Participación de David Sámano en la mesa Tendencias utopías, e intenciones en la visión humanista de la sociedad futura. Como parte del Ciclo de Conferencias: Visiones del Nuevo Humanismo, en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, el 4 de mayo del 2018.

Las expresiones culturales del humanismo han sido variadas en el espacio y en el tiempo. Al Renacimiento se le considera un movimiento predominantemente literario, pero… ¿Cómo no encontrar en las utopías un elemento fundamental del espíritu del humanismo también?

Hoy que nos hemos reunido en esta mesa para hablar acerca de la sociedad futura en el contexto del humanismo, nos vienen a la mente la Republica de Platón o la icónica obra de Tomás Moro cuyo nombre ha servido para referirnos a esas imágenes de la sociedad ideal cuya imposibilidad de existir se expresa en la etimología de la palabra utopos (del gr. ou no, y topos: lugar).

Las utopías representan para muchos eso que se sabe es imposible que se concrete y que sin embargo se sigue tratando de realizar. Y como sucede con quienes no han cesado en el intento de idear una nueva máquina del movimiento perpetuo o del intento de encontrar el eslabón perdido, que con sus esfuerzos a veces solo consiguen contribuir al avance del reconocimiento de nuestra ignorancia, los que han seguido utopías algo han aportado directa o indirectamente para comprender mejor el funcionamiento de aquello que se quiere aproximar a un estado perfecto.

Tal vez en ese sentido Richard Adams todavía en épocas de la guerra fría hablaba del paraíso capitalista y el nirvana socialista con estas palabras:

Los capitalistas sostienen que, a la larga, la capacidad tecnológica del hombre eliminará el peligro del agotamiento de los recursos naturales vitales; los marxistas sostienen que, aunque el hombre depende de los recursos naturales, este problema es de poca consecuencia, ya que las dificultades en el proceso de expansión (productiva de alimentos ) no resultan de una sobrepoblación potencial sino del dominio del hombre sobre el hombre y de su incapacidad para asegurar una distribución equitativa de la producción entre una cantidad cada vez mayor de personas. Podemos demostrar algo de verdad en cada uno de estos puntos de vista. En efecto, los avances tecnológicos del hombre hacen posibles las más extraordinarias hazañas de control sobre el medio ambiente; y el poder del hombre sobre el hombre dio lugar a la continua explotación y marginalización de sus semejantes. Ambas posiciones, sin embargo, son expresiones ideológicas de un expansionismo continuo que tan sólo ponen de relieve los intereses políticos de quienes las proponen, e ignoran llanamente la presencia de procesos energéticos básicos, la influencia que éstos ejercen sobre los sistemas de poder, y las ideologías que los racionalizan. Las soluciones que proponen los partidarios del progreso desenfrenado, ya sea hacia un paraíso capitalista o hacia un nirvana socialista, tienden a quedar suspendidas entre lo ecológicamente catastrófico y lo termodinámicamente imposible.

Las utopías encierran paradojas; precisamente hablando de socialismo, nos viene a la mente – ya en estas épocas en que la guerra fría al menos como la conocimos no esta presente – la frase de Putin: «Quién quiera volver al comunismo no tiene cabeza, quien no lo extrañe no tiene corazón».

En el diccionario del Nuevo Humanismo podemos leer:

“En la actualidad el utopismo es propio de varias escuelas filosóficas de tendencia humanista, porque refleja las aspiraciones de un mundo mejor, de la felicidad, de igualdad y bienestar. Este factor desempeña cierto papel positivo en la movilización de la energía creadora del ser humano, contribuye al desarrollo de su intencionalidad como estímulo real del progreso social y como norma moral».

Pero en la vida real las tentativas artificiales de realizar el ideal utópico “aquí y ahora”, sin tomar en cuenta circunstancias precisas y tendencias del desarrollo de determinadas sociedades, generaron muchos abusos del poder y numerosas víctimas humanas. Esta experiencia triste se refleja en la literatura crítica en la forma de “antiutopías”. (Silo, 2002:634).

