«Necesitamos líderes que sepan firmar grandes acuerdos para los estadounidenses». Así decía Donald Trump en 2015 al inicio de la campaña electoral para la presidencia de los Estados Unidos. Para Trump, los políticos americanos no podían negociar debido a la falta de experiencia empresarial que, en cambio, él posee.
Negociar en el mundo empresarial es una cosa, pero a nivel político internacional es una actividad mucho más compleja que el inquilino de la Casa Blanca aún no ha entendido. La historia reciente de su presidencia así lo confirma.
Trump actuó unilateralmente al abandonar el tratado climático de París firmado por casi todos los países del mundo sin ninguna negociación o intento de compromiso. En el caso del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), el 45º presidente ha amenazado con desmantelarlo, aunque hasta la fecha no lo ha hecho. No obstante, los aranceles europeos sobre el acero y el aluminio se aplicarán también a México y Canadá. Trump también ha abandonado el tratado nuclear con Irán, aislándose de los otros seis países signatarios que seguirán. En el caso de asuntos internos, la capacidad de Trump para negociar con el Congreso no ha dado lugar a leyes bipartidarias. Una vez más, el presidente número 45 actuó solo, aunque usando a su partido, pero sin alcanzar el codiciado objetivo de eliminar el Obamacare, la reforma del sistema de salud que los republicanos tanto odian. El único «éxito» legislativo de Trump es la reforma fiscal, que se llevó a cabo sin el apoyo del Partido Demócrata debido a la falta de capacidad negociadora del presidente.
Las pobres habilidades de negociación de Trump, sin embargo, han sido confirmadas recientemente en las negociaciones con Corea del Norte. Las relaciones comenzaron con mutuos ataques infantiles entre el 45º presidente y el líder norcoreano Kim Jong-Un. Las amenazas de ambas partes han continuado, dándonos la impresión de que nos estábamos acercando a la posibilidad de un enfrentamiento nuclear desastroso. Luego se rompió el hielo con la estrategia de Corea del Norte de acercarse a Corea del Sur, que también sirvió de apertura a Trump. Para calentar los motores, Kim Jong-Un liberó a tres prisioneros americanos alegrando a Trump, quien tuvo el gusto de atribuirse el mérito, aunque agradeciendo profusamente al líder coreano. La cumbre se había fijado para el 12 de junio en Singapur, organizada con la mediación del presidente surcoreano Moon Jae-in. Ha demostrado su satisfacción dándole el crédito a Trump, sugiriendo incluso que el presidente estadounidense merece el Premio Nobel de la Paz.
La estrategia de Trump, conducida también en parte por sus subordinados, ha puesto todo en duda obligando al 45º presidente a cancelar la cumbre, aunque en el momento de escribir esto parece que finalmente se llevará a cabo. Los norcoreanos habían dado señales de que Kim Jong-Un no se presentaría en Singapur para las declaraciones de John Bolton, asesor de Trump sobre seguridad nacional, y reiteradas por las del vicepresidente Mike Pence. Ambos habían sugerido que, en las relaciones con Corea del Norte, los Estados Unidos podrían seguir el modelo de la estrategia de Libia. Recordemos que en 2003 los Estados Unidos llegaron a un acuerdo en el sentido de que Libia abandonaría sus ambiciones nucleares. En 2011, sin embargo, Muammar Gadafi, el líder libio, perdió el poder y finalmente fue asesinado por las fuerzas rebeldes.
Los coreanos conocen muy bien la historia y no se han tomado a bien la afirmación de Pence de que si Corea del Norte no llega a un tratado «podría repetir el final de Libia». El viceministro coreano de Asuntos Exteriores, Choe Son Hui, respondió diciendo que el diputado de Trump es «ignorante y estúpido» cuando amenaza con un «duelo nuclear».
Tras una reciente reunión con el presidente surcoreano, Trump decidió cancelar la cumbre para impedir que Kim Jong-Un lo hiciera antes. Sin embargo, Trump actuó de manera conciliadora al comunicar su anuncio en una carta en la que dejó la puerta abierta para reactivar la cumbre.
La negociación de tratados internacionales requiere del tiempo y la paciencia que Trump no ha demostrado. Recuérdese que el tratado nuclear con Irán requirió varios años de negociaciones. El 45º presidente nos da la impresión de que podrá hacerlo mucho mejor y con mucha prisa. Kim Jong-Un tiene mucho prestigio que ganar al sentarse a la mesa en igualdad con el líder de la superpotencia mundial, lo que otros presidentes estadounidenses se negaron a hacer en ausencia de acuerdos preestablecidos verificables. El simple hecho de haber aceptado la cumbre es en sí una concesión de Trump. Sin embargo, el problema fundamental sigue siendo la falta de credibilidad histórica de los líderes estadounidenses. En vista de que Trump no cumple su palabra, aunque se llegue a un acuerdo, ¿podrán los norcoreanos confiar en él? Su carta de «triunfo» se basa en armas nucleares que no posee Irán y que Gadafi tampoco poseía. Pronto se verá si se celebrará la cumbre entre los dos líderes, pero con las habilidades negociadoras de Trump hay poco que esperar, incluso si la simple idea del diálogo es un factor positivo.
En sus actividades comerciales Trump ha quebrado 6 veces, con consecuencias muy graves para los bancos y sus empleados. Los negociadores anteriores al 45º presidente no dejan mucho que desear, pero al menos el diálogo con Corea del Norte sigue abierto. Este es el aspecto más alentador. Veremos si es suficiente.
Traducido del italiano por María Cristina Sánchez