Este comentario brotó por una foto que me mandó una amiga y me hizo comprender lo que sentían “las pibas” de todas las edades que inundaron el lado norte del barrio del Congreso en la vigilia del miércoles, durante el debate parlamentario. Vaya en su homenaje.
Un combo inesperado resultó del debate sobre la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) en la Cámara de Diputados. Por un lado, el aborto mutó en IVE, que no es lo mismo. Por otro, los diputados quedaron expuestos.
Este cambio de terminología no es gratuito y, si bien no ha comenzado a ganar espacio en los medios de comunicación, recién comienza a andar y hay que apoyarlo. Hay que desterrar el “aborto” de nuestra habla cotidiana. El peso imaginario es tremendo: de una imagen cruenta, de muerte, se pasa a una imagen de vida ejercida en su más sólida manifestación de libertad, la elección. Una renegada de su condición gestante a la que está destinada por la biología se convirtió en una mujer libre que puede elegir su destino. Las asociaciones que pueden seguir son múltiples, pero se sintetizan en un slogan más que repetido por “las pibas” que consagraron su protagonismo en la vigilia callejera durante el debate: “el patriarcado se va a caer”. Esta expresión dejó de ser una expresión de deseos: ayer a la mañana comenzó a caerse, al menos, institucionalmente.
Las consecuencias de esta imagen que se proyecta ahora, la de una mujer soberana y, por tanto, libre, son difíciles de calcular porque el tramado imaginario de la sumisión milenaria de las mujeres enhebra el tejido completo de las relaciones en la actual cultura planetaria. Ni ellas mismas pueden imaginarse lo que se viene porque, paradojalmente, el virus machista anida en su imaginario y lo transmiten de madres a hijes, con distintas modalidades y resultados según el género que hayan parido. Una tarea que nos queda por delante, tanto a nivel social como personal, y que atraviesa a ambos géneros porque tendrá que hacerse en cada cual y juntes, es elucidar el código imaginario que garantiza la reproducción del patriarcado.
Por ahora tenemos la primera victoria en Argentina que, por sus dimensiones, puede ampliar la del pionero (Uruguay), proyectando el nuevo imaginario al resto de nuestros hermanos latinoamericanos. Dura tarea por cierto. La lucha por la modificación del imaginario colectivo, eso que antes se llamaba mentalidad, recién comienza. Pero sus devenidas protagonistas destacadas en poquitos años de movilización, pueden darnos sorpresas.
Durante el debate se destacaron algunes diputades (estimades miembres de la Real Academia, se viene otro cambio) que realizaron aportes a los argumentos ya conocidos. Por su fuerza emotiva, Gabriela Cerrutti consiguió una síntesis de la postura reformista que es, además, todo un principio libertario para la legislación: no se puede legislar sobre el deseo. Más que consonante con el principio de reserva de las acciones privadas que consagra nuestra Constitución (aunque muchos, muchísimos, dirán que ofenden a Dios y las buenas costumbres).
Un legislador oficialista, radical él, Luis Borsani, lo dijo con más claridad: mantener la criminalización del aborto es penalizar la libertad sexual de la mujer. Y aportó un argumento original (para mí, que creía que se me habían ocurrido todos): los hombres nos sacamos fácil la paternidad de encima, en el peor de los casos cuesta unos pesos. La mujer no podía elegir (por supuesto, dirán que hay “malas” madres que abandonan, etc, pero, justamente, es porque no pudieron elegir).
La atroz realidad de los abortos clandestinos terminó por hacer que prevalezca la racionalidad: más allá de las cuestiones de principios, se trata de un problema de salud pública. Esto me hace acordar de otra fórmula de compromiso al inaugurarse nuestra historia: la libertad de vientres que consagró la Asamblea de 1813. A partir de ahí los hijos de esclavos serían libres. Así, conciliaron la abolición de la esclavitud con la propiedad privada. Sin embargo, bajo el peso del imaginario machista, los úteros femeninos siguieron expropiados por la mirada social. Esa parte de su anatomía no les pertenecía porque correspondía a la necesidad de reproducción de la especie. Más crudamente, a la provisión de mano de obra, tanto para la producción como para la guerra.
