Texto y fotografías: Elina Riquelme
En la tarde de ayer, organizaciones sociales, políticas y comunitarias se convocaron frente al Congreso de la Nación, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires acompañados por ciudadanas y ciudadanos preocupados por la actual situación social.
Mientras en la Cámara de Diputados la sesión se desarrollaba en medio de la tensión que este tema viene provocando desde la asunción del actual gobierno, afuera se escuchaban las voces de cientos de trabajadoras y trabajadores que no encuentran solución a sus problemas cotidianos de subsistencia.
Argentina vive un momento de excepción y es fácilmente comprobable que los reclamos por derechos son cada vez más y confluyen en las jornadas de protesta.
En un clima de desencanto y angustia provocado por el retroceso a que se ven sometidas las mayorías populares, se pueden observar en un mismo acto, todas las demandas por restitución de derechos que se consideraban consolidados.
Mientras el gobierno nacional continúa justificando sus ajustes con un relato construido en torno a una supuesta «pesada herencia» (que incluye el engaño acerca de las reservas con que recibieron el Banco Central de la República Argentina), en su discurso se evidencia el rechazo a cualquier noción de derechos económicos, sociales y culturales, denominando «gastos» a la inversión en ese sentido, proclamando la “meritocracia” y corriendo al Estado de su función de garante del acceso a una vida digna y a todos los derechos proclamados en la Constitución Nacional y en los Tratados Internacionales que el Estado Argentino ha ratificado.
El proyecto de ley de Emergencia Tarifaria, intenta poner un límite a los aumentos exorbitantes que las empresas proveedoras y distribuidoras de energía vienen imponiendo desde hace dos años a la población, produciendo un daño irreparable: familias que no pueden afrontar el gasto y tienen que optar entre el alimento o la energía eléctrica o el gas para sus viviendas, cierre de fábricas y pequeñas y medianas empresas que no pueden pagar estos incrementos en sus facturas y cierran sus puertas aumentando el desempleo.
En medio de ese panorama, las ganancias de las eléctricas y distribuidoras de energía, son cada vez mayores y ponen en evidencia su voracidad sin límites.