertir el proceso de descomposición de esta institución tradicional. Tal vez lo logren. Siempre es posible que, tal como otras veces en la historia, logren depurarse un poco y modificar sus formas y contenidos más conservadores. Ya lo hemos visto antes: la iglesia latinoamericana pasó de ser poco favorable a la independencia a defensora de ideas republicanas; en algún momento declara su “opción por los pobres” y unos pocos llegaron incluso a proponer una “teología de la liberación”. Hicieron varias cosas de ese tipo a lo largo de siglo 20 y se agradece. No fuera que la gente se les volviera comunista y se rebelara, dirían los malpensados.
Pero la historia tiene sus ironías. Luego de la caída de la Unión Soviética, proceso liderado por EEUU pero al que la Iglesia Católica contribuyó entusiastamente bajo la dirección de Juan Pablo II, la misma iglesia se volvió paradojalmente “menos necesaria”. Casi un estorbo para el tipo de poder que surgió después, sin mucho contrapeso. Al no existir la URSS, ya no era tan necesaria para cuidar que los trabajadores no se hicieran comunistas y siempre se podía llevar las industrias adonde la gente estuviera dispuesta a trabajar casi por nada. Al final, para la geopolítica de EEUU, mejor los protestantes que los católicos.
Esa cosa católica, tan de inmigrante…. con su culto por la virgen María, su obsesión por la familia y su poco interés por los valores de la “ética protestante del trabajo”. Además, los católicos a pesar de los esfuerzos de Juan Pablo II seguían llenos de ideas “comunistas” tales como la opción por los pobres, la defensa de los derechos humanos y otras ideas peligrosas. No parece gente muy confiable, habrán pensado. Momento difícil para la Iglesia. El protestantismo conservador se hizo en las últimas décadas cada vez más numeroso y activo políticamente en América Latina, siempre apoyando gobiernos de derecha, afines a EEUU.
Coincidentemente vino el destape de un montón de asuntos turbios en su interior y entraron en shock, ya no se podía seguir ocultando la verdad. En eso estamos ahora, tratando de entender su enfermizo gusto por los niñitos… Tal vez deberíamos ser solidarios con ellos, pero cuesta, hay mucho que discutir todavía, estamos recién comenzando.
Si de verdad pretenden rectificar su dirección, habría que hablar con ellos de muchas cosas, no solo de su pedofilia: hay responsabilidades muy concretas que exigir, son muchos los pendientes, hacen falta muchas, muchas, explicaciones. Porque al final, sea cual sea la suerte de esa institución, va a ser importante rescatar lo bueno de su legado, que también existe.