En España, luego de haber presentado una moción de censura contra el gobierno presidido por Mariano Rajoy, contra todo pronóstico, ha sido relevado por el líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pedro Sánchez.
La posición actual de Sánchez es todo un símbolo de su capacidad para resucitar políticamente una y otra vez. En política, rara vez se puede dar por muerto a alguien. Los políticos de sangre se levantan una y otra vez, siéndoles imposible vivir sin la política. En todos los países tenemos ejemplos de ello. Las derrotas pueden ser acicates para triunfos futuros.
Es el caso de Sánchez. Liderando al PSOE, en las últimas elecciones generales del 2016, no pudo evitar la peor derrota de su partido desde la llegada de la democracia a la muerte de Franco. El bipartidismo español conformado por el partido popular (PP) y el PSOE, se resquebrajó en cuatro, al tomar fuerza tanto Unidos Podemos como Ciudadanos, esta última liderada por Albert Rivera, que pregona ser de una derecha moderna, liberal, nacional. Unidos Podemos, encabezada por Pablo Iglesias, surge por la izquierda como consecuencia de las movilizaciones de los indignados, contra lo que llama, la casta encarnada por el PP y el PSOE.
A pesar de su derrota, Sánchez se niega a dar el apoyo a Rajoy, que no obstante haber ganado, no obtuvo la mayoría suficiente para conformar gobierno. La postura de Sánchez se apoya en el slogan “No es no”, resistiendo las presiones de los “barones” del PSOE encabezados por quien fuera su otrora máximo líder: Felipe González. Ante la imposibilidad de Rajoy por conformar gobierno, el rey convoca a Sánchez para que intente ser gobierno. Para ello Sánchez busca el apoyo de UP, sin lograrlo. Luego de un largo período “sin gobierno” por falta de acuerdos, el rey vuelve a llamar a Rajoy, quien ahora sí logra en el parlamento la mayoría suficiente, gracias a una nueva postura del PSOE, para asumir la conducción gubernamental. Para Sánchez fue una derrota aplastante, porque desde sus propias filas estaba siendo fuertemente cuestionado por la intransigencia que conllevaba su “no es no”.
Dimite como secretario general del PSOE y como diputado, iniciando su travesía por el desierto. Vuelve a ser soldado raso, y como tal procura reconquistar al PSOE. En las últimas elecciones internas, postula a liderarlo nuevamente. Triunfa contundentemente ante la líder andaluza, Susana Díaz, quien era apoyada por los barones y el “aparato” del PSOE.
Conocida la sentencia del llamado caso Güertel, que condena a altos dirigentes del PP, por corrupción generalizada, y que terminó salpicando a Rajoy en su calidad de jefe de gobierno, Sánchez no titubea en presentar una moción de censura sin previa consulta alguna, salvo a sus más inmediatos colaboradores. Presentación que parecía ser un mero saludo a la bandera sin mayor destino por carecer de las mayorías necesarias en el Congreso. Sin embargo, con santa paciencia, lentamente fue acumulando fuerza. Dentro de su propio partido, el PSOE, los barones no se convencían. Pero Sanchez, imperturbable, sostuvo que la presentación de la moción de censura era un imperativo ético, más allá de sus posibilidades de éxito. Frente a la sentencia de los tribunales de justicia que condenaban a quienes habían ostentado altos cargos de gobierno, Sánchez sostuvo que no era posible hacer la vista gorda. Presentada la moción, dado su carácter eminentemente ético, no estuvo en disposición de negociar apoyos. Cada cual debe saber qué posición adoptar. Tampoco aseguró elecciones inmediatas, tan solo garantizó que dentro de un plazo de tiempo que no especificó, llamaría a elecciones generales. Ello, con miras a tomar las riendas del gobierno para estabilizar el país, dar confianza.
En su despedida, Rajoy pareció respirar por la herida al acusar a Sánchez de no haber ganado elección alguna, de ambiciones desmedidas y de encabezar un gobierno Frankenstein por los más diversos y frágiles apoyos que tendrá. Como ya se dijo en un apartado anterior, efectivamente no llega al gobierno por vía electoral, pero sí por la vía constitucional; en cuanto a las ambiciones desmedidas, está por verse, pero en todo caso para Sánchez la no presentación de la moción de censura habría entrañado hacerse cómplice de la corruptela del PP. Y la afirmación de Rajoy respecto de que encabezará un gobierno Frankenstein, está por verse. En efecto, la tarea que debe emprender el nuevo gobierno español no será fácil. Sin mayoría en el congreso, dependerá de los partidos que lo acompañaron para derribar a Rajoy y su partido, el PP.
Solo cabe confiar en que Sánchez y quienes le acompañan, estén a la altura de la responsabilidad que han asumido. Por mi parte tengo confianza, la que nace de su perseverancia, su tesón, su persistencia, su capacidad para caerse y levantarse una y otra vez.