¿La fijación secreta de Winston Churchill en 1947, inmediatamente después de la guerra, cuando la Unión Soviética todavía no tenía la bomba atómica?, un ataque nuclear preventivo para «decapitar« al gobierno de Moscú ¡y aniquilar el «comunismo» de Stalin!

Esto es lo que surge de un memorando del FBI, ahora desclasificado y publicado en el libro When Lions Roar* [Cuando el León Ruge] (*Ir al enlace:  http://www.dailymail.co.uk/news/article-2826980/Winston-Churchill-s-bid-nuke-Russia-win-Cold-War-uncovered-secret-FBI-files.html) del periodista Thomas Maier.

El plan de Churchill era presionar al senador republicano Styles Bridges para que convenciera al entonces presidente de Estados Unidos, Harry Truman, de que desatara el holocausto nuclear contra los soviéticos, como ya había hecho contra los japoneses al bombardear Hiroshima y Nagasaki.

Londres temía un ataque nuclear soviético y sugirió que los EE. UU. adoptaran medidas preventivas

En 1947 Churchill era muy escuchado, pero ya no era primer ministro desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Como recordarán, aunque Churchill ganó la guerra, fue rechazado por los votantes que prefirieron a los laboristas a pesar de reconocer su papel «heroico» en animar y gobernar durante la resistencia contra Hitler. Sólo regresó a Downing Street en 1951. Y ello a pesar de que en 1946 pronunció uno de sus discursos más famosos, afirmando que una «cortina de hierro» había caído sobre Europa. La confrontación entre Oriente y Occidente había comenzado y pasaría a la historia como la Guerra Fría. Y Churchill realmente quería evitar la prolongación de un conflicto, sobre todo, el riesgo de que Moscú, una vez en posesión de la bomba atómica, desencadenara un ataque a gran escala contra los Estados Unidos. El estadista tenía mucho miedo de la expansión del comunismo. Y en ese momento Bertrand Russell era de la misma opinión que él, que estaba a la vanguardia de la necesidad del Pacto Atlántico «¡para preservar la paz de manera realista!».

En 1949 la URSS era capaz de hacer la bomba

En esta nota del FBI nos enteramos de que Churchill tenía la intención de deshacerse de Stalin golpeando directamente al Kremlin. También estaba dispuesto a matar a miles de ciudadanos soviéticos por su plan, ya que el ataque -podemos decirlo en retrospectiva- habría pulverizado y/o expuesto a radioactividad de forma masiva a millones. «El estadista vio un ataque nuclear como cualquier otra arma convencional, hasta que se dio cuenta de que habría mucha más devastación con la bomba atómica», explicó Maier en su libro. Cuando volvió al poder, Churchill ya no presentó su plan para atacar la capital rusa. Sobre todo, porque a estas alturas los soviéticos tenían todos los medios para responder al mismo nivel a un ataque nuclear…

Yo mismo tomé posesión, por casualidad, en los puestos de Milán, de libros «ingleses» de 1948 y 1949, que pude estudiar, observando que el enfoque básico era comparar el uso de armas nucleares con los bombardeos estratégicos de «barrido», considerados como un recurso militar con una función similar.

En aquel momento, no había conciencia de la contaminación radiactiva, al igual que ahora es prácticamente ignorado el problema del invierno nuclear.

Quizás Hiroshima fue el comienzo de la Guerra Fría

Cito, en particular, «Consecuencias políticas y militares de la energía atómica«, Einaudi, Turín, 1949, escrito por un consultor del Gobierno británico, Patrick Maynard Stuart Blackett, quien, de paso, recibió el Premio Nobel de Física en 1948 y fue un experto en trabajo político.

Blackett tenía una hipótesis muy interesante que personalmente creo que es más que probable que sea cierta: el uso de armas atómicas en Hiroshima y Nagasaki tenía que ser considerado más bien como el primer acto de la Guerra Fría que como el acto final de la Segunda Guerra Mundial. La bomba, al acelerar la capitulación de Japón, habría evitado el ataque soviético en Manchuria o, al menos, limitado sus efectos. En cualquier caso, el uso de armas atómicas habría sido una advertencia poco velada para la Unión Soviética, de que de ser aliada en la guerra se estaba convirtiendo en un adversario en tiempo de paz.

El «León Británico» no pudo golpear directamente. Ni siquiera Estados Unidos estaba en condiciones de aniquilar completamente a la URSS

Vale la pena repetir y subrayar que en 1949 el Reino Unido no podía atacar con energía nuclear porque no tenía bombas atómicas: no fue hasta 1952 cuando realizó su primer ensayo. El poder de disuasión nuclear británica viaja ahora en más de 200 ojivas y está totalmente organizada en el mar, con submarinos nucleares y portaaviones situados en el Océano Atlántico.

El «León Británico» sólo podía, en ese momento, incitar a los Estados Unidos a hostigar, porque no podía hacerlo en primera persona. También debemos tener en cuenta que en 1949 el poderío nuclear del país de las estrellas y franjas no era capaz de «borrar» a la URSS, disponiendo (las cifras del gobierno elaboradas con la contribución de Kristensen se pueden encontrar en: https://rense.com/general47/global.htm) de poco más de 200 ojivas que podían ser transportadas sobre el objetivo por bombarderos inseguros e interceptables: la tecnología de los misiles balísticos intercontinentales, heredera, después de todo, de los V2 de Hitler, por lo que a los norteamericanos se refiere, se fue con el Atlas en 1957. La URSS se convirtió en potencia nuclear en 1949, pero, como ejemplo, en 1951 sólo tenía 15 bombas nucleares de plutonio.

En cuanto a la respuesta pacifista a la amenaza atómica, podemos caracterizarla con tres grandes oleadas de implicación pública (actualmente podemos hablar de su «letargo», como lo define Luigi Mosca, cualesquiera que sean las encuestas encargadas por ICAN).

La primera ola fue la de los Partisanos de la Paz, precisamente contra la hipótesis de una invasión de la URSS inmediatamente después del final de la Segunda Guerra Mundial.

La segunda ola es la del manifiesto Russell-Einstein, que llevó a principios de los años 60 (1963 para ser exactos) a prohibir las pruebas nucleares en la atmósfera: el ojo no ve, el corazón no se queja.

La tercera ola es la de la oposición a los Euromisiles: en 1987, con los acuerdos entre Reagan y Gorbachov, y las sucesivas negociaciones, se obtuvo el mayor desarme cuantitativo de la Historia. También es el resultado de grandes movilizaciones populares -hay que destacarlo- y no sólo de apoyo y presión diplomática dentro del Palacio de Cristal.

Creo que hay que preocuparse seriamente para montar una cuarta ola de desarme nuclear: quizás el próximo y probable conflicto entre Israel e Irán pueda ser la causa del levantamiento.

Alfonso Navarra – coautor, con Mario Agostinelli y Luigi Mosca, de «La locura de la energía nuclear, cómo salir de ella con la Red ICAN» – Prefacio de Alex Zanotelli – Introducción de Laura Tussi y Fabrizio Cracolici

Traducido del italiano por María Cristina Sánchez