Tras la oferta del Gobierno español, la situación de los inmigrantes a bordo del Aquarius parece mejorar con la confirmación por parte del Ministro de Infraestructuras, Danilo Toninelli, de su traslado en buques italianos al puerto de Valencia.
Sin embargo, la cuestión política y humana sigue abierta. Nunca como en los últimos días ha habido dos frentes agudos y opuestos: por un lado, un gobierno dominado por el racismo y el cinismo de la Liga, que deja a cientos de hombres, mujeres y niños en medio del mar para un odioso cálculo electoral y propagandístico; y por otro lado, la sociedad civil y los alcaldes, italianos y de otros países, dispuestos a ofrecer hospitalidad en nombre de un principio que debería ser elemental y obvio: salvar vidas debe estar por encima de cualquier otra consideración.
La alcaldesa barcelonesa Ada Colau, que lleva mucho tiempo a la vanguardia de las políticas de acogida, resumió los términos de la cuestión con la mezcla habitual de concreción y humanidad. Hablando en Madrid en la Nueva Economía Fórum, Colau ofreció el puerto de su ciudad al barco Aquarius, describió las declaraciones de Salvini como «racistas e inmorales» y reiteró que «quien no salva vidas humanas elige la barbarie, no la democracia».
Los países no pueden manejar por sí solos la llegada de oleadas continuas de migrantes y refugiados que huyen de la pobreza y la guerra, oleadas que no se detienen, admitió Ada Colau. Por lo tanto, la cuestión debe ser tratada por Europa en su conjunto, pero no «reduciéndola a una cuestión de cifras», porque al hacerlo acabaremos deshumanizándonos.
Por último, destacó que ciudades como Barcelona y Madrid están destinando grandes sumas de dinero de sus presupuestos a la recepción y advirtió a los países europeos, en primer lugar, a España, que respeten sus compromisos de larga data en materia de derechos humanos.