Así que el argumento que primó, el de la salud pública, resulta ser una razonable fórmula de compromiso para quienes por razones de conciencia, habrían rechazado el proyecto. Lo que para mí es un loable ejemplo de conducta de gobierno.
Hasta aquí, la parte temática del combo que anuncié al comenzar. Ahora, veamos el otro lado, qué nos mostraron los diputados. El tema es muy movilizador y supongo que por ello estimuló una alta participación, permitiendo ver algo que no es tan frecuente en las sesiones habituales, dominadas por el protagonismo de unos pocos. Lo que se pudo ver es a quiénes hemos elegido para representarnos.
Se puso de manifiesto el analfabetismo funcional, bien que en algún caso se pudo percibir que era más que funcional. De un legislador se espera que conozca, no las leyes que ni les profesionales del derecho llegamos a conocer, pero sí cómo se las usa. El uso de una ley parte de su interpretación y la simple lectura de un texto normativo no basta para valerse de él como argumento. Esto es, no alcanza con saber leer. Por lo menos hay que saber que lo que dice la ley es lo que la institución autorizada dice que dice. De modo que es el órgano jurisdiccional el que tiene la última palabra en la materia de que se trate, fija el sentido con que debe interpretarse la ley. Por eso el argumento que pretende que el proyecto de ley de la IVE es inconstitucional, es propio del desconocimiento de la materia de derechos humanos. No basta saber que los tratados internacionales tienen jerarquía constitucional para pretender descalificar el argumento contrario. Lo único que lograron fue resaltar su supina ignorancia de los reclamos que se le han hecho al Estado argentino para que sancionara una ley en el sentido que se aprobó (y que ellos debían atender en consecuencia). Es más, no han entendido, porque supongo que lo habrán leído, cuál era el sentido de la exhortación que hizo la ONU a la Cancillería argentina, a través de su grupo de trabajo en la materia, para que se apruebe la ley de la IVE. Sin embargo, ciegos y sordos pero no mudos, los refractarios pro-vida acudieron al argumento de la inconstitucionalidad una y otra vez. Por fin, sin entrar en detalles por vergüenza ajena, en muchos casos uno se pregunta cómo es que los partidos políticos llenan sus listas de candidatos.
Cerrando este penoso comentario y volviendo al balance de la jornada, está claro que pese al triunfo, el saldo no es alentador. Los votos decisivos pertenecen a quienes votaron a favor pero en contra de sus convicciones. Esto no los desmerece en absoluto, sino que los enaltece porque supieron atender lo que la realidad social demanda. Pero quedan las convicciones.
Fue reiterado el comentario de quienes (casi diría denunciaron) señalaron la diferencia existente entre las provincias y la capital. Esto es la realidad y no la gigantesca movilización que ocurría fuera del edificio.
No sólo las plazas del Congreso sino el barrio entero del lado norte, se pobló de pañuelos verdes al punto de no poderse caminar. Del lado sur de la plaza, el lado celeste era una tristeza y más triste aún que se envolvieran en banderas argentinas, como si nuestra nacionalidad fuera esencialmente anti IVE. Paradójico resultó que las niñas pro-vida blandieran globos rosados semejando condones. Ellas, tan católicas que se veían.
La movilización fue impactante pero el país, pese a la adhesión lograda según se vio en las movilizaciones provinciales, no se sabe de qué color es a ciencia cierta. Y aún cuando sea verde la convicción en torno a la IVE, y aunque la sanción de la ley sea segura y signifique que el patriarcado empezó a caer, no creo que sea tan fácil. Indudablemente, fue una victoria. La primera, porque la lucha recién empieza, Y en un campo que aunque parezca el de siempre, el imaginario colectivo, esta vez afecta sus propias raíces más que ningún otro tema antes. Pero ya es tema para otro momento.
Por ahora, disfrutemos los varones esa extraña mezcla de alegría y desconcierto que, al menos a mí, provocan estas mujeres que redoblaron el paso en su camino de liberación. Que también es el nuestro.
Así que a ellas agradezco la tenacidad en luchar por su libertad.