De estas palabras extraemos la precaución de que cuando nos inspiremos en una utopía, para construir una imagen de la sociedad futura, no olvidemos tomar en cuenta las tendencias y las intenciones. Respecto a las primeras el vídeo de un estudio muy reciente muestra que la humanidad tiende a vivir cada vez más en las ciudades (video) , pues en ellas encuentra todo lo bueno que le ofrece la modernidad a pesar de que también encuentro todo lo malo. El estudio muestra también que el crecimiento de la sociedad mundial en su conjunto, incluyendo en ella sus ciudades, se aparta vertiginosamente de los modelos de crecimiento auto organizados de la naturaleza (que también parecen haber seguido muy de cerca civilizaciones antiguas como la egipcia que logro ser muy longeva), para ir adoptando el patrón que siguen las grandes corporaciones transnacionales que no ponen límites a sus ganancias hasta llegar al colapso. Es como si la sociedad humana en su conjunto, se estuviera convirtiendo en una gran empresa que está obligada a hacer innovaciones de todo tipo con una frecuencia cada vez más alta. En el vídeo se explica que un crecimiento corporativo sigue una escala económica superlineal o sea, si se grafica, define una línea recta cuya pendiente es mayor de 45 grados. Esto en términos concretos nos dice que una empresa como la de las grandes cadenas de supermercados, para crecer al doble necesita, por dar una cifra, un 15% más del doble de la energía hasta ese momento empleada. En cambio en el caso de los seres vivos y entes que pueblan el Universo (incluidas las ciudades en su fase no corporativa) siguen lo que en el vídeo que hemos citado se denomina una economía de escala. A grandes rasgos, este tipo de crecimiento se basa en que para incrementar al doble el tamaño de cualquier organismo la energía que se requiere no es el doble sino solo un 75%. La gráfica de un proceso de este tipo se despliega como una línea recta con una pendiente menor a los 45 grados.

El humanismo antropocéntrico al haber considerado a la naturaleza un ente pasivo, y utilizable por el ser humano de manera irrestricta, ha contribuido a este tipo de tendencia global de consumo energético tipo corporativo. La racionalidad antropocéntrica no cuenta con que la vida del ser humano transcurre como parte de un todo interrelacionado, que se auto regula a pesar de las intenciones de cada persona y que por lo tanto es necesario que los proyectos humanos reconozcan sus limites en tiempo y espacio.

Desde la perspectiva del humanismo antropocéntrico la tecnología aparece como la varita mágica que nos dará un poder ilimitado en el futuro. Esta visión es consecuente con un aspecto de las tendencias del humanismo más en boga2 en el que se anuncia un «hombre nuevo» como promesa de una nueva humanidad que acabará transformándose progresivamente a si misma, camino hacia la total libertad.

Pero otra tendencia en boga, señalada también por Jaime Montero, nos muestra un humanismo que busca regresivamente el reencuentro del ser humano con un “arquetipo eterno de lo humano que está por descubrirse a través o bajo las diversas actitudes históricas” . Es esta una visión mas acorde con lo que Villar llamaría la Autonomía Relativa (Villar, 1997) del ser humano, concepto a su vez compatible con el respeto de los procesos auto organizativos naturales guiados por la economía de escala sub lineal “sin que la auto organización más importante: la que cada ser humano tiene que llevar a cabo con su propia vida sea imposible”.

2: Si se pretendiera sintetizar los rasgos fundamentales de los humanismos más en boga podría decirse lo siguiente: 1. Afirmación de la pertinencia de la escala humana: rechazo de lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño; de lo suprahumano y lo infrahumano; 2. Una suerte de ecumenismo o cosmopolitismo filosófico por encima de las diferencias y particularismos locales; 3. Afirmación de la vocación de trascendencia de lo humano; se anuncia el «hombre nuevo» como promesa de una nueva humanidad. Ante esta vocación de trascendencia habría dos direcciones: la progresiva que consistirá en un hacerse a sí mismo en libertad, sobre el suelo de la historia; y la regresiva, que es hacerse uno mismo según un arquetipo eterno de lo humano que está por descubrirse a través o bajo las diversas actitudes históricas.(Montero, 1995:46).

Bibliografía.

* Villar Sergio. La nueva racionalidad. Pensar la complejidad con métodos interdisciplinarios. 1997.

* Silo. Diccionario del Nuevo Humanismo. 2002.