En general, las ciudades africanas utilizan menos electricidad que sus equivalentes europeos, ya que la gente posee menos electrodomésticos y tiene mayor necesidad de ahorrar. Los motores a reacción son esencialmente los mismos que las turbinas utilizadas para la generación de electricidad, y los motores de un solo jumbo alimentarían una pequeña ciudad africana si estuvieran conectados a generadores. Recuérdalo la próxima vez que vueles.
Las emisiones de la aviación en todo el mundo bombean a la atmósfera un poco más de contaminación que toda la economía del Reino Unido, y las emisiones de la aviación siguen aumentando sin cesar año tras año. El transporte aéreo es simplemente demasiado barato para el daño que causa y los recursos que consume. No se puede causar más daño a la atmósfera terrestre con 30 libras esterlinas de recursos que comprando un billete de 30 libras esterlinas de Ryanair a Barcelona. Si gasta esas 30 libras en combustible para su coche diésel, o en carbón para quemarlo en su jardín, no se acercará al daño causado por su cuota de emisiones en ese vuelo de Ryanair.
La razón fundamental por la que el transporte aéreo se ha expandido hasta ser tan perjudicial es el acuerdo internacional de que el combustible de aviación no está sujeto a impuestos ni aranceles, a diferencia de lo que ocurre con el combustible para vehículos, trenes o transporte marítimo. Incluso los ciudadanos de Arabia Saudita o Venezuela ya no pueden acceder a combustible tan barato como cuando usted vuela.
La idea de que es imposible gravar el combustible de aviación, ya que un avión podría despegar y reaprovisionarse en otro lugar, es absurda. Esa programación de vuelos tendría un costo y, en cualquier caso, los países podrían gravar a los aviones con el combustible no gravado desembarcado en sus tanques de combustible, por no hablar de las posibilidades de llegar a un acuerdo internacional para hacer cumplir los gravámenes sobre el combustible.
El hecho de que el combustible de aviación no esté sujeto a impuestos no es la única razón por la que, ridículamente, me resulta más barato volar de Edimburgo a Bristol o Londres que coger el tren más eficiente en cuanto al consumo de combustible, por lo que el combustible está sujeto a impuestos. La farsa y la codicia de la privatización de los ferrocarriles es también una gran parte de ella. Pero la cuestión del impuesto sobre el combustible es, sin duda, un factor muy importante, y la única razón por la que puedes volar a Barcelona por 30 libras esterlinas.
El problema se ha mezclado con los conceptos de democratización del ocio. Esto debería abordarse de frente. No hay ningún derecho humano a ir por aire de forma barata y tener unas vacaciones soleadas en la suciedad del Mediterráneo. La Tierra no puede permitirse la contaminación causada por el turismo aéreo masivo. La impopularidad de decir esto significa que pocas voces en la política lo hacen, pero es cierto. En vista del cambio climático, es obsceno que el público espere que los precios de los billetes de Ryanair bajen.
El transporte aéreo masivo por motivos de ocio debe detenerse. Es necesario fomentar la comunicación internacional por vía marítima, ferroviaria y otros medios de comunicación más respetuosos con el medio ambiente. Puesto que la humanidad ni siquiera tiene la voluntad política de abordar estas medidas tan sencillas sobre el cambio climático, realmente empiezo a desesperarme por el futuro.