Por ROSA PAVANELLI 22 de junio de 2018 para Democracia abierta
A medida que la Campaña de los Pobres llega a Washington DC es hora de celebrar el Día del Servicio Público
Se reúnen todos los lunes. Cientos de trabajadores de bajos salarios, líderes religiosos, organizadores de derechos civiles, sindicalistas y activistas liberales de todo Estados Unidos han estado saliendo a las calles cada semana desde el 13 de mayo de 2018 para protestar contra la desigualdad, el racismo, la devastación ecológica, el militarismo y todo tipo de discriminación.
Se llaman a sí mismos la «Campaña de los Pobres«, una referencia directa al movimiento lanzado por Martin Luther King Jr. unos meses antes de su asesinato el 4 de abril de 1968.
El corazón de la campaña de King fue una procesión tirada por mulas desde Marks, Mississippi, en ese momento el pueblo más pobre del estado más pobre de Estados Unidos, que finalmente llegó a Washington DC. La Campaña de los Pobres de hoy también culminará con una acción nacional en el Capitolio de los Estados Unidos el 23 de junio, Día de la Administración Pública de las Naciones Unidas.
Esto no es una coincidencia. Sólo un acceso real para todos a unos servicios públicos de calidad, como la educación, la asistencia sanitaria, los servicios de guardería, una jubilación digna, el transporte público, unos sistemas de justicia eficientes y unas infraestructuras de calidad permitirá avanzar en la lucha por la justicia social y la reducción de las desigualdades.
Martin Luther King lo sabía. El día de su asesinato en Memphis, Tennessee, apoyaba a 1.300 trabajadores de saneamiento que estaban en huelga, convencidos de que una coalición de activistas de sindicatos, organizaciones religiosas y de justicia social era la mejor manera de sacar a millones de estadounidenses de la pobreza.
Cincuenta años después, esta agenda es más relevante que nunca en los Estados Unidos y en el resto del mundo. El capital público -en contraposición al privado- se ha reducido a casi cero en todas partes desde 1970. Es inferior a cero en Estados Unidos y Gran Bretaña debido a los programas de austeridad y a los sistemas impositivos regresivos, junto con un marco político que considera a las empresas públicas como obsoletas y a los funcionarios públicos como una clase de trabajadores privilegiados que son caros e ineficientes. Por no hablar de los sindicalistas, a los que se considera como dinosaurios peligrosos de los que hay que burlarse en el mejor de los casos, y en el peor, encarcelar o matar.
Las consecuencias son devastadoras. La desigualdad de ingresos ha aumentado en todas las regiones del mundo en los últimos decenios, a medida que el uno por ciento más rico del mundo ha captado el doble del crecimiento del PIB que el cincuenta por ciento más pobre, como se muestra en el Informe sobre la Desigualdad Mundial 2018.
Este fenómeno es especialmente agudo en los Estados Unidos, donde la proporción de la riqueza nacional correspondiente al 1% más rico aumentó del 22% en 1980 al 39% en 2014. La mayor parte de ese aumento de la desigualdad se debió al aumento del 0,1% de los propietarios de la riqueza.
La batalla para revertir estas tendencias es dura y peligrosa, ya que los trabajadores del sector público son constantemente atacados en todo el mundo. El número de países que toleran el arresto y la detención arbitrarios de trabajadores aumentó de 44 a 59 en 2017, según el Índice de Derechos Globales de la Confederación Sindical Internacional. Alrededor de 2.500 millones de personas en la economía informal, entre los inmigrantes y los que tienen empleos precarios, están excluidas de toda protección en virtud de las leyes laborales.
Pero esto no es inevitable. En la International de Servicios Públicos (ISP), una Federación Sindical Mundial dedicada a promover servicios públicos de calidad, estamos convencidos de que ahora, más que nunca, los trabajadores necesitan sindicatos fuertes para defenderse y asegurar buenos empleos con salarios y beneficios justos.
Al igual que Martin Luther King hace 50 años, tenemos un sueño: que un día los trabajadores de todas las razas y orígenes tengan una vida decente. «One Day» (Un día) es también el título de una serie de películas de la ISP sobre el mundo del trabajo que destaca las extraordinarias vidas de los trabajadores ordinarios del sector público en todo el mundo.
En este Día del Servicio Público, queremos celebrar a estos trabajadores. Pero la celebración y la lucha no son un día o un momento. Se trata de construir un movimiento que dure. Este será un largo camino, pero cuando los movimientos sociales y los sindicatos se unen, pueden ganar.
Es hora de cambiar la narrativa. La lucha por los derechos universales, como un salario digno, buenas condiciones de trabajo y acceso a servicios públicos de calidad, nunca será obsoleta.
Traducido del inglés por María Cristina Sánchez