Después del hundimiento en el largo Paissandu, las personas siguen sin hogar
La tragedia en el Largo Paissandu
São Paulo, la ciudad más grande del sur del mundo. Un gigantesco hormiguero de personas. Un mar de olores, sonidos, sabores y cultura. En un importante punto en el corazón de la selva de piedra el rascacielos cielo de cristal, estaba localizado el edificio Wilton Paes de Almeida. Cerca de la galería del Rock, lugar que es punto de encuentro de muchos jóvenes paulistanos y de la histórica Iglesia del Rosario.
En la década de los 60 el edificio en el largo Paissandu fue sede conglomerados empresariales, de la Policía Federal y abrigó por un corto período una agencia del INSS. Antes de derrumbarse el Largo Paissandu, el primer día de mayo, día del trabajador, el edificio sirvió de vivienda para decenas de familias.
Nadie ocupa un espacio porque quiere. Ocupa por necesidad. Las familias que ocuparon el edificio del largo Paissandu son algunas entre las miles que no consiguen pagar los alquileres exorbitantes, ni tienen acceso a las financiaciones de los grandes bancos.
Ocupar es resistir. Resistir en una ciudad caótica y marcada por una fuerte especulación inmobiliaria. Resistir frente a las adversidades traídas por un sistema que privilegia el lucro en lugar de las vidas. Resistir ocupando los espacios centrales, que en el imaginario de mucha gente sólo debe servir de vivienda para las personas ricas. Para los pobres: los extremos de la ciudad con sus favelas y falta de infraestructura (hospitales, red de metro, escuelas, etc).
Vea el vídeo producido por CuatroV sobre el tema –
Criminalización del movimiento de Vivienda que ocupaba el edificio del Largo Paissandu
La narrativa de los grandes medios, de los medios comerciales, fue la de culpabilizar a los movimientos sociales de lucha por vivienda. El derrumbe del Largo Paissandu fue reproducido en los diferentes medios de comunicación como fruto de las ocupaciones. Las familias enteras fueron reducidas literalmente a las cenizas por una negligencia de los diferentes poderes públicos (gobierno federal, estatal y municipal) y lo que se veía y oía era que la culpa no era del descuido y negligencia del Estado brasileño, sino de las personas que ocuparon el edificio del Largo Paissandu por un único y exclusivo motivo: NECESIDAD.
Después de un mes del derrumbamiento las personas siguen acampadas en el largo Paissandu. Un reportaje publicado en el sitio de los Periodistas Libres denunció que además de no proveer vivienda para tales personas, el (des) gobierno del alcalde de São Paulo habría buscado intimidar a las madres para que salieran del local con la retirada de la custodia de sus hijos. Un acto cruel, inhumano y que una vez más refuerza la retórica de una ciudad para ricos, para pocos.
La alcaldía ha afirmado que en el lugar del derrumbe del largo Paissandu se construirá viviendas para las personas. Pero lo que aún vemos (desgraciadamente) es el descuido. La carta magna de Brasil dice con todas las letras y de forma clara y evidente que vivir es un derecho. Un derecho que no puede reducirse a los intereses del capital. La propiedad debe ante todo cumplir su función social. Las casas deben servir de viviendas. ¿Cuántos terrenos están sin uso? ¿Cuántas casas en Brasil y en el mundo están abandonadas y que podrían albergar innumerables familias?
Imagen de portada Media Ninja
Texto por Vinícius Chamlet